En el franquismo, un poli va a interrogar a un albañil que está en el hospital entre vendajes, escayolas y sueros. Hecho una lástimica. El poli está allí tratando de inculparlo, sin más tardar, de ser de un piquete de huelga y al huir de los "grises" fue cuando se había caído de un andamio, y él venga negarlo, hasta que el poli lo acorrala y cede:
–Pues sí, así fue, me asusté y tropecé y...
–¿Que tropezaste...? ¡Ja, ja, ja! –Se ríe el poli, henchido de haberlo atrapado–. ¡Pero si mientras caías del andamio gritabas "¡¡Viva el comunismooo!! Así, con todas las letras."
Y por entre las vendas, el rostro visible del albañil se queda parado, alerta. El poli sonríe, sardónico. Entonces, la cara del obrero reacciona y con voz entrecortada por los apósitos y el estropicio, a la vez que trata de echarse un poco hacia adelante, exclama:
–¡Noo, nooo. Yo gritaba eso cuando me caía, a ver si alguien me detenía!
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