jueves, 31 de agosto de 2023

Difuminado


Es la técnica, a modo de niebla huidiza, con que los años borran la nitidez de lo vivido. Y la efeméride como recordatorio a piñón fijo, por conjurada y conspicua que sea, tan solo palía la terca desmemoria, y su dedo grasiento y entintado hace un arte del olvido, la sombra y la ausencia. Así con el éxodo (uno de tantos) de maestros recién graduados aquí ahora hace 50 años. 
Ahora no es noticia: exportar titulados. Pero es que entonces éramos los únicos. Los fabricados para dar abasto a aquel invento, la EGB, la gran reforma de la primaria, aumentándola (y la infancia, de paso) al cargarse el bachillerato medio, luego tan echado en falta, y escolarizar el baby boom, aquel maná sesentero anterior al ogino, la marcha atrás y otros desvaríos, gente ya a los pies de la jubilación, verás tú qué ruina. 
Solo que como habían emigrado, tenías que ir donde estaban, Cataluña y Levante, sobre todo, a hacerles tomar escuela, para su desbaste y cultivo, tantas veces sin éxito, como nosotros mismos, por otra parte, y tantas otras gentes impermeables aún hoy a la civilización. Pero ese es otro cantar. 
Luego, oposición a oposición, la mayoría volvería al terruño, a intentarlo con unas cuantas decenas de miles de varias promociones de paisanos. Y ahí estuvieron -yo me escaqueé pronto, si así puede decirse- hasta hace nada en que calculo se marcharía el último de aquella promoción del 73, y cuya identidad me gustaría conocer (y lo mismo aún queda más de uno; el género humano es así). 
Siempre tiene su morbo saber del último mohicano de algo tan heroico como es defender ante treinta o cuarenta enemigos aparentemente indolentes, pero absurdamente e indisimuladamente entretenidos, las cuatro reglas del conocimiento, en espera, tan solo, de ser recompensado con que en uno, o dos (¡qué multitud!) cale ese proselitismo del saber, aunque sea hecho tantas veces desde las antípodas de la ilusión, el incentivo o el reconocimiento.
 Tan solo, como hoy, en horas bajas, del pequeño recuerdo para todos, allí donde estén, 25 años después (de nuestra última reunión), que no es nada. Aunque lo que son 50 ya van pareciéndose a otra cosa. Salud.

jueves, 24 de agosto de 2023

Rubiales

Está claro que el ínclito es ya el impresentable del mes. Aunque el campeonato mundial lo tenga crudo, según está el patio en lo tocante, con perdón, a gerifaltes del deporte, ese pozo moura insondable adonde va a parar lo mejor del culo de cada casa. Así que nada nuevo bajo el sol (ni las cloacas). 

Pero en agosto, la calora, el yintoni y la depilady, se nos suele olvidar tirar de la cadena, y luego flota cada cosa…, y si huele, esto es España, la famosa excepción. Y con Rubiales, es que te jiñas. Pero, ¿y ellas, las chicas, las leonas, las rojas, o “nuestras mujeres”, como ha dicho Borrell? Ha tenido que haber una presión política, mediática y mafiosa para acabar denunciando el famoso ósculo. 

Mientras, ha primado lo que prima en ese ambiente de piña juramentada donde el trepismo y el show mandan, la connivencia de la mierda se queda en el vestuario, y donde se espera y se calla, también la homosexualidad, curiosamente, como los varones, y ello pese al machiruleo tenido a gala -con el que nada desentona el tocahuevos de Rubiales en la final-, con tal de llegar arriba y triunfar bajo ese principio de “solo hay un puesto, el primero”, que preside toda carrera del deporte de masas, lleno de pendejadas. Hábitos todos del deporte masculino, asumidos, dejémonos de historias, también por las féminas. Y ahora resulta que, ¡por haber ganado un mundial!, un ser así de cutre no puede continuar. 

Aquellos sí que eran besos
Como si hasta aquí ellas, él, la Federación, los clubes y la misma afición no hubiesen alimentado desde el machifutbolerismo lo de echarle cojones, te como los menudillos o a por ellas que son unas moñas. 

