Cada
cual no es que tenga el gobierno que se merece, sino el que puede permitirse,
que diría un inglés, que para eso se inventaron ese dicho tan ambiguo de “no
podemos permitírnoslo” para evitar tener que declarar que mientras no eres rico
eres pobre de solemnidad, o que se es tan rico como lo sea tu cuenta de
acreedores.
Por eso ha aumentado tanto nuestra riqueza, pues para evaluar la de las naciones de ahora los economistas sienten predilección por las trampas con que los hogares van engañando la necesidad, especialmente los préstamos acumulados para engordar la cuenta de los ricos, principal actividad de cualquier aspirante a ello de por vida.
Así se fija hoy día el bienestar de las
sociedades acomodadas y de su acomodaticios individuos, aunque mira que cuesta
acomodarse. Pero para eso están los créditos rápidos, cuyos plazos de
devolución al menos son tan cómodos como las cárceles.
En
cuestión de horas te encasquetan un cepo en el huevo izquierdo, o de reserva,
pues el derecho por lo común ya está embargado. Pero lejos de cortarte la
respiración, ese apretón es lo que te dará aire y te permitirá irte al Caribe,
pagar la entrada de un coche o una acción de un club de golf barato, accesos
todos a un panorama en el que los no entrampados corren el riesgo de ser
inscritos en la lista de los antisociales sin ansias de esa prosperidad que da
el dinero prestado, pues ya se sabe que dinero llama a dinero, y de hecho los
prestamistas no dejan de llamarlo hasta que lo recupera subido de peso.
A
estas alturas pues, no sé si los préstamos funcionan como la droga o si son la
traslación a la economía doméstica, o de calle, a cuyo cabo más bien se está,
del principio evangélico de que cuanto más pródigo y pecador seas, más
posibilidades tendrás de ser amado de los cielos y entrar en su reino, aunque
sólo sea por lo mucho que debes. Aunque lo importante en todo esto es la
adaptación.
Si
te logras habituar a vivir de prestado, a pagar con dinero sólo hasta el día
veinte, a renovar débitos y a decir que el carril bici es cojonudo y como la
casa ná, porque tienes el coche en la reserva desde hace una semana, habrás
llegado a ese grado de estolidez que te permite empatizar con el Gobierno, dado
que, por mucho que digan los agoreros de que es el verdadero culpable de tu
situación, es eso lo que te ayudará a comprenderlo y solidarizarte con él, a
pesar de tu extrema indigencia, porque el Gobierno está como tú, comiendo casi
casi en casa de la suegra (aunque vomite en la calle), y a un tris de comprar
sardinas saladas para cenar, prensadas con el quicio de la puerta, como en los
viejos tiempos, si no fuera porque, al contrario que a ti, aún le queda algo de
esa dignidad de los ricos de morirse de hambre antes que pedir (y que las
sardinas de cuba están a 0,30 la pieza), y su indigencia mental aún sobrenada
con ese alimento espiritual que son las revistas del corazón cuyas
suscripciones paga el Presupuesto y cuyas portadas rosas se han lanzado a
copar, a la vista de que en la prensa negra sólo visitan los calabozos.
Y
es que el Gobierno, como cualquier pobre, necesita salir, airearse, ir de
visita, y claro, no se van a meter en ca cualquiera. Para eso están dando televisiones
a los amigos. La última fue la Sexta, a dos ex jefes de Moncloa (a los que aún
siguen más o menos fieles). Pse, un regalito de nada, pero sabiendo que cuando
vayan a sus desayunos informativos les recibirán con churros. El Gobierno,
consciente de nuestra poca ilustración, la bajísima información y el paupérrimo
nivel de opinión (sobre todo acerca de ellos), quiere sacarnos de ese
analfabetismo dándonos medios con onda. Porque es que estamos fatal.
Para
empezar, y por raro que parezca, es que no hay información. Las lagunas, las
ausencias de temas, áreas enteras, es patente. Toda esa pluralidad, esa
aparente superabundancia de noticias (repetitivas, redundantes, clonadas), que
es lo más caro de producir, no es más que una envoltura, un soporte “digno”
para vender anuncios. La censura encubierta de la publicidad. O sea que,
noticias, las justas.
Hoy,
para informarte, te tienes que leer, escuchar y ver todo. Y ni hay tiempo ni
estómago. En televisión no hay información ni se la espera. Los telediarios se
basan en tres noticias tratadas como publicidad en flases machacones. Y sobran.
Hemos llegado al círculo vicioso de pasar de informarnos por no haber
información o viceversa, y a la desaparición de ese querer saber en el que se
fraguaban las corrientes de opinión medianamente vertebradoras.
Sé
que lo anterior choca con esa sensación general de estar mejor informados que
nunca y de una opinión sólida. También nos creemos mejor alimentados que nunca
y es muy dudoso. La percepción es de plenitud, y ese quizá sea el gran triunfo
del sistema.
El
gran paradigma de todo esto es Internet: una información aparentemente infinita
a lo que sumar ahora la posibilidad potencial de opinar de todos con los blogs,
que si no tienes uno no eres nadie (y si lo tienes, tampoco). Pero por fin llegamos a la democracia
informativa: todo para uno y lo mío para todos. Viva el comunismo miserable.
Pero
despacio. Para empezar la información es inabarcable, y también trufada de
morralla y bagatelas, a menudo indesbrozable, trapacera y cara, tanto económica
como intelectualmente (o sea económica), como lo demuestra el nivel de los que
la utilizan y los niveles en los que se utiliza más (viajes, pasatiempos,
pornografía), quedándose más en un transvase a lo telemático de los que ya se
informaban (o se informan) por la vía tradicional, o la continuación del
analfabetismo funcional por otros medios de otras capas poco o nada interesadas
en la información y más en sus sucedáneos.
Y
en lo referente a opinión, dudo que los blogs por sí solos sirvan como opinión,
al faltarles eso que en comunicación es esencial como es la sintonía, esa
especie de contrato social que permite pactos tácitos y códigos establecidos y
funcionales mediante una relación estable y duradera entre emisor y audiencia,
y que la Red no puede generar, por lo atomizado de sus usuarios y el carácter
efímero, deslavazado e inestable de todo cuanto produce para ser consumido como
si fueran yogures de extrema caducidad. Así es que de democracia, nada. Y de
comunismo, más bien de comunautas.
Por
eso los Gobiernos, viendo las miserias de este nuevo analfabetismo, a la que
pueden aprueban más canales. Para que haya más opciones de analfabetización.
Hay quien dice que la cacicada les cuestan votos, y otras cosas. Y no está
claro tampoco que se ganen telespectadores. Y también saben que es una huida
hacia delante y que es como pedir otro préstamo exprés, para enjugar los
intereses del anterior. Pero también que eso dará a ese electorado engordado
con hambre (que sólo engorda al que hambreó) esa ilusión de riqueza informativa
y cultural que les permita apoyar convencidos de su infalibilidad a la Iglesia
de las Licencias Televisivas de Todos los Días, mientras los mensajeros seremos
tildados de elitistas manipuladores sólo por aspirar a tener criterio propio.
Y es que lo que es pedir un préstamo rápido para cambiar de gobierno, creo que no
podemos permitírnoslo con la que está cayendo. Eso sí, como algún día pierdan,
serán los primeros en hacerlo con cinco televisiones generalistas y alguna que
otra privada a favor, sin contar autonómicas ni locales. Todas de prestado. Y
eso sí que tiene mérito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario