El domingo por poco
se me anuda la comida. Movía yo la quijá con una típica receta de
deconstrucción añeja, como es la tortilla de collejas (colitxos en catalán),
cuando en el telediario se lían a hablar de la llamada esa para activar el
FARA.
Y me quedé puesto, como los galgos lebreros. Porque el FARA no tiene nada que ver (de momento) con El Fari, sino que es elmuy honorable Frente Amplio Republicano Antirrepresivo. Y ahí estaba. Por fin. 30 años esperándolo, y de repente, llegaba. Y yo, comiendo collejas. Y con estos pelos. Y aun así, o por eso precisamente, casi me levanto para ponerme a las órdenes de alguien. Pero, ¿de quién? Fue algo instantáneo, sin pensar, si no está de más decirlo. Vamos, que reaccioné como un agente dormido de esos. Talmente como Rambo cuando oye por radio la voz de su coronel.
Y me quedé puesto, como los galgos lebreros. Porque el FARA no tiene nada que ver (de momento) con El Fari, sino que es elmuy honorable Frente Amplio Republicano Antirrepresivo. Y ahí estaba. Por fin. 30 años esperándolo, y de repente, llegaba. Y yo, comiendo collejas. Y con estos pelos. Y aun así, o por eso precisamente, casi me levanto para ponerme a las órdenes de alguien. Pero, ¿de quién? Fue algo instantáneo, sin pensar, si no está de más decirlo. Vamos, que reaccioné como un agente dormido de esos. Talmente como Rambo cuando oye por radio la voz de su coronel.
Y todavía
conmocionado, casi lerdo para según qué cosas, voy recapacito que, como es
Domingo de Ramos, debe de tratarse de una célula ‘japonesa’ –o sea, combatientes
colgados, por homologación con los nipones aquellos que se quedaron años
ocupando islas perdidas tras la rendición– que anda reformulando (que ya era
hora) la lucha contra la represión que nos amenaza ya mismo, en esta Semana
Santa, sin cines, bares de putas y solo música sacra en la tele, y venga
procesiones, que ya está bien de franquismo, tú.
Ya sé. Fue una
regresión, lo admito. Pero solo lo que duró una mojada de collejas, pues, quizá
al sabor de una oliva malcurada, recuperé la lucidez y caí en que Franco ya
murió. ¿O no? –√olví a caer de nuevo–, ya que el susodicho comando, encabezado
por ese almogávar pasado por Roberto Verino, y en política desde los 18, que es
Roger Torrent, al que se han unido los colauitas del bemba húmeda Domenech, más
locos por los remakes que un fan de Star Wars, lo mismo ha resucitado y todo. Cavilo
(y me temo, un tanto paranoico).
En eso que sale
Puigdemont, y no sé qué de Alemania, y yo me creo que es Paquito, pero así,
como suena, con gorra de plato, fajín y polaina, que ha ido a entrevistarse otra
vez con Adolf. Hasta que me sacan de mi error: “¿Pero es que estás tonto? No
ves que es el President”. Y entonces sale Mariano. Y siento como una
iluminación, que lo veo hasta con el biotito y todo: “Míralo: Franco, ese
hombre. Clavao. Ya verás como prohíbe hasta la procesión del Cristo de
Medinaceli. Y hasta ahí podíamos llegar. ¡Nada, nada, abajo las fuerzas
represivas, fuera la policía de la universidad y viva la República, por
supuesto! ¡Amnistía, libertad, estatut de autonomía. ¿Otra vez estamos en marcha,
con el FARA, ahhh!!”.
“¿Querrás decir con el Faroe, que es el bacalao que tenemos
para el potaje, no?”. Me retrucaban. Pero nada. Y así, hasta el martes, en que, ya sin rastro
del FARA, dedujimos que las collejas serían alucinógenas o algo. Pero lo que es
Franco, vive. Vamos que si vive. De eso doy fe. Para eso estamos en Pascua.
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