Y nos salen por lo del abuso sexual. ¡Venga ya!. Cuando hasta antesdeayer, la besada iba de freudiana -nunca hay reciprocidad en el goce sexual- sin decirlo, para no darle la razón al jefe besante, que sin conocer quizás a Lacan (o creerlo algún centrocampista extracomunitario), mantiene su tesis de que la relación sexual, en realidad no existe. Y ha tenido que venir un sindicato de futbolistas a dictar la diferencia. Y es que esto ha cambiado lo suyo, y cuando la española (no) besa, es que (no) besa de verdad.


jueves, 17 de agosto de 2023

Sabores

 

Para gustos, colores. Y para disgustos, sabores, diría yo. Porque si hay una dictadura irreversible, por lo que afecta al cerebro por vía de las papilas gustativas, esa es la de la ingesta entendida como la obligación de consumir lo que a cada momento ordenen los intereses más o menos espurios de sepa Dios. E incluso en los mecanismos de defensa contra esa tiranía, como es el comer casi siempre las mismas cuatro cosas, y pasar de ganoserías y tentaciones, esa dieta viene marcada siempre por algún mandato de esa misma dictadura papilar. Y lo único que te queda es la melancolía del gusto. O del malgusto. 

Yo, por ejemplo, en cuanto llega el verano echo de menos el agua de cebada y el chambi de mantecao. El agua de cebada, solo de recordarla me refresco. Es como la vuelta momentánea a una dulce glaciación de malta, bloques de hielo y agua. Y eso que la última que tomaría debió ser en las afueras del viejo mercado de Carretas, del lebrillo donde la servía “El tapicero”. 

En cuanto al chambi de mantecado, el gran clásico extinto, que repartían con sus carritos por toda la ciudad los chambileros, aquellos paladines del sabor andariego con no más de tres gustos en sus cacharras de refrigeración primitiva, además del de turrón, y el de fresa o chocolate, el susodicho es ya inencontrable, y pedir “uno de mantecao”, que es como se decía, es poco menos que pedir la vuelta de “El pajero” toreando con una silla. Y eso que fue el gran sinónimo del helado por estos pagos del sureste hasta que se instaló la gran, no sé si democratización del sabor, esa inauténtica pluralidad bajo la que late el regusto de una misma base más sus añadidos más o menos de artificio. 

En 1976, cuando los últimos (chambileros) mohicanos paraban entonces por la calle Tejares, en un reportaje para la delegación de Pueblo, me aseguraron que ellos ya no podían surtir de los sabores que les demandaban. Y al poco, desaparecieron. A la gente le había dado ya por la stracciatella, la UCD, el yogur, el PSP, el nugat  o Euskadiko Eskerra. Y el mantecao, como otras cosas, desapareció. Y desde entonces casi todo sabe a nostalgia de verano. O peor.   

miércoles, 9 de agosto de 2023

Pasados

Por paradójico que parezca, conforme caemos en la vejez -ese es su verbo-, más que sin futuro, lo que nos quedamos es más bien sin pasado. Desde que el poder va de bueno, y te acicatea con la zanahoria de la esperanza de vida creciente, el todavía eres joven, la filosofía parda de que hay que vivir el presente y el carpe diem, el pasado pasa a ser un terreno abandonado por sus coetáneos, tan embebidos en vivir el momento cada cual a su aire (y desde el covid, más), y perdido de maleza y solitario se convierte apenas en una borrosa memoria virtual tan individual y subjetiva como sospechosa. 

Por algún motivo el pasado de los que aún podemos recordarlo juntos, por ser todavía muchos, no interesa. Y sin embargo, se hace todo lo posible por aparentar la recuperación de una memoria común que sea tan asumible entre generaciones como edificante. Solo que tal memoria no está en el pasado sino en el presente, pareciendo más bien una visión del mismo a partir de hechos pretéritos más o menos relevantes e idealizados, con los que se elabora un relato, una peli (basada en hechos reales, que se dice) contada con un forzado lenguaje actual para hacerla entendible, aunque esté ligada (y esa es otra maña que se exhibe como valor) a un tramo específico de población mínimo y deslavazado casi desaparecido, cosa que impide tanto la puesta en común -que no es lo que se persigue, sino su injerto en las generaciones más nuevas- como el debate de sus lagunas. 


Todo lo cual facilita la erección de ese pasado concreto -leyendas incluidas, que la escasez de testigos favorece- como único referente al que retrotraernos todos como sociedad. En esa impostura básica radica la memoria histórica que para funcionar necesita, de un lado centrarse en una época, prácticamente no recordada (ni requerida) -lo cual puede ser un buen comienzo según para qué-, y de otro ignorar hasta erradicar otros pasados como pueda ser el de los hijos de esa época “heroica”, de la postguerra y después -el de los nietos apenas si existe, y está todo en internet pasado a cuchillo por la wiki, ese otro poder-, un pasado 
más accesible por cercano y vívido por más compartido, y seguro que igual o más aclaratorio para los más jóvenes. Pero no.

