jueves, 25 de febrero de 2021

Efeméride

 Como no podemos ir al cine, los medios nos cuentan cada día una película. Esta semana ha tocado el 23-F, que muchos de ellos, paniaguados y no, han celebrado, y repito, celebrado, que no conmemorado, al relatar como un éxito propio (y del inefable Efemérito) el fracaso del golpe y el inicio real de la transición.

miércoles, 24 de febrero de 2021

FLASHBACKS: El 23-F

 Sic transit


A mis veintiséis años, yo estaba contento con mi signo astral, mi ducados, mi mujer, mi hijo, que empezaba a echar los dientes (como yo), mi cadena hi-fi (mi único lujo de pobre), donde podía al fin escuchar comme il faut a Bob Dylan o a Menese, mi tele BN de segunda mano (un atraco) y mi seiscientos de cuarta, aunque necesitase un luchador de sumo para arrancarlo. 
Todo en mí refulgía de dicha y oropel dentro de mi jersey de cremallera comprado en las rebajas de Saldos Arias, sin poder entender a cuantos me reprochaban cómo podía estar tan ahíto de haber caído tan bajo. Pero lo estaba. Ea.
Entonces, una tarde, apenas un mes de iniciado mi crucero por la dicha, en plena julandronería mamporrera, ombliguista y mentecata, cuando estaba en medio de aquella hemorragia de satisfacción en plena digestión del puchero, repantigado tan a gusto en la silla de escai terminando de saborear el café del bar de abajo, se presentó Juan, con sus malas noticias de siempre con tal de llevar razón, pero está vez acompañado de una cara atrabiliaria que lograba mantener encajada de milagro, y con voz que no acabó de salirle del todo redonda del galillo y un gesto presuroso y esquivo, me soltó, así, sin más: “La Guardia Civil ha entrado en el Congreso”. Y empezó a recoger papeles. Cuan transitorio es todo.
Esa tarde en que sobrevivió al doctor Tejero yo supe que su corazón no estaba tan mal como decían, y con lo que explicaban su vida profundamente ascética, siempre a pie y a cuerpo, todo lo más con una gabardina, o una chupa muy de domine (que lo delataba), cuando arreciaba nuestro biruji, para vigorizarse y protegerse el sistema coronario.
Una vez le pregunté de coña si es que no tenía ningún abrigo o pelliza, y naturalmente me miró irónico y algo triste y no me contestó. Concha decía que sí, que estaba delicado, sin especificar, y quizás para engordar la leyenda, o para que le evitáramos disgustos, añadía que al final lo tendrían que operar, pero así, en abstracto. Pero, ¿y a quién no? Bien pensado, todos estamos en este mundo para que nos operen.
Como se ve, hasta ahora llegan las consecuencias del golpe.
Pero, aparte que diéramos por lógico que no se atreviera a meterse en cirujanos, algo no aclarado había en su exceso de profilaxis. 
Muchos años después supe de soslayo que por fin le había entregado su corazón a algún cardiólogo, y lo habían tuneado, por lo que aún iba a cuerpo con más razón. 
Pero aquel día 23, después de verle llegar al despacho como una aparición de las parcas con cara de cejilla y voz enjuta, anunciando aquel suceso de terrorismo verde con la frialdad y brevedad de una sentencia, y sobrevivir a ello, yo supe que su corazón no era el órgano llamado a ejecutarlo. Aunque no era precisamente en eso en lo que tenía mi mente aquella tarde.
De hecho, salí de la habitación y pude ver a los vecinos, entregados a una pesquisa telefónica bastante infructuosa, tan encogidos por la misma emoción que me columpiaba a mí también en el vacío más atenazante.
Las noticias eran crecientemente inciertas, contrapuestas y tan confusas como ensombrecedoras, siendo las caras puro mercurio especular unas de otras. Y sin más trámite y viendo que no mejoraría, poco después de abandonar la sede mi jefe con cuatro papeles, dado que nosotros no custodiábamos nada comprometedor, me fui a buscar a la familia cuando la noche doblemente tempranera de febrero se cernía.
Mi nombre es Bond, Pepe Bond

