Para
disimular que al mundo lo mueve lo peor del ser humano, la codicia, el odio, la
soberbia –uno, siempre con el evangelio según Van Gaal, nunca positifo–, nos
hemos inventado otras miserias vistas como menores, como el cinismo y la
hipocresía, ese tándem ideal para una época de corrección y buenismo a ultranza
que no permite ni un mal gesto, un exabrupto ni una palabra más alta que otra, para
primar el enrevesamiento, la malicia, la doblez y la media verdad, o
postverdad, que se decía antes a la mentira.
Tiempo
de astutos (y estultos) que se hacen el loco para engañar y salirse con la suya
a base de embaucar a la cabaña asentando certezas para poder obrar, no en razón
a la verdad sino a lo previamente impuesto que justifique el crimen siguiente.
Como la famosa deriva soberanista catalana, tan imprevista según todos, pese a
lo anunciada continuamente a bombo y platillo, y por lo tanto vista venir
durante años hasta por los televidentes. Por no hablar de esos empresas (en
cuyos consejos de administración están todos los políticos) cuyos capitalistas
eran los capitanes apostadores y paganos del procès y hoy son considerados héroes
españoles de toda la vida solo por haber hecho un papel en una notaría –por
cierto, ¿quién será la estrella del anuncio de las burbujas de Freixenet de este
año, Soraya o Cospedal?–.
¿Y, siguiendo con el cinismo, porqué enchironar a los Jordis y a Trapero no? O, por seguir
hablando de cuentos para ancianitas y niños de guardería, eso del
independentismo asediante pero honesto, alevoso pero guay, agresivo pero
tranquilo y tumultuario pero no violento (las masas, ¿pacíficas?). Y, del otro
lado, toda esa novela negra del 155, como hecha a dúo entre Agatha y Hammett,
que dan ganas de llamar a Marlowe para resolverlo (o a una línea caliente, que
parece que alguno esté necesitado). Y es que cinismo e hipocresía están dejando
el estado definitivamente hecho un maricomio de tontos contra hijos de puta, que
yo no sé, cómo teniendo la tele no le encargan lo de Cataluña al Ministerio del
tiempo.
Harvey Weinstein, la nueva bestia de Hollywood, abrazado y besado por las bellas de turno. |
Y ahora todos (y todas),
cogiéndosela con papel de fumar, escandalizados y desmemoriados de lo que
fueron otros tiempos, para estar a la moda de lo que se lleva: la
reconstrucción del himen y de la historia, la pseudoarqueología de uno mismo y
la ingeniería de la percepción. Que digo yo, que si todos (y todas) somos ya tan
puros, ¿porqué no legalizar de una puta vez la prostitución? Total, para cuatro
que son…
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