Si en el
principio fue el verbo, y por consiguiente lo real, que fue sustituido luego
por la agenda o sistematización informativa en función de intereses
complejamente sospechosos, por decir algo,
es el formato lo que finalmente ha matado la actualidad, al igual que ella misma fue la que primero sepultó el conocimiento asentado anterior o cultura, basado en el saber consolidado, libresco y estratificado.
es el formato lo que finalmente ha matado la actualidad, al igual que ella misma fue la que primero sepultó el conocimiento asentado anterior o cultura, basado en el saber consolidado, libresco y estratificado.
La vida de hecho es un formato vivido a través de
formatos aportados por otros, siendo muy difícil tener uno propio y además de
éxito, que encima, seguro que nos haría infelices, pues al aspirar todos los
que nos formatean a nuestra máxima felicidad apelando especialmente a nuestra
fibra sensible, inconsciencia y superficialidad (y no hay más que fijarse en
los puntos que ha ganado eso llamado inteligencia emocional), a
poco que procurásemos racionalizar lo nuestro, nos haríamos unos desgraciados totales
en medio de tanto bien con que nos quieren rodear de continuo.
De resultas, y
tirando de simplificación, nos apuntamos a la posverdad: a la mentira
complacida (y complaciente), a la fantasía gratificante, a la ficción agradable
(y agradecida). Y fuera traumas, conflictos y calentamientos de coco. Lo
importante, al final, son los sentimientos y ser feliz, se dice. Toda una
identidad sentimental, un proceso, que hay que aprender. Y la tele, escuela de
emociones donde las haya, está para eso.
Es un relato impropio de nosotros. Pero
es lo que se acepta a partir de la indiferencia que nos causa la media verdad
asumida como modo de vida, siendo así como admitimos la parodia de nuestra
vida, o formato contado por otros, supuestamente nuestros, pero extraños, como
la verdadera, sin rechistar. Y que acabará siendo la legítima.
Como en
Cataluña, cuya última proeza (la de la posverdad, y esta vez afectando a todo
el estado, que dicen allí) al conseguir, con la inestimable colaboración de los
contrarios, resucitar aquello
por lo que clamaban millones, Amnistía (a los presos políticos), Libertad (de
la opresión española), Estatut de autonomía (autodeterminación).
El nuevo grito,
que según donde sea desata llanto o carcajadas, será una parodia del primero,
pero, ¿quién dijo que las parodias no funcionan? El agua pasada, pues, mueve
molinos. Entre otras cosas, porque ya no es la misma agua, sino su esperpento,
y eso ahora vende mucho, ya que, en un mundo paródico, la verdad se halla en
desventaja con la posverdad y la realidad siempre es menos verosímil que la
ficción, su cuento, su relato, el agua nueva, el remake que mueve el discurso
de fondo. La posverdad.
De manera que el
discurso, el prusés, o como se llame a partir de ahora, seguirá a cuenta de
eso, y de las aguas que sean capaces de inventar. El nuestro, ya veremos (seguramente,
en CMM, o TelePage, o TeleCospe, o TeleBono).
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