En
medio de la batalla de Madrid (sea remake, IIª parte o parodia de la Iª –la
cosa va ahora, para entendernos, por cuando Largo se larga, valga la
aliteración, y los asediosos desvelan sus planes entre bombardeos y emprenden
el ataque final envolvente, y Pasionaria populariza el No pasarán y Alberti lo
de “las barricadas impiden las esquinas”– el gobierno metralleta acaba de
escupir otro decreto fundamental, aunque sea sin fundamento, pues las leyes
aquí se han acabado, como el Congreso, que ha quedado de Circo o más bien como
la Tomatina de Las Cortes, solo que en vez de solanáceas se tiran mierda e
inmundicias.
El decreto regula que para pasar de curso no hará falta aprobar
sino demostrar, no capacidad, que eso, con lo listos que son los nenes, es como
el valor en la mili, que se supone, sino potencias tan valiosas como la
colaboración (lo más premiado hoy por el poder), virtudes como el trabajo en
equipo (no se sabe si con o sin mascarilla) o empatía, esa facultad de ponerse
en el lugar del otro que tanto exige el gobierno, salvo si pides ponerte en la
Moncloa o en Galapagar, que eso no es empatía sino odio.
Vamos, que a fin de
curso, como en el embarque en avión, se presentarán con su móvil, y pasándolo por
un código de buena conducta y aptitud buenista para el trague y la succión, la
palabra apto aparecerá en sus pantallas y los chicos seguirán adelante en pleno
disfrute de la Nueva Normalidad Universal y Fraternal bajo la tutela de sus
Grandes Líderes, perfectamente preparados como analfabetos y futuros obedientes
pastueños, por el edén de una sociedad al fin liberada de esta selva vital en
la que todo el mundo tiene que pelear con todo el mundo para sobrevivir.
La
lucha por la vida ha pasado a mejor vida. Punto y final, que dicen estos
anacolutos.
La pregunta es, ¿para qué quieren entonces profesores de Mates,
Ciencias o incluso Lengua (no confundir con la Gramática), tan importante para
manejarse (a lengüetazos, claro) en lo que se les avecina? Y si no sería mejor, para lo que se
pretende, contratar a psicólogos, mediadores, animadores, algún pastor rumano,
y sobre todo a proctólogos, muchos proctólogos.
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