Los
voceros anuncian ya otra nueva panacea universal: la República Feminista –no,
si ya verás tú como acabamos teniendo más repúblicas que la URSS–.
Es lo que suele
suceder a las monarquías (paterna en este caso), ya kaput, por razones
socioeconómicas, y no de género. Y de aquí a ná, nos vamos al imperio matriarcal –que
no sé si por la madre hacia el imperio, que no por el imperio hacia la madre–, tanto
tiempo ejercido de manera críptica y silente bajo los sótanos del patriarcado,
y ahora a voces ya, los gritos del silencio.
Una prueba de que algo de eso viene
es que ya no se habla de guerra de sexos, que fue durante décadas la forma fraudulenta de
referirse al proceso de toma de conciencia y emancipación femeninos (y a su
represión, claro). Entre otras cosas porque esa guerra la han ido ganando
(históricamente, que es como hacerse con una casa con hipoteca a 30 años vista), demostrando ser
de armas tomar. Literalmente.
Vamos, que, armas de mujer aparte, y sabedoras de
que si quieres la paz prepara la guerra, algunas se han armado a muerte hasta
sus patas de gallo para las nuevas batallas que vendrán, y ahí tienes a cuatro
de las más importantes empresas de armamentos de USA, dirigidas por mujeres, gestionando
los más avanzados modos de eliminar criaturicas del planeta, por el bien de la
humanidad, se supone, y para poder llevar unas bajoquetas tiernas a su casa para el guisado, demostrando
así que el género femenino, gracias al cielo no es garantía más que de una
cosa: que es humano.
Lo cual debería rebajar un poco su exaltación como gran
reserva del mundo venidero para todo y no pasarse tantos pueblos con una canonización
que les es ajena y que anda imponiendo un modelo relacional en el que, con la
excusa de la igualdad predomina la coerción, la prohibición y el sectarismo
preventivo desde el poder para sacar tajada de esa mitad.
Y ya se sabe lo que
trae la presión social contra algo: su rechazo y la bonificación del mal que
combate. Ahí están el tabaco y la grifa, bien satanizados (más que la coca y el
alcohol) y cuyo consumo ha rebotado, más que estos, en especial en jóvenes y sobre todo jóvenas.
Y es que
si hay algo infumable de veras (y tóxico para la igualdad) es la manipulación
demagógica. Y ellas deberían saberlo. Porque, ¿qué mejor que el realismo. Pues,
la verdad no sé si será siempre revolucionaria, como dijo el otro, pero al
menos sabes por donde va la hebra, que no es poco. Y la República, ante todo.
Aunque sea feminista.
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