Los humanos somos destilerías, a poco que se nos
exprima, e incluso en reposo.
Y sacar la pringue, echar la bilis, llorar a moco tendido, o como una Magdalena, sudar como cerdos, mear como mulas, supurar como apestados, escupir como cobras o defecar como sisones, toda escatología vale para afirmarnos como animales excretores –de ideas, también–, habiendo hecho de esa capacidad única de secretar de todo y por doquier, la metáfora de una superioridad, la facultad de sobrevivir y progresar contra la adversidad a base de administrar nuestros flujos más vitales, cuyo mejor resumen fue aquel eslogan de Churchill, y epitafio real de toda la era heroica, “sangre, sudor y lágrimas”, los tres humores, dicho en clásico, que, tenidos por más nobles, subliman a todos los demás, ya que el pus, las heces y otros, pese a ser tan heroicos, o más (que se lo pregunten a los estreñidos), no son de recibo una vez que las funciones corporales han pasado al lado oscuro, y aquel famoso Blood, sweat & tears ha perdido su significado, y no solo porque primero fuese un lema de resistencia, luego en los 60 un grupo de fusión jazz-rock-pop, y ahora un éxito niñato global de un conjunto coreano indefinido total.
Y sacar la pringue, echar la bilis, llorar a moco tendido, o como una Magdalena, sudar como cerdos, mear como mulas, supurar como apestados, escupir como cobras o defecar como sisones, toda escatología vale para afirmarnos como animales excretores –de ideas, también–, habiendo hecho de esa capacidad única de secretar de todo y por doquier, la metáfora de una superioridad, la facultad de sobrevivir y progresar contra la adversidad a base de administrar nuestros flujos más vitales, cuyo mejor resumen fue aquel eslogan de Churchill, y epitafio real de toda la era heroica, “sangre, sudor y lágrimas”, los tres humores, dicho en clásico, que, tenidos por más nobles, subliman a todos los demás, ya que el pus, las heces y otros, pese a ser tan heroicos, o más (que se lo pregunten a los estreñidos), no son de recibo una vez que las funciones corporales han pasado al lado oscuro, y aquel famoso Blood, sweat & tears ha perdido su significado, y no solo porque primero fuese un lema de resistencia, luego en los 60 un grupo de fusión jazz-rock-pop, y ahora un éxito niñato global de un conjunto coreano indefinido total.
No. Es que la
sangre no vale ya ni para hacer morcillas, y aunque la ofrezcas gratis no hay
vampiro que te la quiera chupar (la sangre). Y lo mismo el sudor, cuyo templo
hoy es el gimnasio, y no el campo o la fábrica. Y las lágrimas, secretas las
sentidas; negociadas las públicas.
Los humores, o jugos, se han depreciado, salvo
los etéreos (como el buen olor) propios de una época gaseosa, o los bendecidos
por el sexo, el intercambio de fluidos que, disparado su valor, acapara el
mercado, devaluando los demás. Y como la vida acaba siendo una gestión de
destilados, y que su etílico no te corroa, de repente tus flujos ya no valen
nada, o están mal vistos.
Y llega el mal humor. Y más en diciembre, verdadera
encrucijada de humores, que te ves negro de excretar. Aunque te cisques como un
antiguo todo el día en él y su hojarasca. Menos mal que es el mes de la suerte.
Y que excretamos por más sitios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario