lunes, 29 de junio de 2015

Todo menos el verano, Dios mío

Si el Papa sigue vivo es porque Dios no ha encontrado aún a nadie que dé el perfil para sustituirse a sí mismo.  Y menos ahora. Todos los posibles candidatos están de veraneo, haciéndose unos hombres, que son las preliminares al olor de Santidad que se precisa para dejar de ser Su Evidencia; perdón: Su Eminencia.

jueves, 25 de junio de 2015

Almadrabear


El Papa acaba de proponer otra medida fundamental para la cristiandad: que la Semana Santa sea siempre en la segunda de abril, renunciando así al calendario lunar, y facilitando la celebración con los socios ortodoxos. Y, cómo no, evitar interferir con la Feria de Sevilla y que los nazarenos tengan que salir de corto y a caballo o ir a los toros vestidos de penitentes, valga la redundancia. 
Aguardando a los almadraberos
Pero, pese a que la curia, tanto la hipster como la vintage, ha aplaudido a rabiar el plan, supongo que hartos del potreo del calendario gregoriano, creo que lo tiene más crudo que en una lista de gais más influyentes del país aparezca un futbolista, o un obispo, ya puestos, o que Podemos logre explicar que sí se puede ser (neo)patriota sin ser nacionalista, más difícil todavía que si se es del Barça. 
Pues si bien los ortodoxos griegos podrían tragar (últimamente, las tragaderas griegas están tiradas), los rusos no mueven un papel, y no solo porque estén putinizados y sean más ortodoxos que nadie, sino porque, calendario perpetuo en mano, saben que acabarán celebrando la Pascua en verano, que es a lo que van, a lo suyo, al bañador y las torrijas con yintoni de vodka (lo que viene siendo una doble torrija), en vez de comerse los pestiños que allí se estilen a bajo cero, que no lucen nada.

Así que, en realidad, la medida lo que puede provocar es otro gran cisma entre ortodoxos, que todo el mundo es hasta que se vuelve heterodoxo, si le conviene. Todo lo cual, incluso si es en apoyo a la ampliación de las medidas disuasorias de la Otan, y al margen del número de acciones que tenga el colegio cardenalicio en las operadoras de turismo, a nosotros nos la refanfinfla, no en vano somos un país soberano, como lo demuestra el número de toros de Osborne, con dos cojones, que pespuntean la vieja piel de toro, valga la retumbancia, y a estas alturas del año estamos ya en plena temporada de la almadraba, que es cuando, tras un invierno pleno de grasas, azúcares, calorías huecas y ciento veinte y tres recetas fallidas de masterchef, por culpa de la vitro, este país de gastrónomos sobrevenidos se convierte de pronto en uno de atunes, dignos de recoger a gancho y red de playa en playa con bateas, y que no desmerecen con los que se llevan al Japón para el sushi. En especial los más pequeños, segundos ya del mundo en obesidad. Y las abuelas en la playa. 

