jueves, 25 de febrero de 2016

Coprofagia

García-Page (Don Emiliano), que lleva más de media vida subido a un coche oficial, sin contar los taxis (a este paso supera a Martín Villa, don Rodolfo), ha dicho el otro día que al PP aún le saldrá más basura próximamente. No reveló sus fuentes (o manaderos), pero en lo que son alcantarillas, se le supone puesto, aunque menos que su padrino, tan calladito últimamente, su tío más que primo de Zumosol y dueño que fue un trienio del CNI, esa especie de FBI de tebeo de Bruguera y aún así el mejor seguro de vida de cualquier político carpetovetónico (carpeto, por lo clasificado). 
Lo cual no es descubrir gran cosa, habida cuenta que este, como todos, es un país de mierda. Solo que ahora estamos en pleno periodo coprófago, y con el calentamiento global huele más. Además de que, dada su abundancia, podemos seleccionarla, y si en plena crisis luce más bonito y sabroso lanzarla a los presuntamente ricos, también resulta que bajo tal cúmulo de linchamientos de mierda, se oculta, a sabiendas o no, y también por las supuestas izquierdas, esa otra mierda menos exclusiva, de peor olor y menor trazabilidad y calidad organoléptica, que no se come lo que se dice un kiwi y apenas despierta el olfato periodístico, embotado con la caca del papel moneda.

Así, enseguida se ha tirado de la cisterna, al ver esos 3.500 millones de € al año en horas extras no retribuidas. Y eso con 2 millones menos de currantes que en 2007. Un aumento del 12%, que quiere decir que el trabajo ha perdido, entre salarios y coste de la vida, al menos un 20% de lo suyo. 
Eso es lo que yo llamo mierda de calidad tirada a la basura de las papeleras mediáticas, en pro, por ejemplo, del comité de sabios pedido por Margallo (ministro de Exteriores, nunca mejor dicho), propuesta mucho más cool, trending y hasta hipster, dónde va a parar, para precisamente evacuar consultas y excretar como es debido algo digerible para las masas en cuestiones de mierda. 
Mientras tanto, la corrupción empuja al país, hace subir el PIB, la gente lo apoya en las urnas y es el signo de identidad nacional (incluida Cataluña), y hasta hace bajar, según creo, el consumo de viagra. 
Así que, como el mismo CSIC está investigando muy higiénicamente, por lo visto, las heces curan. Y si no, al menos hacen olvidar que no es que estemos haciendo limpieza, o regeneración, y no digamos ya que el grueso(intestino) de los españoles nos hayamos convencido de que también nos puede ir bien con el culo limpio, sino que todo esto que nos pasa no es más que otra falsa catarsis de mierda en toda regla. Y no precisamente de la virtual, sino de la buena, buena.

jueves, 18 de febrero de 2016

Rescoldina


Cuarenta años después y con las debidas reservas, he de decir que esta película me suena. En pantalla, lo de siempre, lo viejo resistiéndose a irse, y lo nuevo sin saber cómo asentarse. Eso nunca cambia. Es el ciclo de la vida (y la muerte), con algo de sexo en medio, pero poco, lo justo para joder al público en general (al de butaca se le da aloe vera para el escozor). Pero lo peor es el guión. 
Con un argumento de buenos y malos y estructura típica del cuento, de Propp, con su agresor(nuestro destino), donante(electores), auxiliar(C’s), la princesa y su padre (el estado), el ordenante(rey), héroe(candidato) y antagonista (PP/Podemos), se han montado una obra no por dejà vu menos visible, pero cuyos ribetes de remake (perdón, pero es que suena mejor que versión repe) resultan insufribles. 
Cambio, re-transición, nuevo régimen. Mucho bombo para tan poca función. O “no pasarán”, “que vienen los rojos” o España en peligro, tan parecidos en patetismo a aquel temorodio a Carrillo antes de demostrarse fatuo. Todo es vana programación para la caverna, sea la tele o la vida, o la televida. Con algo de realismo si se quiere, por vivir (y padecer) los efectos de aquel fiasco adulterado aunque bien elaborado que fue la transición. 
Pero, como entonces, a la caverna nos vienen con una peli que, proyectada en la oscuridad, a unos los rapta, día tras día en su pantalla, y a otros nos disuade, quizá por sospechar que a la caverna ya no baja nadie a alumbrar sino a deslumbrar, a saturar con la falsa luz de la parodia en que se ha convertido la historia, y no solo aquellas segundas partes de ella que se repetían, según Marx, sino toda ella, que hoy es pura repetición, copia y vuelta de tuerca. Parodiar la parodia. 
Sus nuevos actores, fieles herederos de las viejas escuelas de interpretación, la versionan en plan nota tomándola por un karaoke. Y todos, repitiendo a coro, cual estribillo de la Nocilla:¡Repetimos! ¡Que nos echen otra! El show debe continuar, y agotado según parece aquel numerito circense de puertas giratorias de la historia que fue la Transi, con escapismo, funambulismo y aserramiento de cuerpos incluido, hay que reinventar el espectáculo. Solo que no hay ideas, ni, por supuesto, almax y bicarbonato bastantes para trasegar la rescoldina y el ardor del refrito de mugre intemporal con que, en su defecto, nos deleitan.