Muchos chinos tienen un problema, y no es que sean muchos, que ese es un problema nuestro, sino que quieren tener hijos y no pueden. Así que, aprovechando la influencia vecinal de su país –dejémoslo ahí, y que le pregunten a los birmanos–, se van a por ellos a Camboya, donde el partido único del régimen tiene montada una fábrica de preñadas para chinos ricos (y otros no tan chinos ni tan ricos) a 30.000 $ la pieza (o el pieza), en la que sus dirigentes invierten como si fuese la principal exportación del país, como antes lo fue la miseria y antes los templos con elefantes.
Polpotitos en acción |
Y que por aquí tiene su versión kitch en la generación sobradamente más preparada y subida de tono, que mea agua bendita y exige el amén eterno y la gloria como un derecho, con congéneres tan relevantes como Irene Montero y su ministerio-sindicato de monjiguerreras deconstructoras de hímenes, el matón bocachancla de Pablo Manuel, o Garzón, ese lavativas anti ibérico negacionista del pata negra como antivirus nacional. Y el más adelantado: Sánchez.
¿Polpotito? No: Pol Pot de chiquitín |
Eso sí, Pol Pot, personaje todavía un enigma, y que iba a morir en la cama, como todos sus socios, como tantos genocidas y al igual que la china Banda de los Cuatro, inspiradora de sus atrocidades, hizo todas sus maldades a escondidas en la jungla, mientras Sánchez lo hace a la vista, amparado por la maraña de las ondas. Todo un avance. Y nosotros, tan contentos con el mando a distancia.
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