A mí me habría
encantado que todos los participantes en la cumbre del cambio climático (o
Clímax), y no solo la nenica, hubieran venido en catamarán y no en clase bisnes,
así, en plan regata Virgen del Carmen, todos, ahí, en rogativa a ver si para la
calor.
Pero, bueno, han hecho muy requetebién en acudir a Madrid, que no solo
es lo más cercano al nuevo infierno que nos anuncian los actuales Nostradamus
(pues de Madrid, al cielo, ¿no?), sino también el paraíso del tripeo, que
quisiera yo verlos ante una cazuela de callos, a 12 pavos, no te creas, que en
la villa y corte tiran con pólvora del rey –aunque estos llevarán sus dietas,
que ahora es la munición del nuevo revolucionario–, y les expliquen que son las
vellosidades digestivas del rumiante –de otro, aparte de ellos, quiero decir–.
Seguro que a más de uno de estos Savonarolas del oraje le produce un doble
placer, el de zampárselas, y el de la venganza, pues en esos tejidos es donde
se fabrican todos los pedos vacunos que, también, infestan de gases invernadero
la estratosfera, a un precio ídem, por cierto. Y si alguno es flatulento, hasta
tres placeres, pues los callos se las traen.
Y es que cualquier ecologista
tiene su lado zen que le invita a cortar pescuezos de pollo, o de lo que sea, y
estos supongo que lo serán, aunque entre ellos haya más de un intruso que solo
haya venido a degustar algo, que es el yin del turismo, como el cogote de
merluza, por ejemplo, u otros al fornicio, que es el yan. Y no hay yin sin yan.
Aunque también cabe que, como fanáticos de un mundo mejor, veganos, animalistas
y demás, les interese sobremanera profundizar su conocimiento alternando con
esas mujeres rurales que dejan vaciado el campo y lo que sea menester cada
viernes, para ir a gastarse al foro la subvención en la zona de tardeo, que a
estas horas ya sabrán todos los participantes dónde para.
Si bien ha sido un
fallo de la organización no llevarlos de excursión al Mar Menor estos días para
que vean in situ de lo que hablan. Incluso a echar una mano, para que la
solidaridad no sea solo una palabra. Eso sí, con unas buenas katiuskas. Pero
menos es ná.
No hay comentarios:
Publicar un comentario