Con la lengua hay que
tener cuidado, en todos su usos, no vaya y nos pase como a aquella a la que el
médico quería hacer una prueba de enzimas, y dijo que se lo hiciera a su señora
madre, creyendo que la enzimología era un tipo de “preversion sexual”, talmente
como la postura del misionero, o peor.
En esto, como en tantas otras cosas, el contexto es fundamental, y más con la cantidad de camillas, el calor y la poca ropa que se gasta en los hospitales, que en seguida sale todo a relucir.
Si en otro contexto, esa misma señora, te dice
“mira que soy desgraciá, que voy a la playa y todo el mundo lleva de todo y yo,
ni crema protestona”, pues te ríes, pero en realidad no es para tanto, porque
tú sabes que el uso de cremas en el campo, su contexto de procedencia, es más
bien reciente y así, no te extraña oírla decir que se ha quedado sin crema
“intratable” (por hidratante), que debe de ser de una hidratación portentosa,
la hostia en crema, una animalada de mejunje, una vez, eso sí, que has
descartado, por aquello de las influencias locutivo–deportivas de la tele, que
se trate de una crema a la que ni puedes saludar ni nada porque tira patrás a coces.
El contexto ayuda
mucho para evaluar lo desconocido. Ahora hay por ahí una palabra de cuarto y
mitad que ya veremos, ya. Es ciberdelito, y se empezó a utilizar una vez que al
delito informático se sumó el electrónico–informativo en red o no; o sea,
cuando la aldea global estuvo intermediada, cosa más fea.
Puede ser una
solución, pero en sentido estricto, ciberdelito puede ser también darle el timo
del tocomocho a un androide, por poner algo, que están, como aquel que dice, a
la vuelta de la esquina, como el campo, que es lo bueno que tiene, que alberga
tanto seres del cuaternario como de la robótica, o de la rebotica, que diría la
señora, y con razón. Y luego tenemos cuidado con las setas, que es la única
producción netamente campestre.
Porque el contexto
también engaña lo suyo. Por ejemplo, con motivo de las próximas elecciones, se
dice que se presentan muy abiertas. Lo cual es muy de agradecer, así, nada más
llegar y sin saber si vas a ejercer o no el voto.
¿Quiere esto decir que las
elecciones, como el campo, son otro tendido supino predispuesto a que les
enzimen lo que sea? Tal vez, pero tratándose del origen de esta construcción
léxica, que es la retransmisión futbolística, mejor sería utilizar el verbo
meter, por aquello de los goles como su mayor característica, cuando se
producen, o suben, pues ahora los goles sufren ese fenómeno aún por determinar
si es ascensión o asunción hacia el marcador, que al contrario que el vino de
la ésta, sí tienen color, aunque no se vea. Otro fenómeno para el expediente
equis, de la quiniela, naturalmente.
Y ya en plena guerra
de la fibra, óptica por supuesto, si esa misma señora te dice que ella se ha
apuntado a Iglesias, entonces viene el problema. No por nada, sino porque,
aunque te extrañe que aún no lo estuviera, tú ya no sabes si estás en el
contexto electoral, en el que ella está, como su preferido, con todo el
derecho, “perene”, o si, lo que también es probable, es que se refiera a que ha
contratado con Ono su otro derecho constitucional, la casquera inalámbrica, y
va evidentemente confundida por ahí.
Es lo que tienen los
contextos, que se cruzan. Entonces viene el pitote. Y es que tiene ciberdelito
lo que algunos medios y muchos parlovoceras tontinautas están haciendo al bogar
en el vómito de sus palabras. Y nosotros, más abiertos que una elección, así,
sin erre. Como si no tuviéramos bastante con desentrañarle la madeja a nuestros
mayores, que, confundidos en esta ciberbabel, tratan de apropiársela asimilando
lo nuevo a la semántica, es decir a lo que ya es nuestro.
En cambio los
gilinautas hacen lo contrario, ceder la herencia a cambio de cualquier
palabrucha que suene a ajena. Y lo peor de todo es que todo será historia. Y
como siempre nos la contarán desde fuera. O sea, en otra lengua.
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