Las izquierdas
siempre quisieron a Franco muerto. Lo que no esperaban es que sus restos fuesen
más rentables aún que su presencia, porque Franco es como El Cid, pero a la
inversa: si en vida vencía a las izquierdas, ya muerto, éstas lo atan al
caballo para vencer a las derechas. De ahí que una solución definitiva, como
sería la incineración y uso de cenizas para sembrar habas (aunque no para
consumo humano) no es esperable. Y ahora no solo hay antifranquistas, sino
también antiantifranquistas. Y todos, muerto y vivos (muy vivos) nos seguirán
fustigando desde el pasado, el presente y el futuro. Y los melocotones, a 2
euros. ¡Señor, ¿qué habremos hecho?!
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