George Best, aquel futbolista, halló
una frase genial, no sé si borracho, su estado casi natural, asegurando que se
había acostado solo con tres Miss Universo, “no con siete, como dicen mis
detractores”, lo cual quizá lo haya librado de alguna que otra pintada o
escraches en su tumba. Aunque también es que si los abusos eran más sostenibles
en una época en que la pulsión alimenticia o la reproductiva (que viene a ser
su correlativa) eran más acuciantes, hay castigos que con el tiempo se posponen,
y más si son en mármol y por escrito, ahora tan degradado.
Esto, dicho así en
un país de cheer leaders (muchos de
ellos masculinos ya) que cacarean cual bienpagás
por un puñado de parabienes y el estampillado de gente ejemplar, puede parecer
atentado contra el cambio de la pirámide sentimental según la nueva moral
emergente a que asistimos, de las prioridades a practicar para el bien sentirse
políticorrecto –primero, las mujeres, luego los animales, después ya veremos, y
tal.
Aun así, hay cada vez más mujeres que a media plática se te declaran
heteras, un recurso copiado de los hombres para contextualizarse y acotar lo
inacotable, dejando caer luego eso de “y no es que esté en contra de los
homosexuales, de los que tengo amigos” (sin concretar, claro). Una ambigüedad –para
desambiguar– que, al coincidir con la ofensiva feminipuri o simplemente maripuri
(que les va el sexo y el cortejo), enerva y enreda más si cabe el mundo del
deseo con la ficción, y el culo con las témporas.
Por no hablar de la Uni de Michigán, que diría el pasodoble del Mr. Marshall, que hace
años que sabe que lo de buscar jóvenes es malísimo para los viejos, cuyas
parejas ideales son las aún más viejas, pero excelente para las viejas (para
cuidarse en general), y no han cantado hasta ahora, los muy machistas.
Mientras
tanto, y pese a sus detractores, el sector eternamente escéptico, sin sitio en
la creciente lista de biodiversidad sexual actual, sigue alzado de hombros,
imperturbable y risueño ante tanta confrontación ováricofaloide –todo cambia
menos eso, y los impuestos–. Sí, es irrelevante, pero
mantiene la especie.
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