Cuando los políticos se meten a albañiles, lo mejor es irse de la casa… si se puede. Y es que la cosa es mundial. La nueva era, para unos del despropósito y para otros espléndida, ya está aquí. Y lo mejor será prepararse para aparejar el mulo al trillo (o sea, nosotros) y trillar la mies como sea, pues la era no espera.
Aunque no será fácil, con la manía esa de hacer del mundo un camposanto de nichos con nosotros dentro incluso antes de calificarse la obra. Para irnos familiarizando con la era, será. Así se explica lo del bloquismo, esa política tan española, consistente en la fabricación y amontonamiento de bloques, no sabíamos muy bien para qué, y era (más eras) para el levantamiento de los diversos muros en proyecto o ya en la comisión de urbanismo, con que nos amenazan todos estos albañiles sobrevenidos que nos pastorean.
Pues si Abascal nos ha prometido que va a hacer del pellejo de toro el muro contra el islamismo en Europa, Sánchez lleva tiempo, según él, aunque aún esté por inaugurar la primera piedra, levantando el muro europeo contra la ultraderecha, con él como abanderado, naturalmente.
Pero es que otros, u otras, como la Montero, nos hablan de la gran muralla de los impuestos por el bienestar (en contra del valladar del SMI como garantía alzado por la Yoli). O bien nos garantizan un muro de millones de viviendas públicas contra el sintechismo que viene. Lo cual hace venirse arriba a la ministra de sanidad, y, aunque esta esté hecha unos zorros, acude a la manifa en Madrid, para levantar otro tapial contra la opresión y la indigencia que corren por el país como la pólvora.
Y cuando ya creíamos acabada la peoná e íbamos a descansar de tanta tapia, viene Aitana Sánchez Gijón y dice que los hombres tenemos que hacer examen de conciencia. ¡Hala, otro muro, y este de género! Que igual nos poníamos, a meditar y tal, a hacer el analís dentro del laberinto de tapias levantado, cada uno en su nicho, y sacábamos algo en claro. Pero es que, o bien les falta mano de obra, o es que igual pretenden que seamos nosotros mismos los que nos tapiemos. Porque ellos no pegan clavo, pero puntada sin hilo, tampoco.
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