No. Iban al limbo, que no acertaban a describirnos, por ser como explicar a Kierkegard a un hiperactivo, y así, concluíamos que era algo como una nada, pero en bien; aquello que decía Tono en La Codorniz de una nada pero con sifón, con gas, que ahora se diría.
Y todo el que adoptaba una postura vital pues eso, fumeta, gaseosa, inerte, levitativa, agilipollada, apollardada, se decía que estaba en el limbo.
Se trataba claramente de una deconstrucción social, semiótica o representativa a partir de una idea preestablecida inventada. Y la demostración de ello ha venido 60 años después, cuando por fin vemos en qué consiste el limbo real.
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Ánimas del Purgatorio, expiando lo suyo... pero no aisladas. |
Y tras demostrar, entre otras cosas, que se la suda lo que pueda pasar y que autonomías y salud no casan, pues se meten a golpistas buenos, nos aíslan, nos sitían y nos condenan a la quietud, inermes, presos, del virus, del pánico, de los demás y de todo, y obligados a mantenernos atentos a lo que digan en la tele, que por un puñado de euros te repite las consignas de obediencia ciega del rebaño hacia el abismo y la comunión de las almas, pero “unidos”, que es lo importante.
Y es que, francamente, donde se ponga el Purgatorio en el que estábamos hasta aquí, con toda su inmundicia asegurada y su dudoso final en falsos paraísos, que se quite este puto limbo de gloria eterna para lactantes y crédulos. Y con aplausos.
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