viernes, 24 de febrero de 2023

Mascaradas

 El carnaval era esa cosa de que el cuerpo social, embozado en el disfraz (y empapado en alcohol), se convertía en una masa abigarrada de individuos indistinguibles para romper una vez al año las ataduras del sexo, de la muerte, de los usos sociales, perpetrando un palo a su guardián, el poder. Vestidos para subvertir. Pero todo eso acabó. 

La muerte es demasiado tabú, el sexo y la droga están por todas partes, y anestesiados los impulsos por la falsa democratización, la transgresión ha quedado relegada a los sentidos más voraces, la vista y el oído: es audiovisual. Solo que hay que tener mucha imaginación para verla en alguien disfrazado de botella de anís del Mono. 

En cuanto a lo oral, la sátira, lo que se lleva es la apología coplera de las leyes del Sísí, Trans y Animal (la trilogía Animaltransísí), cuando lo suyo sería machacarlas, siquiera por un día, como expresión que son de las nuevas prácticas del poder. 

Y es que el carnaval, cuando volvió, allá por los 80, ya venía tocado, sin más ganas de gresca que el rupturismo estético a partir del estilismo y lo fashion (como la famosa Movida), hacia lo cual ha derivado totalmente en una sociedad superficial, teatral y polifacética que obliga a desarrollar una personalidad emoticónica cambiante y visible solo para sobrevivir.

 Domesticado además por esa corrección política que ha elevado a valores el chaqueterismo, la mascarada y la pose, aprovechados por el poder para hacerse cercano, próximo, nuestro, ji, ji, el carnaval se ha vuelto algo turístico, irrelevante, inane, que ya no puede competir con la carnavalada atómicobélicomachiálfica de Putin, reservista espiritual de Europa; o la aparición un día antes de San Biden, Niño de Kiev, para hacer ambiente; o la chirigota inicial de Borrell, uno de los mayores blanditos robaperas chunguiprófugos del Psoe, aspirante a héroe de despacho con medalla al mérito epicúreo, llamando a la guerra en plan Miliko Súbito (o Milikito) sin bajarse del Audi. (Lo de Sánchez es cosa aparte: ese es el Rey Momo).

 Un carnaval, en suma, que es otra máscara, como todo. Menos la guerra, la única verdad que ya quisiéramos mentira.

jueves, 16 de febrero de 2023

Mona y circo

La política se lumpenizó el día en que pasó a ser la quinta columna del fraude, la mentira, la intolerancia y otras prendas impagables como asesinas del contrato social: servir al soberano, el pueblo, por un módico precio. 

Y va a más, con el lumpen mismo como actor al alza en la nube de tordos rapiñante del biotipo político. Y no son los desarrapados, groseros y zafios de Viridiana, la parábola buñuelesca de lo más bajuno del humano arramblando con sus más altas miras, sino gente “normal”, asentada y hasta fashion. 

Solo que hoy, según el tango, “es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, generoso, estafador, no hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao”. Versión coplera de la propia evolución del lumpen, que si empezó siendo lo más rezagado del proletariado y una verdadera tara, ahora se parece más a esa gente bien recién llegada, acomodaticia, transfuguista por vocación, con principios muy marxistas (pero de Groucho) y siempre en el mercado con su tenderete, tratando de vender su nuevo paño de postín. 

¿Bautizando o enterrando?
Una cosa muy normal aquí, con tanto lumpenproletario como ha llegado a clase media –para acabar casi necesariamente en la clase media lumpen-, impregnándolo todo con sus tics, tanto de antes de reconvertirse como de sobrevenidos (pequeños) nuevos ricos en medio de la miseria galopante. 

De ahí lo difícil de identificarlos, si no fuera por sus actos, tan típicos del frustrado mirón de escaparates que luego delira con alicatar hasta la perrera, y si es con dinero público (y nunca hubo tanto), tirar de veta en chabacanerías, farolas y céspedes, primeras piedras, obras versallescas ruinosas a futuro y otras inutilidades para la galería, y lo demás, en rastrojo.

 Esa es la política más en voga, la ansiosa de hambrones nunca ahítos de pasteles cuando tocaba, tan conceptualmente lumpen y tan barroca, aluvial y parasitada por los sin oficio ni beneficio y los que no conocen otra teta desde niños, y creen que todo es gratis, cuyo sueño es repartir monas en Jueveslardero montando el circo.

 A su lado, Felipe Juan Froilán es un hombre de provecho, porque, no serán lumpen en sí mismos, pero, como diría José Mota, ser, son. 

jueves, 9 de febrero de 2023

Cagaleos

 

Digan lo que digan, que diría Raphael, lo del gobierno Frankenstein no es nuevo, pues el socialismo –estos son niñatos con buena cartera- siempre fue el arte de uncir minorías a una locomotora, antes el proletariado y ahora las mujeres, bajo la premisa de que la historia y la razón, el nuevo Dios desde Diderot (“no seremos libres hasta que el último rey sea ahorcado con las tripas del último cura”), estaban de su parte. 

 El problema es que las minorías crecen en un mundo que el poder quiere atomizado, para manejarlo, y el progresismo llama plural para justificar el menú de mierda que hay que tragar. Pero, entre el cambio climático, el vaciado territorial, la despoblación, la concentración y la migración (y el estancamiento distante entre todos, me temo), y con tanta postverdad, o sea derecho de todo quisque a llevar “su” razón, a base de fakes o lo que sea, pues la red y el móvil sobrevivirán, lo que está garantizado es tal minoritarismo, tal fragmentación y pifostio, que para cuadrar intereses no bastará con unas políticas a la carta más larga que de aquí a Lima. 

Ahí quiero yo ver leyes como la del “Sísí”, que de ser una ley llevadera y casable con una educación al respecto, que es lo que de verdad resultaría, ahora será más punitiva y mucho más disuasoria y temible, como si la sociedad la hubiera rechazado en su contra, y que dará alas a sus contrarios. 

Otra cosa es no tragarse los dislates monteriles de que hay que caer rendidos a la ley como una revelación, por deslumbrante; o que “protege a todas, denuncien o no”. Pues si ya hay minorías (y no pequeñas) sin denuncias, en esa alianza de las civilizaciones a todas luces fallida que nos cacarean, ¿cómo casar una ley para todos igual con una realidad superminoritaria y multicultural con plenos derechos? 

¿Con una policía sexual tipo saudí con capacidad para vigilar, invadir y extraer el asunto sexual (para muchos algo inviolable que la ley misma protege, y para otros algo sagrado por religioso) para exponerlo y tratarlo ecualizado con el resto, ignorando sus circunstancias? 

Y es que, si el futuro ya es incierto, las políticas erráticas de hoy, más.    

 

viernes, 3 de febrero de 2023

Cigüeñas

 Conforme las españolas/es van dejando de parir, el número de cigüeñas no deja de aumentar por nuestros pagos, aunque hayan pasado de temporeras a ser fijas discontinuas, que es lo que se lleva en los gremios, y que en realidad es lo mismo. 

Es así que, al estar fallando los encargos más que el Ogino, estas repartidoras de buena esperanza, que diría una abuelita cursi, han devenido paqueteras en paro intermitente, y al calor del cambio climático han acabado por instalarse acá, en los destríos,  comistrajeando basuras, como todo quisque, por otra parte, y, ya puestos, reproducirse. El ministerio del Interior, pues, ha sido derrotado por el efecto invernadero, y las cigüeñas, consideradas ya migrantes con derecho a cocina, van perdiendo su carácter nómada al naturalizarse como blancas residentes eventuales sin papeles (BRESP). Bien. 

El daño colateral de esto es la pérdida de funciones de san Blas, especialmente la de hacer de introductor de embajadores, ellas, y más que de la primavera, de sus preparativos, anticipándose así a Becquer y sus golondrinas, a búhos, mirlos, marmotas, morciguillos y otros bichos de agüero regular y peor leche. 

Lo cual es todo un boicot al patrón de los otorrinos –aunque, al paso que lleva la sanidad, en vez de a ellos, nos van a mandar al ornitorrinco-. Pero solo uno más, pues son muchos los agravios y recortes con los que ha de bregar para mantenerse vigente y permanecer en el almario, que un santo sin nada que proteger es casi peor que un ministro sin nada que hacer (véase Garzón). 

Desde los quintos del año (sustituidos por el cubo de quintos, que no hay quinto malo), a los que se obsequiaba con sus migas y rosquillas –por si era las únicas que algunos se comían-, a los faringíticos, amigdalíticos, aquejados de garrotillo y agarganchados en general –gargantas profundas no-, por los que velaba antes de la hipervacunación, como gran primer romero del año -san Blas bendito, cúrame la garganta y el apetito (en singular)-. 

Pero lo que es las cigüeñas, están. Y tras los matachines o la corrida de la bandera (de Balazote, no de Cibeles), aparecerán. Es lo suyo. Por san Blas…