Pablo
Iglesias, el de la barba en flor, la ha vuelto a liar. Esta vez por decir, ¡en el Congreso!, que a
Mariano, según qué
cosas se la bufa, se la suda y se la pela.
{Que no esperaba yo que se quedase tan corto, en referencia a tan ejemplar entierramierdas tuno y amagado, dicho en manchego, dedicado en alma, corazón y vida a echar tierra encima a todo aquello que puede causarle problemas, que es mucho, para que se pudran o generen aún más problemas}.
{Que no esperaba yo que se quedase tan corto, en referencia a tan ejemplar entierramierdas tuno y amagado, dicho en manchego, dedicado en alma, corazón y vida a echar tierra encima a todo aquello que puede causarle problemas, que es mucho, para que se pudran o generen aún más problemas}.
Así, en un lenguaje coloquial por otra parte tan irrelevante
hoy como el pito, caca, culo, pis de aquellos niños repipis que tantas tardes
de gloria dieran a sus babacaídas yayos. Y que ni nos habríamos coscado si no fuese
por ese ancho abanico de medios farisaicos, falaces y meapilas, siempre al quite cual manijeros para dar un eco
pecaminoso a asertos, mangas o capirotes del nuevo Gran Líder Fraternal, echarle
los perros y ponerle banderillas a este su abanderillado preferido, que ejerce
de principal vomotivo de motivados plufímeros aspirantes a merendistas de plantilla
(más difícil hoy que machihembrar caracoles serranos).
Y no han podido resistirse a la tontación de empentarla, poco
plausiblemente, dicho sea de paso, con él; ni él a picarles el billete con su guerrilla culturipédica,
que le gusta más que a un perro los picatostes.
O
igual es que todos tienen los nervios de puta (por lo venal, lo digo). Y que es algo completamente normal, pues, desde lo de
la crisis, la escasez y ruina total del periodismo, eso de la objetividad es
como la Loto, que dicen que toca pero nadie conoce a ningún ganador. Y tanto voceros
rosáceos como gavióticos han venido a plegarse, con más o menos floritura, congoja
o callada quietud, que cantaría Aznavour, a lo que emana de palacio, ocupados todos
por unos u otros de siempre todavía.
De resultas, es en lo mediático donde el poder
bipartidista se expresa más perfectamente, y ya antes de que la Gran Coalición ese iniciase como práctica
habitual en lo municipal. Y luego se quejan de que les incluyan en la metida
esa de La Trama, el nuevo refrito mensajero podemita titulado a lo Hitchcock.
Y es que el bipartidismo sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso,
solo que ahora también en la fabricación y suministro de opinión –lo de la
Sexta es una hábil impostura para trincar audiencia entre los desheredados ansiosos de mensajería ligera neoprogre–. Y con su concurso imprescindible de las medias verdades de siempre recocinadas como novedosas recetas, acaba así de cerrar el
círculo vicioso de un sistema en el que el triangulismo político no tiene
cabida, donde los terceros siempre son discordia y dos no riñen si no es por
otro, que siempre es criminalizado per se.
Y cualquier cosa, unas veces el lenguaje, otras el vestuario, otras el estilo, y siempre el argumento, es utilizada para
redundar en el mensaje desde arriba de no merecer estar ahí, en las Cortes, disfrutando
del premio, que es como los que parten y se reparten el bacalao lo entienden, y que es por lo que se les ve el plumero, pues el ladrón piensa que los demás son de su condición. Aunque, claro, también es que, como ya
dijera Cocteau, es que ciertos premios, lo que hay que hacer es no merecerlos.
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