En este país hay tanta inmundicia política que cuando alguien se marca lo que es un mero postureo electoral, como ha hecho Page,
muchos se derriten calificándolo de honrada sinceridad sin parangón, cuando no se trata sino de otro ejemplo del alto grado de impostura que caracteriza a esos seres que, con tal de dar la imagen que necesiten sus intereses en cada momento, adoptan una u otra pose –no hablo de principios, algo impensable en ese patio-, a poder ser divergente con la habitual, para darle morbo al guión y remover la polémica y el falso debate atizados por esa patulea tertuliana de meapilas bienpagaos de cualquier cuerda, como mantenedores del torneo artificial, amañado y tragicómico que es la política actual, tan virtual como circense, pero que tanto gusta al aburrido espectador medio, y para la cual hace falta estar más versado como falsarios cuentacuentos babosos que como representantes con afán de servicio.El maestro... |
Gente capaz de dorar la infumable píldora, ser una cosa y su contraria y vestir de torero al pobre paletico, sea de aquí o gallego, como cuando Feijoy se pone en plan catalán, para no perder votos entre sus votantes nacionalistas, como Page entre la mucha derecha de su caladero, pues ambos son igual de “solventes”.
¿Disidencia? ¿Traición? ¿Honestidad? ¿Interés nacional (o nacioanal)? Y un pijo: impostura y barriendo para casa (que la cuadra ya la sacarán otros).
... y la becaria.Mientras tanto (y hablo de aquí), la sanidad en coma (sin mallas para las operaciones de hernia, por ejemplo), las inversiones en infraestructuras, postpuestas por enésima vez, o esa humillación fruto de la máxima dejadez que es lo de los trenes, con lo de Atocha como guinda miserable, y que muchos firmarían, aunque quien las promoviera fuese del mismísimo Ku Klus Klan y no del teatrillo de títeres que nos gobierna.
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