Igual digo
una tontería –otra más-, pero estas elecciones me parece que están politizadas,
como si fueran el acelero final y con más estruendo del gatuperio permanente a
que nos han acostumbrado desde que, o bien los asuntos no tienen remedio, o
bien no quieren arreglarlos, por si se les estropean los suyos.
Así que se sigue oyendo por doquier la retahíla de cataluñas, comenegros, latrocinios, que viene el fascio, el peligro rojo, los feminifóbicos matahembras (versus la amenaza feministoide), entre otras cantinelas que instan a ladear los propios intereses para poder votar. O a no votar.
Así que se sigue oyendo por doquier la retahíla de cataluñas, comenegros, latrocinios, que viene el fascio, el peligro rojo, los feminifóbicos matahembras (versus la amenaza feministoide), entre otras cantinelas que instan a ladear los propios intereses para poder votar. O a no votar.
En lo primero, y azuzados por algún medio empeñado
en que esto siga pareciendo una democracia, y que les ha afeado a los políticos
su nula propensión a hablar de lo que e verdad importa, los candidatos, así,
como arrepentidos y caídos del guindo, han entonado un mea culpa de lo más hipocritón
y fariseo, prometiendo en plan reguetón que hora sí que nos hablarán del
gobierno, prometiéndonos más promesas en el futuro, algunas de ellas realmente
promisorias.
Aunque enseguida han vuelto a las andadas trochas de su constatada
inmundicia. Y además, el contexto es que no ayuda, pero que nada a su falso o
no deseo de contrición, pareciendo que, o los astros se alinean de forma casquivana
para jodernos las promesas, que no ya sus ejecuciones, que ya se encargarán
ellos mismos, o es que entre todos le pagan a metepatas como Borrell, por
ejemplo, ese gran pagafantas biempagao del Psoe, o al mismo presidente de
Méjico y su invectiva, con dinero de todos, claro, para que la metan, la pata,
y bien-, y así nunca dejemos, como el baile de san Vito, de hablar de
gilipolleces y pasemos e una vez al turrón de lo que querríamos, aunque sea
pura fantasía. Ni eso.
Y en lo segundo, n lo de la abstención, simplemente los
que la practicamos, y no construimos voto útil (que habrá que ver cuál es, pues
hasta segar todo es hierba), o somos unos descarriados, unos cómplices o unos
traidores. Como si fuera ilegal. Con lo fácil que es hacer el voto obligatorio.
Es verdad que, aparte de los poseídos por cierto errantismo lúcido, hay un
abstencionismo algo supremacista derivado de la democratización de la
democracia, y que funciona como cualquier deporte, todos inventados por ricos
(como la democracia misma) y que cuando lo adoptan los pobres, los
políticamente ricos lo repudian. Y eso
es así, entre otras cosas, porque la primera gran mentira en una época en que
la política también ha devenido en puro consumo, es haber hecho del votar un
acto gratis (y muchas veces gratuito) más del consumismo.
De eso (y de los roñas
que pueden permitírselo y aún van a lo barato, que es votar) viven los
candidatos. Y de los candiditos. Y así pasa, que el votar, por no querer hablar
de las cosas, ni preguntar el precio, nos acaba saliendo por un ojo. Y que siga
la murga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario