En la puerta de Eroski
te vi un domingo.
Yo dije vaya tía;
tú, vaya un tío.
Las cosas que yo daría, sería,
por un trozo de tu cielo, Consuelo,
cositas que daría yo,
la puntita de mis carnes
y el huequecito de mi corazón,
que hasta morirme podría
con tal de volver a verte a la luz del día.
Al laíto mismo del agua,
fuiste a comprarme un cortijo
jugando a la lotería.
Y como no te tocó,
trajiste una cabra fina,
y vivo de su leche y de tu miel,
pero me quedo con tu boca y con tu piel.
Tengo un huerto de primores
con yerbabuena para las penas
y verdolaga para el mal de amores.
Los chivitos, para Pascua
y el rocío, pa' la calor,
y con tu boquita llena,
que me quieres, dímelo.
Que ni el parné de los reyes faraones
ni las yerbas de la madre celestina,
te curan del pasar de los pasares,
no lo dudes, tú la diñas.
Berrinches no cojas,
no tomes pesaombres,
tú, como si pasan
veinte procesiones.
Alevántate,
alevántate,
que la enagüita
bajo la manta
ya se te ve.
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