viernes, 26 de mayo de 2023

Los Isidros. ¿Ficción?


El Índice de Ventas. Una contribución a la economía política, o no.

"...no se refiere a ningún índice de caja sino a otro muy peculiar que funcionó a mediados del tercer milenio para contratar los futuros agropecuarios, según los resultados de las corridas de toros en la plaza de Las Ventas, donde llegaron a darse, entre unos y otros eventos, 107 corridas por año, 77 novilladas con picadores, otras tantas sin, varios Bomberos Toreros, Toreo Circense, Teatro Torero, pasarelas de moda taurina, charlotadas, Tauroshows (noches de Tauromaquia que incluían el famoso Estriptis de la Taleguilla, en el que un torero de importación

Tribales

 

El 22 de mayo de 1996 el Marca llenaba su portada con un hirsuto Seedorf recién comprado -palabra típica del vocabulario deportivo-, y el titular: “Seedorf ya es blanco”. El bien pigmentado centrocampista había sido pasado por las arcas madridistas, que en cuanto a blanquear (jugadores) no tiene igual, superando al mismísimo Ariel, que no lava más blanco que el Madriz ni de lejos. 

Pero aparte el macabro chiste, y aun siendo Santa Rita, y lo que se da no se quita, la nueva, legítima y merengue adquisición -otra palabreja no menos ignominiosa del mundillo- siguió igual de negro. Pero eso tampoco era racismo, sino periodismo creativo. 

Dicho lo cual no creo que analizar desde el racismo lo de Vinicius en Valencia sea lo más idóneo, pese a ser un componente importante de la fórmula con que cualquier pitador habitual de estadio (que también podemos llamar hijopita), se desenvuelve. 

El enfoque sería más bien lo tribal, ese paraíso perdido, o  tiempo perdido, no sé, que millones de personas buscan, en vez de en su interior (ya que no han leído a Proust, ni falta que hace), en la algarabía de un estadio, y encontrándolo en una identidad de masa tan fugaz como surrealista (y sin identidad), que va a golpe de pulsión, desde la gloria a la infamia. Y total, para hacer hambre suficiente para tomarse después una de calamares, pues los gritos abren el apetito, y más si son contra quien uno se sacude el miedo atávico: el enemigo de la tribu, que eres tú mismo, cuando eras negro, por supuesto. 

Y luego decimos que Vinicius, que solo por llevar el nombre (o eso espero) del insigne De Moraes, ya merece un respeto, hace muy bien en enfrentar el pifostio. 

Pero Henry Kissinger, ese artista del oprobio y la contradicción humana, que mañana cumple cien tacos, y que dejó dichas frases como: Los políticos corruptos hacen que el otro diez por ciento sea mal visto; o, Los temas son demasiado importantes para dejarlos a los votantes, también dijo que un diamante es solo un trozo de carbón que soportó una presión extraordinaria. Y Vinicius podría haber sido más diamante todavía, si hubiera pasado algo más de tanto imbécil. Digo yo.

viernes, 19 de mayo de 2023

La piel

 

Lo que me temía ha acabado por ocurrir. Venga decir los políticos en esta campaña, ese mariachi que recorre España, que se iban a dejar la piel con nosotros, pues, alehop, ha pasado. Y el otro día me encontré una, así, en plena calle. 

De primeras, y de sopetón, casi traslúcida y arrugada, parecía la muda improbable de una gran serpiente amorfa -y no sean malpensados-. Pero al verle las mangas pensé más bien en el impermeable de algún precavido, que, harto de tanto oír que va a llover, y nada, lo había tirado. 

Sin embargo, al cogerla del suelo y notar su toque suave, apenas usada, intuí, adiviné que era la pellica de uno de ellos, que había adelantado su promesa.¡Hala, ahí va eso. Para que digáis que no cumplimos! (O se le había perdido. A saber). Incluso llevaba una pegatina, que me callo para no influir en el voto de mis lectores/as. 

Y entonces me acordé de cuando, en mi infancia pasaba el pelliquero con su carretilla, y le sacábamos las pieles de conejo, y a cambio nos daba una pelota de trapo o una manzana caramelizada, y por una de cabrito hasta un balón. Y pensé lo que hoy hubiera sacado por la piel de un político (y con la cantidad de cabritos que hay ahora, ni te cuento). Pero como los pelliqueros ya no existen -aunque a este paso se pondrán de moda- me fui a ver a un entendido en estas cosas. 

Yo había visto en una peli que los nazis le sacaban muy buen provecho a esta parte del cuerpo. Pero el susodicho me dijo que aquello no daba ni para una cartera, ni siquiera para una petaca, como el cerdo, por ejemplo, tan similar en cuestión de piel (y de otras cosas); que todo lo más podía hacerme un monedero –“y luego a luego no sé para qué. Es que, tú fíjate, si parece de Hong Kong. Es que no parece ni piel. Ni siquiera humana”-, me sentenció con sorna. Y no era por su poca cantidad, porque, para pellejo, un político; sino por su clase. 

