Antes la religión, y
ahora la política, o religión civil, se asientan en lo mismo, el ansia de
creer.
La incapacidad de admitir que estamos aquí por azar y que la vida no tiene otro sentido que el fijado por el Eclesiastés, comer, beber y “holgar”, nos echan en brazos de la credulidad, y toda nuestra existencia es un permanente abofeteo de la realidad a esa ilusión. Y contra lo que cabría esperar, con los años va a peor.
La incapacidad de admitir que estamos aquí por azar y que la vida no tiene otro sentido que el fijado por el Eclesiastés, comer, beber y “holgar”, nos echan en brazos de la credulidad, y toda nuestra existencia es un permanente abofeteo de la realidad a esa ilusión. Y contra lo que cabría esperar, con los años va a peor.
Si a algo te enseña el devenir es a descreer.
Pero eso es algo mal visto. Todo el que viene de vuelta de un credo es señalado
como mal ejemplo, pues la tienda necesita creyentes. Lo que pasa es que el
descreído, más que un héroe –contra el mundo traidor– es un antihéroe de sí
mismo como valor de uso. Y eso lleva a que tenga muchos imitadores, que en
realidad son los cínicos y los hipócritas.
Y luego está el incrédulo, tan
incompleto e inconsistente, que a diferencia del excreyente, nunca creyó del
todo, y jamás ha gozado de esa venganza íntima que consiste en rectificarse, y
cuya desconfianza sempiterna, fruto del miedo a lanzarse a conocer, es la mejor
garantía de éxito del trilerismo y el tocomocho.
De manera que lo que hay son
muchos falsos descreídos y mucha pose. Y mucho creyente precario entre los
jóvenes, cuyo afán de creer es implacable dentro de su concha refractaria. Así
que eso de suspender la incredulidad que dicen se da en elecciones,
abandonándose al yo voto y sea lo que Dios quiera, no me lo acabo de creer.
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Pero para creer que el Psoe (o Podemos, tanto monta) no la meterá
doblada de nuevo; o creerse el programa hiper progresista del PP; o no ver en
Vox otra opción más, traída por los mismos que lo pasean como un doberman para manipular
el voto a la contra (casi todo); o que C’s sabe lo que se lleva entre manos, no
hay que suspender la incredulidad, sino el cerebro.
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