jueves, 18 de junio de 2015

Historias de la revolución


Otra cosa no, pero la renovación del elenco político puede ser una mina de guiones de cine, tan alicaídos, en especial la comedia gruesa tirando a astracanada, siendo una pena que el género valleinclanesco y el esperpento literario ya no se practiquen, y menos la revista, pues supondría un magnífico filón para Camoiras o Esteso. Pero menos es nada. Y ahí van dos apuntes, gratis.
Un grupo de nuestros aborígenes, de visita en el foro el 13-J, y ya que estamos aquí, y que alguno es de la cuerda triunfal, se presentan en la toma de posesión de Carmena, Carmona y Carmina, y se zampan en la misma puerta del consistorio, a hacer masa con el público enfervorecido, a esperar a un paisano que trabaja allí, cuñado de uno de ellos, para ir a comer. Diez segundos después, y como no hay nada mejor que hacer, están silbando, gritando y pitando. A todo. Al poco, sale por la puerta un individuo, joven, adecentado y de trapillo, más bien convencional, uno de tantos, al que se le viene encima una pitada descomunal, improperios, insultos, abucheos, desaprobación total, incluida la de algunos de nuestros visitantes, creyendo sin duda que, por no salir a hombros o vestido de pegamoide, era uno del PP que huía despavorido de la recién tomada Bastilla. Pero hete aquí que el muchacho es al que esperaban, y el chasco de alguno es tan notorio que, encima, va y justifica la cagada acudiendo al socorrido sistema de echar balones fuera, poco menos que culpando al esperado por salir con una que, esa sí, debía de ser de la cáscara amarga, ya que escondía su rostro bajo un pañuelo. A lo que el recién rescatado paisano alega: ”!Pero tontos del pijo, si esa es una de las taquígrafas del ayuntamiento. Y lleva pañuelo porque es mora¡”. Como se ve, todo un corte.
Profesora ´limpiando la biblioteca a lo Freddy 
Mercury para ganarse un sobresueldo 
Y dos. En los pasillos de un instituto rural se comenta la prevista medida madrileña de que la limpieza de centros la hagan cooperativas de madres (y ahora padres, según creo, para evitar el machismo), y al llegar una contertulia que no sabe muy bien de qué va, pero afectada todavía por el reciente nombramiento como directora de una compañera llamada Carmen, suelta: “¿Estos? ¡Pues ya veremos como quedan los ladrillos, con lo gorrinas que son en este pueblo!”. Eso, para que veáis en qué manos hemos dejado la revolución.
En las mismas con que muchos manejan el móvil o conducen. Y luego a luego se confunden con los mensajes. O se la pegan. Más o menos lo que Umberto Eco llama “nueva legión de imbéciles”, que no sé si viene a sustituir a lo que antes venía siendo famélica legión, con escaño hoy en internet, que es más un síntoma que una enfermedad, y que, según él, está llevando a los tontos al poder (virtual), en vez de a los listos de antes. El mismo error elitista de muchos ‘comunistas’, al despreciar asistir a las asambleas podemitas diciendo con suficiencia eso de “es que estoy harto de oír a tontos”. Lo cual es un signo de chochez intelectual, porque si hay algo que defina a la presunta masa revolucionaria de hoy es lo mismo que lo de ayer: la pobreza material y la mental. 
Y eso es lo que hay. Tontos de todo tipo, incluidos los comunistas a la pàge. O la paja, que también los hay. Un ejército verdaderamente franciscano de idiotas, viejos, inútiles (o ambas cosas), impedidos, paralíticos, deformes, drogatas, poliomelíticos, dependientes (incluidos los del comercio) amputados, contrahechos, pobres, mujeres, inmigrantes, malditos, mendigos, sidosos, amas de casa, distintos, feos y todo aquello que no es beautiful, ni falta. O sea, casi todo lo bendecido, antes por Dios y ahora por el buenismo universal y la tolerancia obligada, que es pura moral burguesa hipócritofilantrópica, y que yo no sé si está bien o mal, pero que, mira por donde, ampara a la gran mayoría de frikis que son (somos) casi todos los rechazados por la suerte hacia abajo.
Un ejército a veces calificado como lumpen, y equiparado con aquella sociedad de las tinieblas pero tan numerosa de la que echara mano el gran populista Luis Napoleón por primera vez en la historia para tomar el poder y fundar el II Imperio tras la revolución de 1848, y que si hoy es ya el ejército mayoritario es con la ayuda inestimable del FMI o el BM, de los que, quien más quien menos es hijo más o menos legítimo, y de los que no deberían renegar.
Los del antiguo régimen (que aún no se ha ido) están quemados por la entrada de estos que llaman escandalizados, facinerosos de extrema izquierda (y facinerosos, sí, pero de lo otro, se nota que no han conocido a ninguno de verdad). Y es comprensible, ya que a corto plazo les quitan muchos puestos de cobranza, trinque y mangoneo, muchas oportunidades de negocio. Aunque a la larga deberían estar contentos, pues si no le pegan fuego a la tienda, como no parece, al final se integrarán (dejándolos explayarse y pegarse contra el muro de la realidad) en ella como vendedores, socios, o lo que sea, y el negocio se verá reforzado.
En el Psoe ya lo han entendido, a riesgo, claro, de ser fagocitados y quedarse en meros socios laborales de la cosa. Y es que muchos no esperan de ellos nada fundamental, salvo echarnos unas risas, aunque salgan caras, todo sea por despejar el hastío; y el folclore es lo que predomina y todo queda en numeritos para la galería, sean fotos locas en Instagram, videos provocativos en You Tube o tuits descabellados buscando la clac y la iniciativa en la formación de opinión pública (y sobre todo reafirmar la suya). Además de alguna demagogia ful como la de los coches oficiales, o la bici, que muchos no saben ni montar y les salen llagas, u otras en las que parece que obedecen los mandatos de Bruselas, como esa de recortarse el sueldo, que es lo más contrarrevolucionario del mundo. Porque, si estos hacen voto de pobreza, ¿quién pagará nuestras pensiones?
O esa medida cutre de la limpieza de colegios y otros, la típica autogestión de la miseria para darse pisto, moral y cuatro migajas, y poder decir “sí se puede”, y que si daña a gente como Florentino Pérez (y de paso al Madrid, que estaría bonico que estos creasen una crisis futbolística mundial con su máximo emblema local, eso sí sería revolucionario), ya está haciendo que los trabajadores de las contratas de limpieza, y supuestos votantes suyos, se estén revolucionando de verdad, a favor de su jefe, y por supuesto del Madrid y el fútbol en general, al que también, dicen, tienen enfilado. Las masas, es lo que tienen, que si falla la levadura…
Pero del agua, de las confederaciones hidrográficas, esas mafias del pasado que controlan el futuro más elemental, o el ejército, o la universidad, ese foco infeccioso del que nada dicen por estar sus jefes apalancados en ellas, o de Telefónica o las eléctricas, u otros monopolios extorsionistas, o del ordenamiento del consumo, por citar algunas cuestiones fundamentales que inciden en el 90 por ciento de la vida cotidiana, punto en boca. Sí en cambio crean una concejalía del Ciclo de la vida, o antimachos, que podrá ser muy básica, pero que también es una medida electoralista para aglutinar la irrupción de lo sexual en la política, a través del feminismo radical (¿es qué hay otro?) más propagandístico e impostor de  “el Papa no nos deja comernos las almejas” de Rita Maestre. Que espero aguante mucho, para dar juego y qué decir.
Pues cesar por estar imputado por atentar contra las buenas costumbres y la moral burguesa (que es una tan solo de las existentes) no puede ser lo mismo que ser una amenaza para la gestión de fondos y patrimonio público, que es único. Y además, ahora me entero que la administración local deba ser el bastión y reserva espiritual de esos valores solamente. ¿Dónde viene eso? Y a más de un tertuliano y alcachofero de pro se le está viendo el plumero con ese cante. Sólo por eso, ya habría que haberlos inventado, de no existir. Pero por favor, nada de verduleras al poder, revoluciones orales (o anales) o virtuales. Que eso ya lo hace Telecinco. Y también que no cuesten un pico o se hagan de pie, que uno ya no está para trotes. Y sobre todo, a ver a qué hora se hacen, a poder ser en prime time. Que yo me acuesto a las once.


domingo, 14 de junio de 2015

Los pactos, o el cocinero del César

La política es el auto de los Reyes Magos con la puesta en escena de una partida de póker. El cuento perfecto que en aras de preservar la inocencia, recuperar la pureza y mantener la esperanza, es pactado implícitamente, aceptado y sostenido por cada generación para no volver (a no ser que se rompa la baraja) a lo silvestre, si no es en chándal, deportivas y con GPS, y todo muy bien señalizado como ruta verde.
Dicho así, la definición difiere de la de Groucho como el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Pero es que él se refería sólo al póker (o sólo a algunos gobiernos, que es lo mismo), viendo, como buen producto del arroyo, sólo el plano poiético de la cuestión, el referido a la realidad, sin verle al asunto esa parte lírica, infantil y crédula, imprescindible para que todo este rollo siga funcionando.
Una visión exclusivamente sarcástica de la política como simulacro de la guerra (que es el póker) la distorsiona en su acepción principal actual de simulacro de paz, para lo que hay que aceptarla también como teatro, con los muchos efectos especiales propios del momento para poder mantenerse en cartel como fábrica de sueños y formato apropiado para seguir representando con su dramaturgia los deseos y fantasías.
Esta asunción de la política como conjunción de mito, juego y realidad es la base de su transferencia no explícita, transmitiéndose a las nuevas hornadas de sufridores en forma representada, teatral, y sin libro de instrucciones, que evidentemente le quitarían la magia de su esoterismo, la aleatoriedad del juego y la gracia de la función, de la misma forma que se oculta la identidad de los reyes magos a los infantes, poniéndoles, en vez de carbón, un monopoly para que se vayan enterando. Tampoco es cosa de arrasar una timba a las primeras de cambio con un repóker, porque lo principal es la timba.
Se trata de toda una entelequia de supervivencia, una misa cuyos mementos  principales oscilan entre la inocencia perfecta y la más absoluta vileza, un equilibrio no escrito cuya malversación puede romper la sintonía entre sermón y fieles, aunque esto sea muy difícil por estar siempre dispuestos éstos a suponer que cualquier actuación fuera de tono, morcillas o lapsus, en la representación de la partida, son envites desconocidos del juego, originalidades, nuevas jugadas a aprender, cuyo sobreprecio a pagar está justificado, pues casi todo está permitido y a lo más que se llega es a sumir a la afición en cierto vértigo de no saber el límite. Así, cuando se acusa de electoralismo al gobierno por sacarse cartas de la manga con ayudas sociales, hay unanimidad en que denunciarlo es una mamarrachada, por obvio y predecible, por falto de recursos escénicos, pues todos sabemos que en un régimen electoral, cualquier decisión, además de una mamarrachada, seguro, será un suicidio.
Pero también sabemos que si no se denuncia, los actores quedarían fuera de papel, pasando al absurdo de ser público (y tener que pagar en vez de cobrar, por ejemplo, algo inadmisible para un político). Lo esperable pues, es la parte conocida del auto (sacramental), y del naipe, tanto del salidor como del cubridor. La incertidumbre es el papel adjudicado al destino. Y en política, como en el amor, ese otro juego cortesano de códigos, señales y mucha sofisticación dirigida a destruirlo todo en su momento, es mejor, en pro del consenso, no desvelar los secretos a voces, los arcanos archisabidos, no hablar claro, hacerlo entre líneas, insinuar, seducir (engañar) en vez de arramplar, pasar por el planteamiento y nudo sin romper el encanto del desenlace.
Para que el auto (y la partida) continúe por esos márgenes de hacer todos como si entendiéramos lo que está pasando, pasando de entenderlo, condición sin la cual no pasaría lo que pasa, siempre hace falta un posible digresor, un Herodes para decir “te jodes”, que termine de matarnos como niños, y sacarnos de la infancia; o si a mano viene, un Pilatos, alguien que se lave las manos con nuestra ingenuidad ovina y permita nuestro tierno genocidio. 
Durante los cuatro años que dura el jardín de infancia en que para el prójimo se convierte cada mandato, se suele coincidir en que tal personaje está hecho siempre a la medida del presidente de turno, e incluso del ministro de Hacienda, lobunamente aureolado de probidad y raciocinio, tras su clásica pellica de cordero de atrezzo.
Pero todos dan en hueso: tal señor no es ni Herodes, ni Pilatos, ni el Control contra el Kaos de Maxwell ZP Smart, sino aquel por el que preguntaba Bertold Brecht: “¿Acaso César no llevaba un cocinero?”, refiriéndose a todos los ayudantes con que se forja un imperio, o al menos este gatuperio, desde curtidores a carpinteros, asesinos y suegras, tenderos y subinspectores de mercados. 
Todos los cocineros, y más aún camareros, que no sabíamos si acabarían envenenando al rey, dándole un toque X al Auto, y al final han dejado el drama para todos los públicos, de puro previsible. Los que, sabiendo a quien se deben, ni quitan ni ponen rey pero ayudan a su señor, y en plenas vacas flacas, tiran la casa, o sus astillas, por la ventana, y se dan un banquete del copón, que ya veremos la factura.

Y a la par, se nos ponen en plan padre los pinches y nos amonestan con que tengamos cuidado con nuestro magro parné, y nos afean su dilapidación mientras ellos tiran a izquierdas y a derechas. Y eso ni es un Herodes, ni un Pilatos, ni nada. A eso en mi pueblo se le llama mamporrero. Que es lo que más abunda en este Auto de los Reyes Magos, en la partida de póker cansina que queda por delante, pues el empalamiento general debe continuar, como el show, y somos tantos a pasar por la piedra en la remonta, que es lo que más hace falta: el cocinero-mamporrero, que ya cantara Antonio Molina: “Cocinero, cocinero, enciendeme la candela, y prepara con esmero ciudadano a la cazuela”. O algo así.