Este verano no va a haber ni toro embolao ni suelta
de vaquillas en los pueblos.
Por eso la Casa Real nos está amenizando la calor
con la suelta de reyes y algún que otro manso, siguiendo la tradición del gusto
de la monarquía por los cuernos y por lancear cornúpetas (y súbditos, ahora ciudadanos,
y de ahí la fiesta de los toros).
Es el embolao del verano. Si bien lo que le
han hecho en realidad al rey erémito es
una suelta del abuelo. Es un deporte que se puso de moda cuando el bum, antes
de que este hiciera pum, y que iba de hacerle a los yayos lo que ya se hacía a
los perros en vacaciones, dejarlos tirados en el arcén, pues al ser de marca
los recogerían (y si los pillaba un coche, pues mejor), y a la vuelta, uno aún
más caro y se acabó.
Consideración que con los yayos no era tanta, pues se les
aparcaba en un asilo, a veces para siempre, sin permitirles siquiera ser
atropellados, despanzurrados encima de la mediana como un gato. Y era gozoso
ver cómo esos chiqueros ponían el cartel de no hay billetes, como si actuara
Quique Ponce, otro suelto de verano, para el público a la parrilla (televisiva,
claro).¡Cómo funcionábamos!
Y es que si el hijo está
a ver si pasa la EvAU, el erémito, sin
mucha universidad que digamos, pero experto en la alta infidelidad, ha
resultado ser un crack en la uni de
la vida. Derechos que seguro irán a parar a Suiza, por mucho que ahora digan
allí que no van a dejar entrar a los españoles, menos a los isleños, así, como si
solo fuese de Miravent de donde sale la fuga de capitales, qué jeta.
Por eso,
ante la escasez de gatos que ha dejado el covid en el campo, por no encontrar
comida, y el sufrimiento en general de las mascotas, me pregunto si no habría
que dejar funcionar esta gatomaquia al menos hasta el otoño. Y después ya, si
eso…
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