Mi crónica personal del 23-F es de lo más anodino, aunque a otros niveles fuese determinante. Encontré a mi mujer y la rastra en casa, esperándome, pues no habían querido ir a por mí, por si nos despistábamos mutuamente. En casa guardábamos varias pilas de publicaciones peligrosas, ilegales incluso entonces, que habíamos ido coleccionando tan romántica como perversamente. 
Apartamos tontamente las de peor catadura, sin pensar ni un instante que si aquello triunfaba no se iban a conformar con valorarme sólo por los méritos de mi última afiliación conocida, y las bajé al coche, aparcado en la calle, como si aquel vehículo fuera lo último que un golpista podía revisar, por ser un seiscientos. Una de las mayores ignominias de un golpe de estado es la ratonera mental que produce.
Hecho esto, nos fuimos al almacén de los padres de Maxi, a distancia de una manzana, a comentar la jugada en territorio amigo. Y visto, por la radio, gran vidente, que aquello seguía sin dar de sí nada claro, me dirigí a casa de mis padres, no muy lejos, con el objeto de conocer la opinión de mi hermano Juan, destinado en el País Vasco, que precisamente en esos momentos, fiel a su estilo sobrado, tranquilizaba a los presentes, quienes, naturalmente, por quien más estaban preocupados era por él como inspector de policía; una tranquilización tan intranquilizante que me disipó las ganas de volverlo a llamar, no fuera que reincidiera en seguir dando ánimos quitando hierro a la cuestión. 
Así es que, con las mismas, volví grupas al almacén, donde ya Maxi padre estaba aparejando la furgoneta para dar una batida por la ciudad, que fue lo que hicimos.
Es lo que había en los telediarios. Y cómo no podía ser 
de otro modo el golpe caló.
La ciudad estaba en calma, como se sabe. Nada denotaba la incidencia producida. Era como hacer una ruta turística por un pueblo dormitorio. 
Un completo chasco, ilustrado con las consiguientes sentencias típicas maximinas (que el hijo haría suyas con la edad) de “ná, esto ná”, así como decepcionado.
Total, que regresamos, nos subimos a su casa, y allí, entre la charleta, la tele, la radio y la juguesca con el niño, que con sus ocho meses estaba en todo lo suyo para el resobeo y la zambra encima de la mesa, el rey del mambo (más que el de la tele y la Zarzuela de aquella noche), se hizo hora de cenar y allí que nos asilamos, tan calentitos y a gusto a ver qué pasaba, que no pasaba nada, comentando la jugada de aquel fiasco, entreteniendo la neurona hasta que no sé si el monarca o su majestad el sueño nos mandó a la cama sin más.


El enseñante, enseñado

Al día siguiente todo estaba en ese mismo viejo orden con los típicos arrugones de una mala noche, que una buena capa de maquillaje y de rutina enseguida ayudarían a camuflar. Arranqué el coche de la escarcha y acompañé a mi padre a la Residencia a revisarse los achaques.
Muestra de algunos de los chistes que se publicaron en la prensa a día siguiente del golpe.

Las consultas estaban repletas, y la gente, mucho más pendiente de sus averías que de las del país. Se palpaba el comportamiento indiferente y resignado, la misma tragedia cretina cotidiana que en pleno franquismo. 
Por mucho que unos días después tuviese lugar aquella manifestación con sus frases grandilocuentes, la cabeza de Jano de las masas patrias seguía fiel a sí misma, contrita en medio del olor a carne de cañón inapetente. De su propio olor. Y fui consciente de que el golpe hubiera triunfado sin ninguna dificultad, respaldado por el tedio. Y eso que los déspotas llaman pueblo, y los más listos de ellos conjunto social.
Fue esa mañana cuando pensé, en aquella consulta de la vieja Residencia, que por mi parte, les podían ir dando a todos por donde amargan los pepinos. Si me quedaba alguna capacidad de sacrificio universal, esa noche había consumido el último gramo. 
Y desde entonces pienso que todos los que lo hacen sin cobrar, es porque o llevan liebre, principalmente de recuperar con creces lo invertido, o por puro romanticismo, que aún es más peligroso, aunque por suerte estos son mucho menos numerosos.
Portada del disco aparecido en 1975, cuyo título 
debería haber sido visto aún premonitorio 
cuando se reeditó en el 81.
Otra conclusión fue, que es muy difícil escapar al propio destino, que es el compendio de circunstancias, modo de ser, comportamiento y fantasías que te impiden hacer de otro que no seas tú, haciéndote ver que no hay dónde huir si no es fuera de uno, y aun así siempre recalarás en otro tan parecido a ti y tan dependiente de la suma de todos que es el estado, como otra parte alícuota tan insignificante y sujeta por el engrudo que a todos nos hace únicos y víctimas del todo, que no merece la pena sino quedarse.
Por ejemplo, Juan y Concha, se habían instalado con los niños en casa de Maxi junior, que aún no los tenía, y que con su bien ensayada pose de serenidad y temple, podía levantar el ánimo a quien no lo conociera, aunque supongo que todo se reduciría a darse compañía mutua, como todos, en noche de relámpagos. 