Al parecer, y eso yo no lo sabía, de las siete pieles que tienen para aguantar esos carrerones, se van desprendiendo por láminas, según interese y embaucar así a varias generaciones. Lo que se dice una hepidermis de tomo y lomo. O de siete tomos y un lomo: el nuestro.

jueves, 11 de mayo de 2023

Pobres

 

Los pobres han vuelto. No es que se hubieran ido (al campo, a la playa, a una casa rural, que es adonde suelen ir), sino que de nuevo se han instalado en la retina, en el meollo de la gente. Y no para bien. 

La primera vez de esta percepción perversa de los pobres fue tras la peste que asoló Inglaterra mediado el XVII -ahora es otra y tiene orejas-. Fue tal su aumento, que la rampante burguesía mercantil puritana los empezó a ver con recelo -o la sospecha como lógica social-, y su molestia los volvió inmorales, como un subproducto impropio, indeseable (y delator) de tal sociedad ideal. 

Y como el pobre pasó a ser también mendigo y vagabundo, el sentir medieval hasta ahí predominante, que los naturalizaba y veía como medio de redención, desapareció, y pasaron a ser lo peor. Un peligro desestabilizador. Hasta que la familia, la propiedad privada y el estado (y el sindicato) los reconvierte en clases subalternas, o lo que con sarcasmo otros llaman clase media baja. Y que la Onu y otros tinglados, con esos baremos que se gastan al medir a un noruego con un ruandés, al final ha acabado llamando nuevos pobres, o ricos que no llegan a fin de mes. 

Y quien más quien menos empieza a mirar al vecino como si fuera etíope, que es como un pobre mira a otro pobre. Y a los niños -que siempre son la última esperanza blanca de la clase media en vías de extinción- se les previene contra el pedigüeño, el pordiosero, el tirado, el sintecho, inculcándoles un pavor y una hostilidad que vienen del propio miedo de los padres: a tener también ese futuro. Siendo en ese temor, no a lo desconocido sino a lo posible, en lo que se sustenta el nuevo miedo al pobre, ese espejo no reconocido pero real y temible. Y que empieza a dominar las conductas. 

De ahí lo importante de la apariencia, el mensaje, comunicar que no eres pobre, aunque sí necesites algo del reparto, que es como esto funciona. Esa ambigüedad desambiguada al loro y con tiento, como pose vital. Algo así como las siete y media según Muñoz Seca, que el no llegar da dolor, pues indica que maltasas y eres del otro deudor, más ay de ti si te pasas. Si te pasas, ¡es peor!

viernes, 5 de mayo de 2023

Optimismo

 

Antes, cada cien años o así se acababa el mundo. Lo que pasa en este the end que nos toca vivir es que se acaba más aún. En 1923 había algo de inflación y un dólar valía 47.500 marcos. Aun así, la natalidad era alta -vamos, que la inflación seguía por la noche-. Aquí, en cambio, los nacimientos no cesan de caer. 

Pero es que, desde el covid, la mortalidad aumenta sin parar ante nuestras narices. Ya se sabe, en la España vaciada lo único que se llena son los cementerios. O sea, que no es que se acabe una época; es que nos morimos, pero físicamente. Que, bien mirado, no está mal. Que sigan otros. Pero es que ni eso. Porque lo que también está agotado es el sistema, el post 2ªGM, eso que llaman bienestar, socialdemocracia, acuerdo social u otras lindezas -y la gente se lo huele, y por eso sale en manadas a las playas-. 

Todo eso se ha esfumado, estamos en la prórroga, y las “nuevas” propuestas revitalizadoras son más blufs sacacuartos, frente a lo cual la única gran novedad de cambio de sistema es cierto reparto de migajas del acumulado (y la práctica del poliamor). 

Todo pues, nos remite a una pobreza, material, de ideas, de espíritu, de actitud, traumática, paralizante. Por eso todo lo que a los políticos se les ocurre son ocurrencias, palabrerías, bazofia manoseada, nada con gaseosa, promesas incumplidas de antemano, mojones con pinta de bizcocho, relatos para ir conteniendo al personal y controlarlo, sin soluciones, ni siquiera reformas, grandes pactos que, en una época que se nos va, podrían al menos dejarnos en la unidad de paliativos por un tiempo. 

Cosa que ya no interesa a esta gentualla perdida en su ignorancia, intereses y propaganda. Y lo que es peor: sin llover, esa otra muerte en forma de sequía, la que el régimen anterior se empeñaba en añadirle un orden moral, el de obstinada y terca, con la palabra pertinaz, y que hoy ha cambiado a persistente, que se mantiene, sin más. Ni menos. Porque esa es la muerte definitiva, la ambiental, la del planeta. La que viene junto a las descritas a poner su epitafio. Y que los políticos, como con todas, no sacarán más que votos…que llevarse a la tumba.