El día que Larra deje de ser el gran referente
de nuestra cultura, entendida ésta como la expresión de todo lo que nos afecta,
España habrá dejado de serlo. Y entonces, a unos les pesará y otros dirán qué
alivio. O sea, que seguiremos en las mismas. Por eso Larra es, 180 años después de haber sido, y será, mientras aquélla
exista, su personaje más definitorio y el más actual. Y si no, ahí va un
recordatorio.
Hijo de gente bien del anciano régimen, pero contradictoria y trepa que
en plena primera gran guerra civil elige mal el bando, el de la modernización,
apoya al franchute contra la España negra del pueblo clerical, monárquico,
brutal y martirizado, y sufre el exilio, del que vuelve gracias precisamente al
peor, más miserable y artero rey que haya parido la modernidad, haciéndose
entonces de su organización paramilitar juvenil, una especie de OJE
absolutista, que lo catapulta al panfletismo, al libelo, la oda, la morcilla,
el plagio y otras especies que van dando forma al periodismo recién nacido, en el que su
carácter aventurero, oportunista, vividor, clasista e inconformista de hidalgo
merecedor de todo sin pegar palo al agua, encuentra el terreno propicio para
desarrollar la sátira, la diatriba, la invectiva y la fábula para adoctrinar
sobre nuestros males de siempre (o sea los suyos propios), convirtiéndose en el primer arreglaespañas
avant la lettre, mientras se casa deprisa y corriendo, sin dejar de noviear,
para fracasar, dar mala vida a los suyos, que le seguirán los pasos –el hijo
será letrista de zarzuelas, el rock de entonces; las hijas fueron cortesanas,
una, amante de Amadeo y otra la inventora, como buena banquera, de la estafa
piramidal; pura estirpe, caballero–, y ya definitivamente rechazado por la
amante, la emprende con el estado, la iglesia trabucaire, los carlistas, la
censura, los vizcaínos (o fanáticos regionalismos de entonces), las costumbres, el pueblo, la vida familiar y el mal uso de la lengua,
en plan anarco burgués y mírameynometoques, hasta salir diputado por… ¡los moderados!, sin llegar a
tomar posesión a causa de un motín. La rehostia.
Ah, la tragicomedia española. O sea, un dandy,
un señorito, un pichabrava, un cañero, un vehemente, un cabezacaliente
calientacabezas con delirios de todo y un inútil salvo como símbolo de lo
español inagotable más cutre y excelso. Todo un espécimen a recordar.
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