En España sigue habiendo mucha
vocación de Juan Simón, aquel gran éxito de Angelillo sobre el único enterrador
del pueblo que tiene que enterrar a su hija, y que ahora son legión, tratando
de enterrar lo que sea, sobre todo a sí mismos.
Pero aún hay menos que exhumadores, que eso es que se ve que le pone a la gente, como si se vinieran arriba con los cadáveres que levantan.
Pero aún hay menos que exhumadores, que eso es que se ve que le pone a la gente, como si se vinieran arriba con los cadáveres que levantan.
Esta nueva vocación debe de
darla el clima, el terreno o la historia. Acompañado todo de esa manía de hacer
y deshacer, o desfacer, aquella tontuna de Penélope que por azares del destino,
y porque nos lo hayamos currado, ya es un síndrome genuinamente patrio. Lo que
deja a nuestro exultante (e insultante) chaqueterismo siempre al desnudo,
compuesto y sin prenda. La sastra fatal de nuestra desidia la desteje antes de que
nos la podamos poner, condenados a ir en pelotas moral y, aunque sea por
temporadas, físicamente.
Así pues, pocas cosas duran
aquí, salvo lo provisional o lo efímero, arrastrados como solemos por los
vaivenes, y últimamente andamos divididos, también, entre esconder la mierda, a
lo gatuno, o dispersarla como las gallinas. Otros dos ítems pues que añadir a
la larga lista de Dos Españas, como serían la enterradora y la exhumadora.
Mientras Franco vivía, por
ejemplo (que no para ejemplo), muchos solo queríamos enterrarlo. Ahora, sin
embargo, a muchos que no tuvieron que aguantarlo les ha dado por exhumarlo. Lo
cual que estoy pensando ya en ir a mi pueblo, famoso por sus ajos, a por una
ristra, o mejor a por un horco, aunque solo sea por aquello de que a un horco
solo se le combate con otro.
Tan es así, que si la economía
aún no ha entrado en barrena es por el gastazo de subvenciones, ayudas, obra
pública, subidas salariales, contratas, despilfarro y trujilimójilis varios, en
fin, lo que se dice dinero circulante, dispuesto para la gran traca final electoral
de legislatura que el Ex (con permiso de Europa, en pleno frenazo ya) había
dispuesto para sí, y le ha sido birlado por la Gran Entente frankesteiniana. Pero
que es pan para hoy y hambre para mañana, al fin y al cabo, y el entierro
definitivo del Ex, pues cuando el año que viene, cuando toque de nuevo agujerear
el cinturón, si los suyos (que ya no lo son, porque aquí todos son de sí mismos)
vuelven a mandar dirán que Sánchez lo malgastó todo a tontas y a locas –y n o
lo digo por la política extrafeminista tan al corriente–.
Y si quien gobierna es el mismo
Sánchez, dirá que es lo que heredaron, renegando así de surrealistamente de lo
que más disfrutan, el derroche, regalado por el PP, igual que siguen culpando a
los recortes y otros dislates de la derecha de las carencias educativas,
sanitarias, asistenciales y demás, tras años ya de administrar y repartir,
ellos también, el nuevo maná.
En cualquier caso, y vamos a lo
que vamos, el relato de la mascletá, del petardazo que viene será el entierro
de un pasado auspiciado por unos a toda costa, y que muchos otros querrán
exhumar a como sea lo más rápido posible. Y al fin se enterrará a Rajoy (y se
empezarán las exequias de quien lo entierre). La continuación pues, de esa
guerra perpetua entre los que quieren enterrar a sus muertos y no les dejan, y
los que pretenden exhumar a los de otros, y tampoco, y viceversa, y todo
revuelto, y así.
Una guerra entre dos de los oficios más practicados entre
nosotros, los enterradores y los exhumadores, y que, visto la gran cantidad de
gente que no se acaba de decantar hoy por uno ni por otro, y solo quiere
vegetar por aquí y ser espectador de la tragicomedia, tonto útil y otras cosas
similares, quizá habría que potenciar el de embalsamador, para momificar y tal
e ir tirando como zombis, muertos vivientes o votantes cuatrienales. Aunque lo
que es a los demás, a los pobres cadáveres de cuarta que todo el resto
representamos de esos dos oficios prevalentes, está claro que entre unos y
otros es que nos entierran, eh.
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