Inciso: la verdad es que, de haber pasado algo realmente, la policía no habría tenido que hacer grandes movidas, pues salvo algún enaltecido por la aventura, en la locura de la huida, todos habíamos acabado más juntitos que las ladillas, atrapados por esa suspensión de la falsa línea pasado-futuro, pues la voluntad y capacidad de huir de situaciones límite se ve anulada por la de la búsqueda fatalista de un entorno favorable a la mejor gestión del duelo, aceptado de antemano, que supone en realidad la cercanía de la amenaza de la propia integridad. 
Por eso los depredadores lo tienen tan fácil, pues raramente sus víctimas no colaboran con ellos como última posibilidad, si no de salvarse, sí para pasar los últimos instantes con quien te procure el postrero bienestar atávico que no sé si será libertad, de elegir perderte para siempre pero en comunidad, junto a quienes prefieras, como último deseo satisfecho de cualquier condenado. Y además, como era martes, sin poder embarcarse y ya casado, ¿dónde ibas?

Dichas todas estas sandeces, por la tarde me di un garbeo por la sede, pero sin ánimo de estacionarme. Y al verla tan gris y fantasmal, sin ninguno de los habituales, apenas los cuatro abuelos contritos de fascismo (aún en vigor, por lo visto y vivido), decidí posponer mi vuelta al día siguiente jueves, que otro que tal, pues todo había quedado suspendido, supeditado a la manifestación del sábado, la gran demostración de masas que iba a ser el lifting que la transición venía necesitando después de años de meros avíos, apaños y lavados de cara para evitar, con la excusa de los ineludibles efectos traumáticos de toda operación quirúrgica, la ruptura con el viejo régimen inconcluso preconizada por un sector importante de la sociedad, y evitada precisamente por los mismos que ahora invocaban la voluntad finiquitadora de las masas.
Febrero, el Pluvioso del calendario revolucionario 
–lo (poco) que habrá llovido desde entonces–, 
fue el punto final de lo que hasta el día antes
dábamos por sentado que acababa de empezar. 
Teoría de la relatividad en estado puro.
 El 23-F como escena de última hora empastada en la muy morcillera obra de la transición, iba a dar definitivamente el espaldarazo a la democracia concertada, zanjando de una vez tanto las aspiraciones de la reacción como de la vanguardia democrática, equiparándolas de hecho, estigmatizadas y censuradas por igual por el diabólico efecto de la catarsis y otras manipulaciones, sellando indefinidamente el paso de cualquier intento de poner en marcha una democracia decente. 
Estaba claro. Aquello era el telón. Y aunque algunos ya sabíamos que la historia es un banquete de sapos, no dejaba de ser asqueroso y encima había que estar contentos. Pero, si tenía oportunidad, a mí no me iban a pillar, ni en la manifestación ni en sus postrimerías.
Yo estaba iracundo, por un lado contra mí por haberme autoengañado al elegir aquel partido como la mejor opción para conciliar egoísmo y cambio social, sin querer ver su incompatibilidad; y por otro por la condena a la pena capital de un cambio real que iba a andar errante durante años por el corredor de la muerte hasta ser ejecutada a plazos por los gobiernos de González. Con él, la democracia, como en esos matrimonios amañados, no perdía una hija sino que ganaba un hijo, y, de paso, un tendero para llevarle el chiringuito. 
Faltaba pues muy poco para el despido (¿improcedente?) de los que se habían descornado en llevarla hasta allí, darles las gracias por los servicios prestados y dejarlos en la estacada. De modo que, ya metido en el berenjenal, y como desandar la senda era un suicidio tonto, decidí tomar nota de aquel anuncio de certificado de defunción y arrostrar la situación tan consecuente, cínica y descreídamente como las musas me dieran a entender, para salir de tángana de todo aquello a la mínima oportunidad, pues si una cosa tenía absolutamente diáfana era que no podría soportarlo a largo plazo. Y eso, al mes de instalarme de aparatchik y a apenas ocho de tener el carné.

jueves, 18 de febrero de 2021

Expresionismo

 Lo del Hasèl ese, amén de ser la típica carrera hasta ver dónde me la pego, chutado perdido de eso que Spinoza llamó conciencia de la necesidad (y necesitado lo está, el pobre), o sea de tontuna libérrima y al por mayor, es todo un poema de lo alucinógeno que ha llegado a ser este país en el que el estado anda asumiendo el papel de Dios, o en palabras del filósofo, de Naturaleza Naturada.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Contravacuna

 Noticia: Don Juan Carlos ya ha sido vacunado contra el Covid. Pero la pregunta es: ¿cuándo fue vacunado contra España?


Panorama

 Quien tenga la cabeza bien lo va a pasar muy mal con lo que viene.

martes, 16 de febrero de 2021

¿Que vienen, que vienen!

 Vuelve el peligro turco y no habrá Lepanto que lo contenga. Y no es
Erdogan. ¡Son las telenovelas! Ni Suleimán el Magnífico hizo llorar nunca de ese modo.


Un pequeño PCR, si se me permite

 Cataluña siempre enseña (aunque muy pocos aprendan). La derecha, haciendo cocina deconstructiva con eufemismos (constitucionalismo) y gilipolleces abstractas (centroderecha), todo ininteligible e inasimilable por casi nadie. Y la izquierda y el nacionalismo con sus progreso, identidad y liberación concretas de siempre, por mucha ensoñación que contengan, pero afincadas en idearios seculares en los que calan hasta los huesos. Tomen nota (si pueden). 

viernes, 12 de febrero de 2021

Polpotitos

 Muchos chinos tienen un problema, y no es que sean muchos, que ese es un problema nuestro, sino que quieren tener hijos y no pueden. Así que, aprovechando la influencia vecinal de su país –dejémoslo ahí, y que le pregunten a los birmanos–, se van a por ellos a Camboya, donde el partido único del régimen tiene montada una fábrica de preñadas para chinos ricos (y otros no tan chinos ni tan ricos) a 30.000 $ la pieza (o el pieza), en la que sus dirigentes invierten como si fuese la principal exportación del país, como antes lo fue la miseria y antes los templos con elefantes. 

jueves, 11 de febrero de 2021

Trabucando. Por Trabucodonosor (Impío)

 La pandemia ha rebajado un año (de momento) la esperanza de vida: el que ya no podremos volver a vivir. Eso sí, menos mal que mientras hay esperanza hay vida. Continuará.

La heredera

 Si Podemos está ahora así con Leonor, espera a que se enrolle con algún pijiprogre en el campus ese adonde va. Y las monteras amazonas de Montero, sin nada que decir de la montería (hembra). Y es que una cosa es que seas republicano, y otra estar para que te vean Lacan y Freud juntos.


martes, 9 de febrero de 2021

Conclusión

 Después de una ardua investigación, China y la Comisión de la OMS al fin han respondido a la gran pregunta (tipo test) sobre el Covid: persona, animal o cosa, marcando la segunda. Cosas de personas.

jueves, 4 de febrero de 2021

Extrañados

 Los políticos son la basuraleza de la sociedad: se han integrado tanto en su tejido que los consumimos en todo cuanto vivimos, siendo como los alimentos, que, o tragamos o pelechamos de hambre, pues si en nutrición lo ecológico, la biótica, bioética, el veganismo y demás son zarandajas, pues todo está conectado y contaminado, imagínate en lo social, donde encontrar un político sano es como hallar un nabo –con perdón– que no haya respirado aire podrido, aquí o en el Amazonas.

Neologismos

Hasta aquí era un enigma la ideología concreta de Podemos y el tipo de su revolución pendiente. Pero ya se va vislumbrando a partir de ciertos detalles, que es donde se ve la patita del demonio, y ya se puede avanzar que, en una nueva reformulación de lo clásico con lo postmoderno, la podríamos definir como chachista-leninista, como no podía ser de otra manera en la generación HP (hija de progres) más mimada de la historia. Preparaos para cambiar pañales.  

¡Viva (usted) la diferencia!

 La diferencia entre la iniciativa privada y la pública es que, de la misma manera que si el gobierno tuviera que darnos de comer, ya habríamos muerto de hambre, si de las vacunas se hubiera encargado Mercadona ya estaríamos vacunados hasta los que no queremos.

miércoles, 3 de febrero de 2021

Chocante

 2020: España choca contra el Covid. 2021: las vacunas chocan con España.

lunes, 1 de febrero de 2021

Y nosotros, ¿pa cuando?

U.K. pone 600.000 vacunas en un día. ¡Vaya un pijo, con sanitarios españoles ya pueden, ya!