Las
elecciones, que es eso de lo que no puedes huir ni haciéndote monje trapense,
tienen estas cosas.
Que van los diversos –iba a decir distintos, pero no me sale– políticos en liza y dejan para mañana, o sea para otra legislatura (que empezará, ya lo verán, allá para octubre), lo de echar una ñapa a las pensiones.
Que van los diversos –iba a decir distintos, pero no me sale– políticos en liza y dejan para mañana, o sea para otra legislatura (que empezará, ya lo verán, allá para octubre), lo de echar una ñapa a las pensiones.
¿Por qué? Por electoralismo, aunque suene absurdo, ya que el común
esperaría por tal motivo precisamente lo contrario, tratar de arreglar algo,
cambiar el aceite, mirar la tapa del delco, la correa de transmisión, en fin,
algo. Y no.
Como estamos en campaña, no hacemos nada, no vaya a ser que la
caguemos y los votos se los lleve otro. Es a lo que hemos llegado. A lo de
siempre, pero más descarado.
El último, según las crónicas, en apuntarse a esa
estrategia propia del peor bipartidismo, según la cual los intereses del
partido siempre están por encima de la población, vote o no, ha sido Podemos, y
por eso lo han señalado corriéndolos a collejas (ya que los políticos no gastan
gorra), por presentar una reforma imposible, que, de aprobarse, solo ellos
podían capitalizar, y si no, nada, quedando todo en un fake, que se dice ahora, y todos pizcaspajas y ellos en particular como
un ril de perro, amojonados con tanta avería y amenazando, de tanto querer ser
vanguardia, con quedarse de zapes, o bolinche del tinglado, esa bola
pequeña que sirve de referente en el juego de bochas, sinónimo por cierto de
cabeza, y que tanto se echa en falta en el envite y en la última política, toda
una corrida.
Aunque con pocos orgasmos, en el caso de Podemos forgasmos, por lo que de forgianos
tienen, siempre
tan orales. Y eso que, quizá en honor a su gran líder fraternal Pablo Manuel,
hace tiempo que se pasaron a las manuelidades.
Ellos y sus homólogos. Como los que piden por aquí cosas como una campaña de
esterilización no solo de cánidos, sino también de félidos, se supone que
urbanos y por tanto sin incluir a los linces. Aunque, de incluirlos, a ellos no
les afectaría.
Así es que seguro, seguro que seguirán reproduciéndose. Para continuar
sin hacer nada (salvo el adán –y eva, claro-). Por electoralismo. Y otras
cosas.
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