Hoy estoy que lo tiro. Tanto, que, a riesgo de ser predecible –es lo que tiene la edad provecta (y las ganas de joder la marrana)–, estoy pero que muy a favor de las manifas del 8-M.
Y no es que haya visto a la Vice Consorte vender la moto en la tele haciendo pucheros con su bemba florida, poniendo esa cara de Magdalena agresiva –mucho más millenial y tirando a rollito de primavera agridulce que la de Proust, y bastante menos patética que la del Calvario de Cristo–, y me haya seducido desde su poderío y su chalé, pues al fin y al cabo solo sigue la pobre la máxima “enriquecerse es glorioso”, de Den Xiao Ping, si lo sabría él, que era comunista y (por tanto) odiaba el campo, y padre de esta China que nos va a comer los huevos.
Bueno, nadie es perfecto. Algunas desconocen todavía los poderes de Mr. Propper (o el Cillit Bang) |
No. No se trata de nada esotérico ni insondable. Es sencillamente que estoy hasta la curcusilla de ver –a los que escriben no los leo– a los mismos voceros pringuezorras chupalcuzas que el año pasado babeaban por la guachera lo bendito y salvífico que era celebrar el 8-M en plena alza de la pandemia (porque así lo dictaba el Duunvirato), piar ahora como plañideras (porque así les dictan) por las bondades de la autorrepresión y la renuncia teresianas –quedaos en casa, que os vais a correr de gusto–.
Un soplapollismo aún más vomitivo si vamos a la segunda (y peor) lectura del buenista y superprotector mensaje “por salud pública” emitido ahora, y que es el usar lo de las mujeres (aprovechando la opinión contraria al acto y al feminismo, tan típico de la demagogia sanchista) para dárselas de tan responsables ahora refrenando como antes animando, y hacer así igual de buenas las medidas tomadas hasta aquí, tanto si fueron de censura o alentadoras, erráticas o criminales, legales o golpistas. Reescribiendo y tapando. Son así de infalibles. Como un padre. Bueno, y ahora, como madres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario