Los propósitos para el nuevo año son como los
programas electorales, que están para incumplirlos. Si no, ¿qué haríamos al año
siguiente?
Por eso se centran en metas peregrinas pero no imposibles, pues la utopía acaba generando la mayor desgana y abandono, y el suicidio de no ofrecer resistencia y dejar el campo de batalla sin luchar, que dijo Napoleón.
Por eso se centran en metas peregrinas pero no imposibles, pues la utopía acaba generando la mayor desgana y abandono, y el suicidio de no ofrecer resistencia y dejar el campo de batalla sin luchar, que dijo Napoleón.
Y sin
embargo, o por eso mismo, esto de los propósitos no lo impulsa lo planeado sino
lo pendiente de otros programas rotos, aquello que quedó en el tintero. Es
siempre algo residual, y más que para la carne joven que empieza, para quienes ven pasarse el arroz y con un buen catálogo de fallos, errores, fiascos y frustraciones,
y la vida volviéndose un puzle difícil de cuadrar, cautivos del mal se plantean
cierta redención –después de autoconfesarse e imponerse penitencia, pues ahora
somos nuestro propio cura– a medio camino entre la obsesión por lo inalcanzable
y la disciplina autoflagelante de lo improbable aunque posible.
Y hacen del
nuevo año, que siempre es una Ítaca, una ordenanza, un reglamento (que
mayormente será hecho trizas en marzo, en cuanto cambien la hora), con todos
esos casos de archivo retomados, asuntos pendientes y tantas veces internos, de
los cuales nos declaramos su policía competente.
Siendo así como a título
individual, pues la vida en general ya lo hace sin rubor ni clemencia, el rebús
de la existencia, los excrementos de nuestro paso, la basura dejada, esa
pocilga que es el pasado, y su culpa, es el turbo preferido para revitalizarnos
un año más; y vuelta la burra al trigo, a lo viejo y caducado para el penúltimo
gran salto hacia delante, como los pequeños creyentes que somos de la
revolución pendiente. Aunque falsos.
Si no, no escogeríamos objetivos como el
adelgazar, no juntarse más con los cuñados, ir a yoga o dejar de fumar, minucias
obscenas por fatuas del famoso crecimiento personal en forma de propósito de
enmienda por no lograr los sueños autoimpuestos. Algo que se soluciona con la
edad, cuando el primer propósito del año es terminarlo. Y el segundo, también. Y
el éxito está garantizado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario