Tengo para mí que los
jovenzuelos imberbes, si beben es para olvidar que lo son.
Lo sé porque al fin y al cabo sólo hace cincuenta años que dejé de serlo. Todos queremos ser otra cosa, y cuando no se sabe el qué, el alcohol ayuda más que el médico de Michael Jackson. Sí, ya sé eso que dicen los japoneses, que con la primera copa el hombre bebe vino, con la segunda el vino bebe vino, y con la tercera, el vino bebe al hombre.
Lo sé porque al fin y al cabo sólo hace cincuenta años que dejé de serlo. Todos queremos ser otra cosa, y cuando no se sabe el qué, el alcohol ayuda más que el médico de Michael Jackson. Sí, ya sé eso que dicen los japoneses, que con la primera copa el hombre bebe vino, con la segunda el vino bebe vino, y con la tercera, el vino bebe al hombre.
Pero es que nuestros jóvenes ni son hombres, ni beben vino ni
son enteramente japoneses. Y además, ¿ellos qué coño saben de vino? Y el
alcohol, será malo, pero su buena mala fama y su prestigio son tan grandes, que
cuando se le aconseja a un joven no beberlo, tal parece que lo que se persiga
es que así, los adultos dispongamos de más cantidad a repartir. De ahí que los
jóvenes organicen, es un decir, aunque de hecho lo hagan en frío, esas armadas
Botiglione contra una ley seca por edades.
Hay quien dice que es
para socializarse, aunque eso no esté tan claro. Alcohol y relaciones no van
tan de la mano. De la misma manera que Humphrey Bogart era un pelmazo cuando
iba cocido, hay gente que no mejora nada cuando va sobria. Otros, que la culpa
es de las malas compañías –y a ver cómo se cumple el consejo de Voltaire de
cambiar de placeres pero no de amigos, si una cosa lleva a la otra–, y otros,
finalmente, que es un acto de rebeldía. Por empezar a matar al padre (ese
gusanillo), más que nada, no simbólicamente sino a disgustos. Algo que ya han
hecho antes de la pubertad, antes de empacharse de colodros.

Sin embargo, yo lo
veo todo más dentro del ámbito cultural. Como los alegres veinte, el matarratas
y el charleston. Y que su trato y manejo deben enseñarse en las escuelas, a ser
posible en Educación para la Ciudadanía, porque a ver qué es un ciudadano
abstemio, sino un desclasado, un capullo. Y si sólo bebe sodas, peor, pues en
tal caso es un criptoalcohólico que lo hace porque combina bien con todo. Por
eso propongo que el botellón dependa estrictamente de Cultura, sea ministerio o
concejalía, que con su buen criterio sabrán decidir lo mejor en el nombre del
padre. Aunque, por aquello de la mierda, Medio Ambiente también podría ser un
buen mamporrero. Y así, todos de izquierdas.
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