Era de prever. Ante tanto héroe como ha brotado –cuyo
número siempre es proporcional al de la cobardía social–, va aflorando ahora el
antihéroe, ese héroe alternativo diseñado desde el fracaso, cuando una sociedad
en horas bajas se da al regodeo en la caída de sus mitos, como su bienestar, su
(maravillosa) sanidad, su unidad y su fuerza (mayor cuando salgamos, ya saben).
Y es que, cuando se amenaza a quienes desafían con desobedecer –que no
insubordinación, pues para eso hay que pertenecer a esta canalla–, sean los
antimascarada o ahora los padres de alumnos disidentes de la escolarización
sospechosa, se está señalando a quienes, con su etiqueta de perdedores
protestones llevan las papeletas para llegar a nuevos héroes, y más si, como se
advierte desde esas plataformas monclovitas que son (todos) los noticiarios, se
les estigmatiza con eso que, pretendiendo denostarles, resulta ser un aura de
prestigio, que es llamarles insumisos.
Es sabido: cuando el poder no sabe ni insultar
y confunde los adjetivos es que está más perdido que Carracuca. Más aún que ese
padre que renuncia al lujo de devolver a sus hijos al cole (padre putativo y
para muchos casi único) en septiembre, para poder vivir o incluso trabajar.
Porque hoy toda educación, desde preescolar a universitaria, es guardería y
poco más. Así lo confirma que, siendo toda la nuestra una castaña estrepitosa,
todas las discusiones sobre la vuelta a las aulas hayan sido solo sanitarias.
Es decir, que tanto a padres, políticos o maestros lo que más les importa de la
industria educativa es la seguridad, a los padres de sus hijos, a los políticos
de sus chollos, a los maestros de sus labores, y a los alumnos, ni se sabe,
aparte su móvil y sus movidas.
Todo lo cual hace de la educación un hecho
prescindible, si no fuera porque cantaría mucho, y hay que trabajar, pagar
sueldos y expender títulos cuya única garantía es que se manufacturaron siguiendo
todas las normas de higiene y trazabilidad, de la OMS, del (incógnito) Consejo
de Expertos y de la Sexta. Y encima, sin poder ir a la feria (de Albacete) por
las tardes. Como para no ser insumisos.
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