Eso llamado izquierda está perdiendo lo
que podía haber sido su gran oportunidad de volverse a situar en el mapa
geopolítico español durante otra generación.
Por el contrario, la estrategia adoptada con Madrid, que sigue siendo el nudo gordiano nacional, ha sido la de cercarlo, combatirlo y tomarlo, repitiendo, asombrosa y patéticamente (por lo paródico aunque trágico de la situación) la similar actitud de la última vez que eso pasó, cuando las tropas fascistas adoptasen el lema “o Madrid o nada”.
Por el contrario, la estrategia adoptada con Madrid, que sigue siendo el nudo gordiano nacional, ha sido la de cercarlo, combatirlo y tomarlo, repitiendo, asombrosa y patéticamente (por lo paródico aunque trágico de la situación) la similar actitud de la última vez que eso pasó, cuando las tropas fascistas adoptasen el lema “o Madrid o nada”.
Era la ocasión ideal, aprovechando esa
falsa épica guerrera con que se desayuna el gobierno –aunque cada vez menos,
por lo que les pueda salpicar dicha táctica- para haber situado a la capital
como el epicentro de una lucha solidaría y no solo simbólica, tanto de supervivencia
como social de hecho (cuyos réditos políticos habrían sido efectivos después),
armando así en torno suyo los esfuerzos interterritoriales, despertando
confianzas y ánimo individuales, e incluso reeditando viejas comuniones
legendarias, como cuando Cataluña se levantaba y recopilaba energías subida a ese
caballo de batalla con eslóganes tan empáticos como “defender Madrid es
defender Cataluña”; lo cual, además, habría redimido a algunos ante los demás de
ciertos errores de posicionamiento hasta aquí en esa región.
Pero lo que se ha hecho es lo
contrario. Y el resultado, a la vista está.
El PP, o su rama más desinhibida,
renovada e intrépida, aupado a la eficacia
como bandera y a una concepción de la autodeterminación que nada tiene que ver
con lo territorial y sí con la gente, se ha adueñado, sin querer, de un “no
pasarán” benigno y postmoderno que tiene que ver más con el rechazo, no de
mesnadas asesinas esta vez, sino de incompetentes, burócratas, carguistas y nuevos
pisamoquetas, dudosos e inaceptables por maniqueos, elevando (o al menos así se
percibe por su gestión o su proyección) la causa de un pueblo, el madrileño, a
la suya principal.
Todo lo cual ha invalidado el objetivo
y la forma de conseguirlo planteados por PSOE y Podemos. Y la prueba es el afán
de propósito de enmienda que adláteres como Más Madrid manifiestan ya con su abierto
apoyo a los mandatarios madrileños, y el de tapadillo y otros detalles que el
gobierno mismo lleva a cabo –con afán de adjudicarse algo del éxito que será
vencer al virus en Madrid-, levantando la prevención cuando no el interdicto que
hace pesar sobre la lucha contra el microbio en la capital, y no solo haciendo
como que colabora, sino también colaborando.
Lo cual está muy bien. Pero lo que
podía haber sido su principal triunfo, ese ya no lo tendrán, y será para otros,
hipotecando así su propio futuro durante años. Por sectarios. Como siempre.
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