miércoles, 5 de noviembre de 2025

Ilusión


Por estas fechas, quien más quien menos saca a pasear su pequeña melancolía de superviviente que echa de menos a sus seres queridos ausentes.

Además, por supuesto, de llevarlos en el corazón, o en la cartera, que casualmente son los dos modos de votar (bueno, y algunos con el culo). 

Pero, mientras no los lleven en un bolso…, como la viuda de Sir Walter Raleigh, aquel pájaro inglés antiespañol de cuidado, cuya cabeza embalsamada producto de su decapitación, portó consigo la parienta en un maletín el resto de su vida. Eso es fidelidad y lo demás es retórica. Y ganas de durar. 

Porque es que todo el mundo quiere durar mucho. Y no solo en el sexo, que es la aproximación a la infinitud más asequible, sino en la vida en general. Como si eso fuera sinónimo de triunfar. Al éxito por la longevidad. Y a tal extremo, que diñarla con 70 tacos es pifiarla joven, siendo muy común oír de cualquier defunción eso de “no le tocaba”.  Como si su número no estuviera en el bombo. 

Y sin embargo yo creo que eso de vivir mucho está sobrevalorado, siendo más de la opinión del clásico Juan Rufo: Vida larga igual a prisión luenga, retablo de duelos, soledad de amigos, vergüenza de haber vivido y temor de no vivir. Aunque lo de la vergüenza sea más por sobrevivir que por haber vivido. 

Y sé que esto es darle ideas al poder, que hoy está en una disyuntiva histórica y fatal, debatido entre hacer morir de nuevo, tal y como siempre hizo hasta que el personal empezó a ser necesario para producir (cosa que, con la sobra de personal, vuelve a darse), como lo demuestran la eutanasia, el abandono del bienestar o la indiferencia ante la mortandad, salvo que el interés electoral sea goloso, y cuyo anticipo más evidente es la dejación (dejar morir) ante la parca, cada vez más común; o eso o no dejar morir y hacer vivir, y mucho, que es su inercia predominante hasta hoy, como es visible con la medicina, los viajes, los cuidados, y que suscita la interrogante lógica, visto lo visto y con lo que viene, de ¿hasta cuándo? 

Que es por lo que los súbditos, mayormente, seguimos con esa ilusión de la longevidad. Al fin y al cabo, de la ilusión, también se vive.

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