 Quizá sea para no opacar el gran objetivo de que todo gire en torno a un tiempo y una gente ya desaparecidos y, por lo tanto, del mito, ya que en esto, los políticos hacen como el editor de El hombre que mató a Liberty Valance: "cuando la leyenda se convierte en hecho, imprime la leyenda". O igual tienen razón y es que todavía somos muy jóvenes para contar(nos) batallitas que sirvan de conexión entre aquel tiempo tan adorado por perdido (y hoy a la recherche) con el de los que aún no tienen prácticamente ningún pasado, y, al paso que vamos, no tendrán otro que el que les quieran contar. 


sábado, 5 de agosto de 2023

Letras pa'l cante: tangos festeros

 

En la puerta de Eroski

te vi un domingo.

Yo dije vaya tía;

tú, vaya un tío.

 

Las cosas que yo daría, sería,

por un trozo de tu cielo, Consuelo,

cositas que daría yo,

la puntita de mis carnes

y el huequecito de mi corazón,

que hasta morirme podría

con tal de volver a verte a la luz del día.

 


Al laíto mismo del agua,

fuiste a comprarme un cortijo

jugando a la lotería.

Y como no te tocó,

trajiste una cabra fina,

y vivo de su leche y de tu miel,

pero me quedo con tu boca y con tu piel.

 

Tengo un huerto de primores

con yerbabuena para las penas

y verdolaga para el mal de amores.

 

Los chivitos, para Pascua


y el rocío, pa' la calor,

y con tu boquita llena,

que me quieres, dímelo.

 

Que ni el parné de los reyes faraones

ni las yerbas de la madre celestina,

te curan del pasar de los pasares,

no lo dudes, tú la diñas.

 

Berrinches no cojas,

no tomes pesaombres,

tú, como si pasan

veinte procesiones.

 

Alevántate,

alevántate,

que la enagüita

bajo la manta

ya se te ve.

miércoles, 2 de agosto de 2023

La misiva

Es una lástima, pero no ha podido ser y Sánchez, con su esquela cortante cual epitafio, ha rechazado la relación epistolar como serpiente de verano que Feijoy inició aunque fuese de modo estulto y sin adobo. Y lo que podría haber sido un paliativo de la infamia y desencanto a los que nos tiene anclados el dúo cuya rivalidad en generar zozobra pasará a los anales del patetismo patrio, se ha desvanecido. 

De seguir curso esa correspondencia y haberse pasado ambos al género epistolar (y a los demás por la piedra, supongo que filosofal) como arma negra sobre blanco digna y bella, y hacer nacer una flor entre la mierda política que nos agobia a 42 grados con estos dos aspirantes a insignes profetas de la nada, y a los que más bien hacemos de probetas de su historia del desatino por entregas, otro gallo nos cantara, y no dos pollos desgañitados, desvariados y ágrafos. Tanto si cantasen al orto, con perdón, como al ocaso. 

“Estoy deseando volver a verte para comerte los pechos”
Esa escritura agosteña del pasar, aunque ociosa, conspicua y en fascículos, ya es algo parecido a un relato de continuidad, tanto en horizontal como en vertical hacia una sociedad tan desperdigada como anhelante, y alumbraría de por sí cierto discernimiento, cierta esperanza en las luces, tan arrambladas y olvidadas en el solazo canicular. 

No hacía falta recrear la Epistola moral a Fabio: “Fabio, las esperanzas cortesanas prisiones son do el ambicioso muere y donde al más activo nacen canas”. (Imposible, ¿no?). Ni emular a San Pablo, en especial su dirigida a Filemón (en un país más bien de Mortadelos), ni las tan sesudas como amenas entre Marx y Engels, ni las instructivas de Lenin con el príncipe (del anarquismo entre otras cosas), Kropotkin, ni las jugosas entre Hemingway y Marlene Dietrich. Y ni pensar en lo que Groucho dijo a los Warner Brothers

Pero sí fijarse en Kruchev y John Kennedy, más contrarios que nuestros frustrados epistoleros, y se entendieron. Y sobre todo en Dillinger, aquel otro epistolero que escribió a Henry Ford: “Mr. Ford, permítame que le felicite. Fabrica usted los mejores coches para huir de la poli tras un atraco”. Ah, jamás sabremos lo que nos hemos perdido.