Érase una vez un niño que quería ser político, ya ves tú. Y
como el desdichado tenía abuela, ésta, preocupada por cómo y quién le había
engalgado con ese conque, tras diversas infructuosas mediatizaciones, le tiró
la siguiente postdata: “Mira, quien busca leña verde, cuanto más busca, más
pierde. Y además, ¿dónde vas a ir tú que más valgas, ensapillado perdido de no
comerte los crispis?, que te la van a enredar, so faltaco”.
Pero el guacho, algo zagalucho ya y descreído e inteletador
por tanto, pensó lo que pensó y emprendió una gira por las diversas ofertas
para ver cuál podía serle de más provecho. Más gratificante, que se dice.
Indocumentado total, decidió ir a tajo parejo a que le
dieran razón, y así dio con un sitio del que salían muchos adjetivos y viendo
en ello asaz sustancia, se arrimó a abubillear, y como entremedias empezase
venga a sentir “compañero/a” y dale, se fue a ir figurándose ya que
aquello era un algo de parejas de hecho o así, y al decir una voz melosa que
gracias a ellos éste era ya un país miembro y de pleno derecho y que querían qué
menos que cierto reconocimiento por ello, parecióle reunión de exagerados y
creídos, no viendo mérito en algo que él conseguía de buena mañana sin apenas
proponérselo antes incluso de despertarse, y si bien algo le daba que solo se
trataba de retórica, por el mucho aplaudimiento que oyó, al ver salir al
trapero con el remolque lleno de los prospectos de la última votada, sin ver
porvenir se abrió para otro chiringuito.
El siguiente cuadro le animó algo más, pues con los
programas estaban haciendo unos cursos de papiroflexia, con el fin de echar
mano izquierda. También había previstas unas conferencias de buenas maneras
pues en pleno neoliberalismo y corrección no eran de recibo las voces de
“amoto” y “arradio”, indicio de haber en ellos aún bastante gente arrastrojada;
ni mucho menos cosas como “si el portavoz de enfrente nace más tonto, lo tiene
que parir la vecina”, o que para hablar de trasvase dijeran trasiego, y eso sin
que parecieran todos bodegueros, intuyendo por estos harto dolorosos deslices
del lenguaje cierta desconexión con lo que podían ser sus intereses, que aún no
sabía. Tampoco ayudó que se atendiera gratuitamente de la próstata, con un
programa experimental desarrollado por el CIS a partir de la sistematización
demostrada entre la glándula y la política, especialmente a partir de los 50, programa en el que la
organización estaba volcada y algunos hasta por los suelos.
Ante este inesperado calorreo, el primal se vio precisado a seguir buscando en otro sitio que al principio creyó uno y luego resultó trino por haber alquilado el local entre varios para ahorrar dinero y energía, tal era la revoltaza y promiscuidad de casi todo, no obstante cada uno llevara su liebre. Así, unos, por toda ideología estaban en contra del juguete bélico y a favor de tirar arroz integral en las bodas, contra la pretensión del gobierno de liberalizar este tema y poder tirar cebada, y gastar los excedentes. Le parecieron muy verdes, a más de ñoños e infantiles a la primera de cambio, acercándose entonces al bochinche que otros tenían liado, un cipoteMix de letras inconexas, tal guirigay de acusaciones y balamío que salió de allí como si le hubieran aplicado una catalítica en la cepa de la oreja, viendo cómo un furgón de la cooperativa farmacéutica descargaba en esos momentos una arroba de paracetamol a granel, entre las risas de los divertidos porteadores de que era muy bueno para la reuma en el cerebro, y más barato, mientras al lado, otros se quejaban enmoñigados de que a pesar de que aquello siempre había sido un jaladero, a ellos nunca los quisieron meter en las listas ni sacarlos de pegar carteles, acusándolos de endogámicos, tiñosos y tiralevitas, y los otros a los frustrados con complejo de huérfano de peladillero, de zánganos ganapanes, y que si querían ser alternativos, que se metieran a toreros, o a militantes de base, o sea a monosabios. Anda ya...
Daba de mano el sol cuando el trasto, que creyó haber tenido
una buena idea en remozar la política, visto que hasta los terroristas, como
los rockeros, además de no morir nunca, estaban ya a pique del plan de
pensiones, volvió con su abuela y ésta le dijo “¿Qué?”. Y él, por utilizar su mismo
lenguaje, contestó: “Ná, que quien abre
los ojos a la gente, recibe los sopapos en la frente”. Y ella le confirmó:”Ea,
pues hazle un amasao a las gallinas, que están desmayás”. Y él, casi sin
querer, pensó:”Sí, como las medias”.
Aún no lo sabía, pero ya estaba contaminado y empezaba a
decir tonterías.