La mayoría de los viajeros no
miran el paisaje. Y si lo miran no lo ven. Más allá de su móvil, la película o
su sueño, no hay nada. Y en ciudad, lo mismo.
En coche, metro, bus o incluso a pie, van de un punto a otro sin fijarse en el entorno. Sus vidas son un serial de hitos entrelazados por periplos cotidianos, un discurso sin mapa de un contexto en el que apenas reparan.
En coche, metro, bus o incluso a pie, van de un punto a otro sin fijarse en el entorno. Sus vidas son un serial de hitos entrelazados por periplos cotidianos, un discurso sin mapa de un contexto en el que apenas reparan.
Y un día, por edad, o por un fallo anímico,
sexual o mental se enteran de las bondades de la chía, la clara de huevo de
gallina feliz o lo cardiosaludable de la sardineta levantina.
Y salen locos. Lo
que es detectado inmediata, letalmente, por todos los especialistas apostados
en mercadillos, industrias “caseras”, productores autóctonos (he visto
anunciados hasta “boquerones del terreno”, lo juro) y otros dispensadores de la
más moderna libertad sin envasar, hasta ahí orillados y humillados por su
supremacismo indiferente (“¿zanahoria ecológica? Como no sea la mía”), y que piensan
para sí: ahora te vas a enterar.
Y el pobre que acaba de ver la luz arrepentido
de su túnel vital, liberado al fin de prejuicios, pero ahíto de ganas de caer
en otros, sean estos tan viejos como el regoldar, como la famosa cocina de la
abuela, los guisados auténticos, o recién inventados como el dilema ¿huevos de
tierra o de jaula?, he ahí la cuestión, los lleva directos a militar en causas
como Liberad a Pepita, para desenjaular ponedoras oprimidas, o a esa epopeya de
preguntar si tu perro (pues a esas alturas ya disfrutas de uno, al menos) puede
ser vegano, y otras cuestiones ontológicas, en foros y consultorios ad hoc donde
las nuevas Elenas Francis te tranquilizarán sobre tu nuevo estilo de vida y si estás
en el camino de perfección, con tus semillitas de amapola, tu falso pollo de
corral, tu cervecita eco y tu animalismo tardío.
Aunque igual no eres más que
otro pringado de las nuevas prescripciones para adecuar tu conducta a lo que
interese a otros en cada momento. Lo de siempre: reeducación continua. Ahora lo
llevan los influencers y antes el 10 Minutos y el Pronto. De ahí la importancia
de fijarse por donde vas o pisas. Por las mierdas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario