jueves, 27 de diciembre de 2012

Inocentes 2012


Yo no sé qué hemos hecho. Seguro que nos lo merecemos. Pero no sé porqué. Sé que somos unos pecadores de la pradera. Y que el intríngulis de la gracia de las relaciones entre súbdito y soberano (o veterano, o espléndido) está en caer en desgracia sin una causa determinada.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Lápidas

La amistad es la única relación que no es sexual ni de poder. Por eso es tan rara, y, cuando se consigue, mucho más duradera.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Dar en hueso


Una mujer ha sido detenida en Suecia por tener relaciones sexuales con un esqueleto, y ahora se enfrenta a dos años de cárcel por perturbar la paz de los muertos, que no están para guateques. Si bien puede librarse de los barrotes, por ser primeriza en el oficio de la necrofilia, y no saber casi lo que hacía, a tenor del libro

miércoles, 31 de octubre de 2012

De vacío


¿Duele la muerte? Según filósofos o científicos, que hoy ya es lo mismo, no. Lo que duele es la vida. O mejor, los vivos son los que se duelen. Dolerse, que es reflexivo, y que se queda para los que quedan. Lo que da que pensar es el sufrir de quien padece, que deja este mundo o cómo lo hace. Todo tan inexplicable.

jueves, 25 de octubre de 2012

El Michelangelo


El hombre miró teñirse de naranja la silueta del sol entre un rimero de nubes de crepúsculo, y mientras se represaba el flotador con el bajo de la sudadera pensó que aquel oscurecer era superalgo y estaba a tope, de vicio, para sobornar a las toxinas y dejar su marchamo de excedente de sudor y pringue por los parques que emperejilaban la ciudad invitando a morir. Y salió al galope con alma de cometa.


jueves, 13 de septiembre de 2012

La parajoda


Al vivir en un mundo parajódico (en desorientación constante y molesta), y pajaródico o dominado por pájaros de cuenta, cuando por un instante la perplejidad en que nos acuna se disipa y aparece una fugaz lucidez, entre la clarividencia y la ensoñación, eso produce un extraño placer místico, que enseguida es engullido por la siguiente parajoda, y dale. Pensar, por tanto, es calentarse la cabeza. 

martes, 17 de julio de 2012

Un poquito de autopsia


La novela negra está en crisis a causa de la crisis. He aquí una huevonada redundante que voy a tratar de redimir.
Hasta aquí, la NN subsiste como un espejismo de brote verde entre el secarral que representa cada día más agrandado la literatura, la lectura y la edición, cuya paradoja es que, cuanto más aumenta el número de creadores, de lectores, editores y obras editadas, más disminuye el peso cultural, educativo o ideológico de la escritura, medio en el que la novela sobrevive como el muerto viviente por excelencia, en espera de ser enterrada sine die.

jueves, 21 de junio de 2012

El bloque


Dicen que Del Bosque ha encontrado el bloque, que no creas que no es suerte. En mi barrio había uno que algunas noches no había manera de que encontrara el suyo, y tanto se equivocaba que querían hacerle pagar la comunidad del de al lado.

miércoles, 23 de mayo de 2012

El nuevo Barroco

Desde hace unos veinte años, no han faltado estudios que interpretan algunos procesos aplicados a la española, como el tele-info-comunicativo, la partitocracia y la relación entre las nuevas élites y sus nuevas clases clientes, como señales de un nuevo barroco galáctico y pixelado. Una visión un tanto vanguardista y parcial que da por hecho el determinismo de la política en el devenir social a partir “solo” de la pauta cultural en expansión. 
Pero el torbellino de la crisis en espiral ha ampliado e intensificado de tal modo el campo de juego y los factores, para dar razón de ser posible estar ante un tipo de formación social que, dependiendo de lo que dure, bien podríamos calificar de Segundo Barroco (sea o no parodia), Pequeña Edad Barroca, o de espejismo, que sería lo mejor.
Arte barroco actual
Nuestro primer barroco surge de una acumulación de sinergias única en la historia que produce tal expansión acumulativa a tajo parejo, que su desgaste en la ascensión (pájara, diría un ciclista) provoca un reflujo de siglos, siendo lo más parecido a un cohete que se queda sin gas antes de salir al espacio, por su mal pilotaje, y al caer forma los fuegos de artificio más lindos nunca vistos, que es de lo que los que no han ido al Prado o leído a Cervantes siguen fardando, y no que el cohete se cayó, como de fuera se empeñan en señalarnos. 
Que fue la primera vez en tenerlo todo, pedir prestado con ese aval y pulírnoslo todo y más. O eso cuenta Quevedo del Dinero, “nace en las Indias honrado (el sector productivo de entonces),… viene a morir en España (en guerras, dispendios, catedrales) y es en Génova enterrado (en los bancos, para pagar los préstamos; hoy serían Frankfort o Paris).
Pero hay más coincidencias. Por ejemplo, y no es baladí, la actual “refundación” del capitalismo y su fundación real entonces en los países que aprovecharon la enorme riqueza que el comercio y los descubrimientos (y explotación de medio mundo) desataron. Mientras aquí, como ahora, se estaba más por las sangrías dinásticas, jugar a la Inquisición, por cerner la harina en harnero, despilfarrar en palacios e iglesias (como ahora en coches, palacios de congresos y aves, y de ahí los palominos en las bolsas, o calzones), hacer de Quijotes de la cristiandad, perder cuartos y acusar de hereje al negociante, y quedar, tras el batacazo, hechos una estantigua a vivir de la sopa boba de los conventos (cáritas, bancos de alimentos, ayudas) o de la picaresca, y por cierto, con todo dividido en feudos, en taifas nobiliarias, señoríos, reinos, concesiones, cargos y encomiendas. ¿A que les suena?
Cuatro siglos después, los cotolengos y otros centros de caridad o las calles, son de nuevo tomados por masas de bachilleres mendicantes, capigorristas, ganapanes doctores, transeúntes cualificados, vagabundos de carrera, o falsos peregrinos diplomados; pero también por caballeros afincados, gente bien al asalto de la sopa boba título en ristre, gente de abolengo sin encomienda, que lampan por doquier; y los que no, se han ido a hacer las europas o américas, como entonces, tras que el austria de turno, hoy alemán (léase Merkel), arrasara con sus asesores bruselenses la comunería hispana, dando lugar a pasajes tan míseros y grotescos como hilarantes, sólo igualados en su macabrismo por Charlot, como el del Lazarillo criado de un hidalgo más pobre que él en cuya tenebrosa casa reina el hambre, que al ver un entierro y los gritos de dolor por el muerto, de “¡ya te vas donde siempre es de noche, donde nunca se come¡”, se asusta, piensa “estos van a mi casa”, y corre hacia ella desesperado.


Como entonces, el declive ha ido parejo a la dedicación al estudio como medio de ascenso social a modo de apalancamiento conservador, que amamanta la titulitis y la universititis, para acabar viviendo en casas empapeladas de diplomas. 
De nuevo el principio de inmutabilidad (en la posición, el modo de vida, lo que sea) como base de la felicidad, según el principio de integración tradicional vía extracción social, genes o casta, típica base de la jerarquización en las sociedades barrocas, cuyo papel reivindicativo cubre hoy el hedonismo y el derecho a la felicidad como valores de progreso. Y venga promociones de gente sobradamente preparada con un nivelazo que es un peligro para cualquier empresa neocapitalista. De los más altos principios a las más baja de las miserias. 
Y los políticos, con su acarreo,  hablando de bóveda sobre cómo desalabear este tapial. Y los demás, venga cagar las plumas. Y lo peor no es que no haya políticos que piensen como estadistas, es decir, en las próximas generaciones en vez de las próximas elecciones. Lo peor es que ya no hay padres que piensen como estadistas, más allá del enchufillo, el puestecete o en dejar el suyo al chiquillo. Faltan ya los que querían que sus hijos fueran algo y sus nietos todo. Los mismos cuyos nietos han acabado siendo todo, pero sólo para ellos, y sus hijos han acabado en el paro en vísperas de los cincuenta. Los mismos a los que ya sólo quedan dos recursos, por cierto muy barrocos: desfilar descalzos en procesión y lloviendo, o el juego de azar, todo un síndrome del fracaso de los tiempos: Dios y el azar, o el azar como Dios.
Todo un cuadro típico barroco, pues: mal gobierno, ruina, expolio de recursos por las castas chollistas privilegiadas acaparantas y sus arrimados, sociedad cerrada sin permeabilidad, aumento del trecho entre ricos y pobres y de sus vínculos de dependencia. 
Es la Europa de las capitales, pese a esa falsedad dicha de boquilla, ese tic, o pose, que es volver al campo, a la naturaleza, la ecología, que también se ha vuelto de ciudad, donde es aherrojado todo tipo de gentes precarias,  predispuestas a la trifulca, organizada o no. Léase aquí pegamoides, quinceemeros, alternativos, bachilleres, neojipis, parados, góticos, perroflautas, neojubilatas, sintechos, hastalosgüevos y hartos antisistema todos que, según el apotegma de Juan Rufo, “el hombre pobre siempre está en tierra ajena”, no consideran de respeto la iniquidad de los nuevos absolutismos y tiranías, el ajoputismo sin arremuda que pone otra vez de relieve la España descrita por Mateo Alemán: de la privanza surge la codicia, de ella nace el odio, del odio la envidia, de ésta la disensión y de ella mala orden, o desorden y lío. 
Herramientas barrocas, ya desaparecidas

La convulsión la facilita la anomia urbana de las masas, la relajación de los controles (permisividad) y la libertad negativa que suponen la frustración, la falta de autonomía real, la nueva capacidad de informarse, y el desengaño y pesimismo general que al final supone percibir la vida como peor y menos posible. Eso producirá en el barroco la cultura clásica de la muerte, y ahora la eutanasia, el aborto, la muerte digna. Cuando no el suicidio, tan de moda.
Poco importa que muchos de los levantiscos sean ellos mismos subalternos o mamporreros de las nuevas élites causantes del estropicio instaurado por la ociosidad, el desprecio por el esfuerzo y el trabajo, y se haya entronizado el clientelismo descomponedor de otros valores ya diluidos en ese llamado bienestar social como derecho universal que todos creen haber conquistado (por la molestia de dar el número de cuenta para cobrar, será), aunque sea un regalo del poder para tenerlos más a su merced, para ordenar, manejar y disciplinarlos como población, y mantener psicológicamente sometidas tantas voluntades que se temen contrarias, sujetando así la vida social por la vía de un nuevo autoritarismo a partir del adagio que ya triunfó en el XVII: “persuadir es ahora más importante que demostrar”
Y surge la necesidad de reprimir de otro modo. Distante, diferida, indirecta. Más lúdica y comecocos. Disuadir, convencer. Por la vía de la opinión, la cultura, el espectáculo. El gusto ya no es una elaboración intelectual. Y el juicio, que en el viejo Barroco aún lo era, en el de hoy es ya también sólo una inclinación estimativa procedente de vías extra o pseudorracionales. Vamos evolucionando.

Pero la gran contradicción de todo tiempo barroco es que, si la gran negatividad social, la sensación creciente de declive general y el zarandeo e involucionismo hacen resurgir los valores tradicionales y el ansia de seguridad, también impulsan la superación del sufrimiento con un gran deseo de goce de una vida idealizada, exagerada e incontinente, como es de prever pasará tras la fase depre en la que estamos por el estado de shock, como ya sucediera en los Felices Veinte tras la I Guerra Mundial. Entre otras cosas porque el poder estará interesado en esa vida espectáculo mucho más que sus actores. 
Endivia a la Montoro, alta cocina
que te la endiña.


Y todo, bajo el aspecto de una búsqueda angustiosa por realizarse que por fuerza ha de caracterizarse por lo retorcido de sus apechusques, dentro de los grandes contrastes en que se da, combatiendo lo anterior, pero de mentirijillas, haciendo pasar por innovador y hasta subversivo lo retro, y no sólo en política, economía o relaciones laborales. Es la mascarada de la revolución reaccionaria, a mayor gloria del absolutismo de sus promotores, las nuevas élites, y aceptada sin complejos por el resto a todos los niveles.

De nuevo el teatro como paradigma (y no solo como moda cultural), un teatrus mundi de la vida segundón, pues el gran reflejo social está ahora en la tele y, cada día más, en internet. Si Lope orejeteaba los estrenos de la competencia quedándose con las reacciones del público para darle luego más bazofia, así ahora todo el mundo plagia todo y se reabsorben una miseria a otra.


Las nuevas masas recién alfabetas entonces y analfabetizadas funcionales ahora, incapaces de gestionar tanto tiempo libre, pasan a depender de lo echado en el tornajo audiovisual, en forma de mitomanías e iconografías promovidas desde arriba como un regalo-castigo. 
Y se cultivan el rito y los contrastes imposibles del palacio-cabaña, espiritualidad-cutrez, lujo-miseria irredenta, abigarramiento y nitidez, y el derroche ostentatorio de la élite como sintagma de comunicación y emblema a seguir, dando forma a un espacio que utiliza las artes como escenario de unas nuevas relaciones que priman lo más que público, externo, patrocinado por el poder sobre el intelecto.
Mientras, en el nuevo espacio público-privado de internet, no menos patrocinado aunque más discretamente, es el mundanal ruido el que preside triunfal las nuevas relaciones de pulverización social en las que podemos imaginar como dómine Cabra del Buscón a un licenciado Montoro, el ministro más dicharachero de Barrio Sesamoncloa, alentarnos embazante al ver nuestras hambres, con aquello de “coman, coman, que me huelgo de verlos comer”. 
Kitsch barroco postmoderno
Y es que es para holgarse. El rasgo cultural más definitorio de las sociedades barrocas es el consumo del kitsch. Su consumo por el privilegiado es la expresión de la relación entre lo privado y lo público y la comunicación entre el individuo urbanizado y masificado que no renuncia a ser él mismo y a disfrutar de su estilo de vida y nuevos gustos, algo que el poder, adulador y atento a esa nueva capacidad de aburrimiento descubierta, y la demanda de una cultura asequible, manipula al ofertar a préstamo su alta cultura de rebajas, vulgarizada, precocinada y estandarizada por géneros y arquetipos, a modo de imagen para automodelarse (nuestros didcult y masscult de la prescripción y la autoayuda). 

Es el kitsch, cuyo mensaje, con una finalidad mercantil, por proselitista y clientelar, recreativo y a la vez con una técnica efectista para impresionar con estímulos violentos de orden sensorial, sentimental o intelectual, crea estados de ánimo, reprime y modifica: recrea. 
Así, yendo del feísmo al delirio, del realismo (como sucedáneo de la vida, en el teatro, lo audiovisual ahora) al escapismo, de lo sublime a lo irrelevante (la extravagancia en la moda y las costumbres, el todo vale), el arte se convierte en aforo del régimen y genera la alienación moderna, la desalienación alienante que integra a los sujetos en unos marcos de representación formalmente más universales y elevados, pero no propios. Y como ahora, cunden el versioneo y la relectura, eso tan bien consignado por Tarantino: los artistas de verdad no copian, roban.
Kitsch no tan postmoderno
Porque el Barroco es siempre un pillaje de lo anterior, un eterno revival en forma de creatividad apoyado en el intrusismo general propio de la falsa universalización cultural que lo llena todo de literatos, poetisos, visitantes de piedras, turistas culturales, lectores entendidos y cursillistas de toda laya (las Universidades Populares como epítome del kitsch más desenfrenado), debido a la típica ansiedad intelectual del carente de una buena formación que busca el imprimatur en la cultura literaria o museística, a toro pasado. 



Y ahí están los intelectuales, bien sufragados por el poder, para redirigir hacia los intereses de éste todo ese cotarro de la idiosincrasia democrática identificada como opinión pública, con consignas de libertad o pluralidad, y hasta de subversión, pero del gusto y opinión plebeyos, para sustituirlos por los del amo, sumisión y acatamiento, antaño con la crítica y sátira de la ambición, el poder y el dinero, ampulosas y retorcidas, por miedo a dificultar la comprensión, y ahora con el chapurreo intelectual y la ceremonia de la confusión permanente. Es la farsa del teatro social de la inteligencia. 
Pero el gran espectáculo barroco empieza con la religión, cuando el rito y el culto (hoy la ciencia y tecnología) desplazan a la fe subjetiva propugnada por Lutero, hacia la contemplación general del mito en imágenes proporcionado por los artistas a sueldo del binomio poder–Iglesia. Es la contrarreforma (aunque se llame reforma, como ahora, para eludir lo negativo). Y es el primer gran negocio del espectáculo, hoy ya superlativo, y si no lo fuera se llamaría el espectáculo del espectáculo, W. Allen dixit.
Nuestras Meninas de a pie de calle.
El público, nacido de la ruptura interesada del escalafón cultural de las élites con subproductos de la alta cultura para el lumpenconsumo, acude a las diversas escenificaciones para alimentar su mitomanía, como sopa boba espiritual, con los iconos del nuevo imaginario ingeniado para ellos por las clases dominantes para promocionarse y para darles castigo entreteniéndolos.
(Entretenimiento en origen es eso, distraer a alguien de su negocio; que luego cobrará el sentido de diversión ociosa). 
Y todo, en imágenes. La pintura y el arte del barroco son cine con la imagen presa y estática, por cuyo triunfalismo aparatoso contrapuesto a la razón clasicista del renacimiento (igual pasará al impresionismo con el neoclasicismo), y a lo dicho por Cervantes de que alabanza propia, envilece, es conducido el rebaño, como en visita guiada por una iconografía que produce catalepsia convulsiva y rechazo evasivo de la derrota del sistema, reflejado por el teatro (y ahora por la tele). Un adelanto todo emotividad y sugestión, del sensacionalismo romántico. Y todo, por ser el cristianismo una herejía semítica comunicada al mundo por otra cultura mitómana e iconoadicta, la helenística.


La gran técnica artística que plasma este gran claroscuro ideológico y social de época, de luces y sombras, muerte y vida, luz y tinieblas, es, cómo no, la expresionista del claroscuro, canon oficial de representación estética, cuyos efectos luminosos, contraste, estructura disimétrica y composición en diagonal preludian lo audiovisual, peligroso de infringir y vigilado entonces por la Inquisición como el cine u otros lo serán por el código Hays u otras censuras. 
El auge de falacias como el fondo y la forma, el falso bipartidismo culteranos-conceptistas (dinamiteros ambos del equilibrio clásico), no serán sino usos de la retórica como herramienta de ilustrismo oscuro o claridad chinesca, para capitalizar el verdadero objetivo: la opinión pública como depositaria de la nueva razón, y legitimarse con ella, una vez convertida en un pastiche ininteligible, entonces presidida por el secreto, y hoy por la información global. Qué más da.
Igual que entonces, la individualización, su soledad, y los viajes, el cosmopolitismo y la información, sean reales o virtuales, han cambiado las mentalidades y quebrado el modo de pensar a partir del actuar cotidiano, en una crisis permanente, y no solo del sujeto. 
También, la conmoción producida por el agotamiento de las esperanzas (infundadas) sobre el destino, da lugar a que el auge y declive de las sociedades, formulado ya en el XVII, sea un fijo en la solución que cada cual encara con estrategias de integración personal, entonces abordada según una ética protestante en ascenso (o a su contra), tan productiva en lo material como peculiar en su carácter e idiosincrasia, y hoy, perdida ya la actitud militante (y elegida la diletante), desde esa mezcla de lo peor de los restos de rancia ideología protoespañola y lo pésimo del matrimonio europeo entre Calvino y la kermés, que forma el poso del batiburrillo vital en que nos movemos, un vacío que tendemos a llenar encajando el nuestro en su enorme puzle cual figurantes de un gigantesco artesonado rococó.
De todo ello el sexo es un paradigma. Sus experimentos (sexonet, gadgetsex) culminan en el bondage (que es vendaje), ceremonia de ocio sexual de la dominación que liga el deseo a la inmovilización y estimula la libido con adrenalina cediendo la iniciativa al otro (y toda responsabilidad sobre el placer), y más que una liberación que ata, o viceversa, u obra de arte sadomaso, chic o cool, como lo llaman, también legitima el poder ajeno, desmedido y desordenado que lo constriñe sin remedio, así legitimado por abandonarse a su dominio. 
Toda una metáfora de correaje y candado del sujeto morigerado, lábil y maleable por el tormento y el éxtasis, tan propios del barroco. No falta, pues, quien, como entonces, vea el mal en “la flojedad de los nuestros”, y no en la guerra, la crisis u otras causas. 
Y ése es el personal que ha de salir del hoyo. –De otro siglo de oro ya no hablemos–. Siendo lo marrón lo que, de momento, garantiza la economía. Porque si aquella vez la contradicción entre la supuesta vuelta a lo viejo y el enardecimiento real de lo nuevo, dio paso a una síntesis de ambos desde la doble perspectiva vivida entonces de estar en lo más alto y lo más bajo a la vez, hoy sólo disponemos de la segunda. O sea, partimos de la nada. Lo cual obliga a empezar de nuevo de verdad. Lo cual, bien pensado, quizá no sea un mal principio. O sea, Begin the beguine, por Artie Shaw. Siempre, claró está, que no la interprete Julio Iglesias.


viernes, 20 de abril de 2012

El ñu

Ahora mismo, el capitalismo español se parece al ñu ese, cojitranco o con jamacuco, el más débil del rebaño al que el león malprende en los documentales para sacarle las chullas. Y no lo digo sólo por Repsol.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Con chándal y a lo loco

Los sindicatos convocaron los paros ayer miércoles porque veían que si seguían movilizándose en domingo corrían el peligro de que su revuelta pasase a la historia como La revolución del chándal. A pique de resucitar Iglesias o Bakunin, que eran más de corbata, o lacito, y los crujan a gorrazos.

viernes, 17 de febrero de 2012

Españoles por lo mudo

Del mismo modo que las mujeres de Nápoles en tiempos salían desnudas a las azoteas, con la esperanza de que la luna les aumentase la pechuga (y a alguna le dio resultado, como Sofia Loren, que era recriada, pero bien), nuestros políticos se pasean en cueros por Europa para ver si les crece la p…ensión alimenticia, pues de igual modo que el mundo está lleno de ex vírgenes,

miércoles, 15 de febrero de 2012

Horroris causa

La tan cacareada segunda transición ya está aquí y es económica: la transición al capitalismo. La otra fue política y adoptó el sistema corporativo vertical para acoplarle el “socialismo real a la española”, a crédito y a tajoparejo, esa burbuja que, nos pudiéramos permitir o no, nos dimos el gustazo, y ahora esto es un Cotolengo. Normal.

martes, 31 de enero de 2012

Fábrica de sueños (de mentira)


Lo audiovisual, es decir, todo, que se inicia a principios del siglo XX como el nuevo y definitivo lenguaje alfabetizador universal, una centuria después no será sino otro vehículo de la analfabetización general. Dos son los jalones que cercenan sus posibilidades liberadoras hasta dejarlas en los muñones actuales que ninguna justicia hacen a lo que un buen principio hacía presagiar, con la ironía añadida de que tales hitos, a saber el cine sonoro y la digitalización, aparecen en manos de la sempiterna mercantilización como sendos felices hallazgos revolucionarios causa del contento general, en virtud de que lo que pudo haber sido no existe y lo mejor es lo que hay. Un conformismo que no siempre fue la constante social, o al menos de sus vanguardias.
Grigori Kozintsev, teórico
de la FEKS
El cine, nacido como un compendio de técnicas expresivas, enseguida mostró su naturaleza de representación social, o sea artística, y en plena era del futuro (maquinismo, velocidad, cambio continuo), todo tipo de inquietos pasajeros se subieron a un tren destinado a ser la panacea comunicativa, cada cual con su propuesta: la Bauhaus con su funcionalidad; los impresionistas (Epstein) manejando el ralentí y la aceleración; los rusos dando preeminencia al montaje (desde Kuleshov hasta Eisenstein), o al cine parodia de Kozintsev y Trauberg y su Fábrica del Actor Excéntrico, que enlaza con el surrealismo posterior de un Buñuel, y ambos conectados con los cortos de la Keystone o Charlot; los expresionistas, cuyo pionero Arheim (el del plano y sobreimpresión) dicta que el cine como arte necesita del silencio para establecer la distancia entre la realidad expuesta por el cine y el ojo humano.
Mack sennett, mago de la Keystone
Todas estas propuestas, en contacto, fricción y choque, van materializando la nueva visión del arte y lenguaje totales. Lingüística y poética en uno. Una estética convergente y propia de y para la sociedad de masas, que el sonoro enterrará dejando en ilusión. Y no sólo por la voz misma que rompe la estética naciente. La palabra introduce como elemento básico la narración, el relato, la historia, y el cine, guiado por el interés comercial y el espectáculo, pone fin al montaje como rey, y mediante el desglose y la escritura ad hoc privilegia, a partir del entretenimiento, la impresión de realidad y su recreación, anulando o neutralizando la que la propia película es en sí misma dentro de la historia general.
El maestro expresionista
Rudolf Arheim
Un ejemplo. El cine mudo trasladaba con su expresión faciocorporal unas representaciones sexuales ambiguas y latentes, a medio hacer, que el espectador terminaba de cocinar e interpretar según sus propias opciones. Valido del lenguaje, el sonoro reprime el cuerpo como vehículo privilegiado del cine, obligando a la desambiguación de signos y significados, y al entrar lo oral  –la voz, no el sexo–  se pasa de una exposición sexual polivalente y abierta, a un discurso decantado y por tanto no interpretable. El cine elige por el espectador. Lo cual supone toda una reacción del cinematógrafo como recurso cultural y político.
Típica expresión facial del expresionismo.
El sonoro inicia el proceso simplificador representación versus narración, que desde unas estructuras económicas cada vez más monopolistas y apoyado en algunos inventos técnicos que lo propician, igual desde el capitalismo que desde su contrario, en aras siempre de intencionalidades tan manidas y aviesas como el respeto del gusto del público o mirar por su formación, acabarán tutelándolo e  infantilizándolo, de una forma tan paternalista e instrumental como gratuita, ya que el público llevaba décadas mostrando una sensibilidad bien dispuesta al camino inicial del frente audiovisual progresivo, dando con ello inicio al éxodo paulatino de sus militantes más fieles y activos.
Aun así, la elección de esta vía estrecha, en detrimento de otra más ancha de miras, no ha impedido finalmente al cine ser la culminación de todo un proceso civilizatorio patente tras ochenta años de desarrollo, ocioso de repasar aquí. Desarrollo de nuevo en entredicho, ya veremos si definitivo, bajo el asedio de ese segundo asalto histórico que es la digitalización.
La digitalización de la vida (y del cine) a todos los niveles ha terminado de virtualizarlo todo en un espectáculo constante sin guión, espontáneo, errático, o con el guión hecho a partir de las agendas de los medios, elaboradas a instancias de los intereses del conglomerado dominante formado por políticos y ejecutivos.
Y es que si la narración es reaccionaria, por antirreal al solapar la verdadera realidad, la digitalización o la simulación digital aplicada al cine, aún resulta más inextricable, al pasar de lo visual a lo virtual y del objeto al “como si” del mismo, en un proceso de fetichización suplantador de la realidad de lo más refinado, que cuenta además con la anuencia general, en especial de su consumidor más desarmado, que es todo el mundo. 
Mono publicitario de la película de Haneke.
En Funny games, por ejemplo, Haneke nos muestra cómo el nuevo ciudadano pasivo audiovisualizado es capaz de “dar carrete” y participar en el desarrollo de algo que no sabe bien si es la vida o un reality, en lo que aspira claramente a dejar de ser extra –a eso se reduce todo el interés por cambiar la realidad– y ser protagonista, o al menos invitado especial. La vida como vivencia de un sueño de una noche de verano... cinematográfico.
Ante la descomposición de la vida como relato medio hilvanado, se opta por el relato de adopción y más de referencia y asimilable para el ciudadano espectador que es lo virtualizado. Con ello se produce el mayor cambio relacional entre realidad y cine desde que éste tomara el testigo del sonoro, que al pretender expresar la realidad con mentiras, acabó con el cine como mecanismo de apropiación de la realidad, mientras lo digital viene a vender que eso ahora es posible, contando la mentira real con verdades. Sólo que la realidad de la que podemos apropiarnos con ello ya no es la nuestra. Ni siquiera de los sueños estamos seguros a este lado del Edén, al este del the end. O casi. Queda saber si será el definitivo de la película. Aunque lo dudo, por lo mucho que le gusta a la industria cultural estirar la historia hasta el infinito. Vamos, que nos quedan muchas más partes. Pero no creo que sean de cine. 

