La extrema derecha no llegará al poder: ya está. Lo de la luz, por ejemplo, es puro fascismo. O casi.
El producto de un contubernio –ese palabro franquista– de la oligarquía con los políticos, eternos aspirantes a oligarcas, para sacar la pringue, y decir que no hay remedio. Eso no es fatalismo, sino claudicación, rendición incondicional ante quien manda, o sea... Y también propaganda para dar tiempo a hacerse un sitio en la oligarquía, el que aún no esté.Pero no venía yo a arrojar más luz a lo de la luz, valga la relumbrancia, sino de la melancolía. No de la luz, de septiembre –y su recibo–, o del casi inicio del curso, o el casi otoño, o la casi Feria, ya que vivimos tiempos de casi todo, sin acabar de vivir ninguno. Tiempos de espejismo, deslumbrados por el fogonazo constante de lo casi verdad –con tal gastazo, cómo no va a subir la luz–, y de lo ficticio como real, como ese montaje de la agresión homófoba, cuya perpetración en tiempos de todo vale y la mentira como sistema, no solo da alas al fascismo sino que es ya un casi fascismo.
¡¡Que viene el cocoooo!! |
Por eso no veo a la extrema derecha en el gobierno –en el poder, sí–. Porque el todo es mentira a que el gran esperpento patrio da a luz, lleva más a la inhibición que al nihilismo, al refocile que al sacrificio, al cachondeo antes que al odio. A todo eso que la izquierda, con su nueva actitud melancólica y limosnera, cree productos de la ultraderecha –de los que el tabernismo ayusiano es la cúspide de esa demonización–.
Una izquierda de apaga y vámonos, o casi, y casi paralímpica, minusválida, que para mejorar y ya veremos si sobrevivir, debiera tomar nota precisamente de esos deportistas y su antimelancolía, pero de lo que pasan olímpicamente. Como todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario