Cal y cante
La herencia del corazón
no paga derechos reales
y escribitas lleva en sangre
las cosas más notariales.
Un corazón repartido
tengo yo por los cantares.
Un ramal va por Jerez,
y otro tira por Levante.
Como una condena,
va de palo en palo
como un jilguero en pena,
colgada de una dulce taquicardia,
acorralada está mi voz en jaula nueva.
Hambre, cárcel y sudor,
fatiga, sal y destierro,
seis jinetes del dolor
que menguaron con el tiempo.
El corazón se paraba
buscando vigores nuevos
y poco a poco encontró
las venas de su resuello.
Y aún está por ver
qué camino toma
porque la vida, vidalita, son pesares
que van cambiando de forma.
Siempre tiene una flor nueva
quien dentro de sí sembró,
y en él está la esperanza
de aquel que ya la cortó.
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