miércoles, 25 de enero de 2012

Los minusválidos también corren

En plena hecatombe, el Psoe sigue siendo admirable. Lo cual refuta en parte el aserto de La Rochefoucauld, pues si no siempre amamos a los que admiramos, contra lo por él mantenido tampoco lo hacemos a los que nos admiran (cosa que esa secta saducea demuestra como nadie). Pero montárselo, lo hacen de miedo, nunca mejor dicho. 

miércoles, 11 de enero de 2012

El temblor del héroe

Rajoy está missing. Rajoy no da la cara. Rajoy está jiñado. Rajoy está haciendo la mili en las Chafarinas. Ése es el runrún que recorre los foros y forros patrios. Y no me extraña. Que no salga –este tipo sale menos que yo–, ni que se lo afeen.

viernes, 6 de enero de 2012

Bisiestos

Este año va a ser superbisiesto. No sólo dispondremos de un día más para pasarlo mal, sino que no aprenderemos, y al final seremos un día más tontos, pese a lo mucho que un meteoro tan sincero como la niebla trató de advertirnos durante el tiempo previo al nuevo año, de que “año de nieblas, año de mierdas”, y ni caso, pues no va a saber más el calendario zaragozano que nosotros, que hemos estudiado.

jueves, 5 de enero de 2012

La guindalera

RTS. Así se llama ahora al tifus de la subida de impuestos, a la mordida gubernamental: Recargo Temporal de Solidaridad. Los eufemismos suelen heredarse junto con las deudas, para decorar la pelagra que crían. Digan lo que digan, vuelven lo que en tiempos más franquistas se llamaban “los lobos de Hacienda”, aquella fiera