lunes, 27 de febrero de 2017

El trípode


No es casual que La Biblia siga siendo el relato, cuento, historia o lo que sea, de más éxito de la humanidad. Ese cóctel, cual perfecto gintonic, mezcla en dosis misteriosas pero de resultado ideal, sexo, violencia y humor. Algo que solo fue posible escribir y asimilar en épocas en que esos elementos eran vistos consustanciales al hombre por naturales. Cosa que ya no. 
La cultura, o la civilización, han destilado un individuo procesado que debe exorcizar la violencia para delegarla en el estado y asumir el sexo como estrategia de socialización. La ficción, sobre todo la audiovisual, sirven para eso. Sin embargo el humor, incluso como fuente de anticuerpos, apenas se da junto con los otros dos, sino más bien en discursos aparte (comedia) y muy depurado y artificial, pues su solo concurso convierte a un dúo de lo más llevadero en trío conflictivo. Y eso en la ficción.
En la vida real, si es que existe, el humor es un sospechoso habitual muy cuestionado, con un interdicto más o menos velado que empieza a pesar sobre muchas de sus facetas. En todos los campos salvo en uno: la política, el único que puede conjugar esas tres claves del relato vital sin riesgo de prohibirse por políticamente incorrecto, al ser un paradigma en si mismo y ser su alternativa sencillamente la guerra. No es que todo valga, pero casi. Trump, LePen, Podemos, Grillo, por todas partes los únicos con patente de corso para el cachondeo, la guasa borde, la broma pesada, la golfería hilarante, el sarcasmo más vil y hasta la sátira, con discursos preñados de sintaxis sexual y vocabulario violento, son los políticos. 
Del mismo modo que sus consumidores, en cierta reciprocidad, quedamos también en cierto modo aforados para permitirnos ese mismo trato con la política, convertida ya en reality y sus actores en personajes –los de la Casa Real son una especie de cruce entre ambos: políticos y famoseo, por bien ganados méritos propios–. El animus iocandi con que legalmente puede eximirse de pena el trato satíricosexualviolento de lo político, así lo prueba. 
Y es como debe ser. De ahí el éxito todavía de la política, pese a todo, como sumidero, terapia y catarsis. De modo que si en la tele no hay ya humor solo es porque ya lo hay, y bastante, en la vida cotidiana, donde, de momento, aún no está prohibido. Y, la verdad, donde se ponga la realidad, que se quite la ficción.

martes, 21 de febrero de 2017

Adminículos


Iba para algo. Aunque no sabía cómo explicarle a la suegra aquello de casar dos votos (ya se sabe: un hombre, un voto; una suegra, dos), uno para una lista y otro para otra que necesitaba el mayor número posible de ellos para poder formar grupo parlamentario. Y mucho menos por qué el acuerdo aquel había sido sólo para el caso de ganar. ¿Es que, caso de perder, iban a romper el libro de familia y a meter los niños en la inclusa? 
En definitiva, aquella tarde volvió a casa hecho una novicia que no entiende aún el santísimo misterio de fornicar y seguir siendo vírgen a que el pacto quería someterlo. 
De manera que abrió el buzón y, retirando del aluvión de ofertas todas las que no venían al pelo de su quimera del día, se apoltronó en el sofá y se enfrascó en el repaso de una de esas revistas que ofrecen mercancías por correo, como una indispensable manta escocesa o una cinta de tres horas de vídeo que le prometía “365 positions, para cada día del año” o un chándal sauna, que bastaba con ponérselo y “continuar realizando las actividades habituales” para acabar sudando como en un tormento de la Inquisición, por si no le hacían sudar ya bastante en su actividad cotidiana; o aquella lencería femenina fina que servía para todo, “incluso para dormir” y que “enloquece a los hombres”, con la precautoria oferta dos por uno, al darse por sentado que la primera sería hecha jirones ipso facto. 
Enloqueciendo pues, le ofrecían luego un completísimo juego de cuchillos profesionales, “siempre a mano para trabajar y con el que podrás competir con tu carnicero”, que buena falta le iba a hacer, sobre todo el de trinchar; al igual que aquel enchufe de tres tomas, que dentro de nada le sería imprescindible. 
Y al pasar página, se encontró un relajante tornado, en forma fálica de cohete espacial, ideal para regalo para poner en juego toda la imaginación en sus bolitas giratorias. Relajación que le fue imposible ya que al lado mismo una muchacha lo turbó con aquella vibradora flexible, “mejor que el habitual masaje manual”, pegadito al “desatascador inmediato” con el que no tendría que llamar al fontanero ni utilizar productos químicos, y otro que lo invitaba a “sentarse sobre 88 bolas de masaje”, nada menos, por 2.495 en lotes de dos, y con una caja de herramientas de regalo, “del mejor material”, más un maletín incluido (“¡Se acabó el buscar la herramienta adecuada!, perfecto en casa, el coche, o los fines de semana”). 
Y con este revoltillo y confundiendo masajes con mensajes, y eso que pasó por alto el “encendedor más seguro del mundo”, que a esas alturas ya no le hacía falta para nada, fue a parar al chollo, un telescopio con una gachí en bolas (más bolas) a lo lejos, con el que “¡observarás tantos detalles invisibles a simple vista!”, que le era ideal para su presbicia más que despuntada. 
Y además, con este “modo apasionante de ocupar los momentos de ocio”, que iban a ser muchos en adelante, le regalaban un mapa del cielo y una guía de constelaciones, proponiendo “el descubrimiento de la luna y las estrellas, pudiendo utilizarlo además para observaciones a gran distancia sin ser visto: planetas, animales, personas, barcos...”, que cayó dormido y se puso a soñar que se convertía en un vibrador (muy) flexible que, ascendiendo como un cohete por entre bolas, se incrustaba telescópicamente de 365 maneras distintas en algo que sudaba dentro de un chándal o un salto de cama, no sabía, y en esto que oía voces que gritaban: “¡para desatascarlo hay que cortarle la herramienta!”, que fue cuando se despertó asfixiado. 
Pero enseguida sonrió al ver que era sólo cuestión de días poder materializar sus sueños.

viernes, 17 de febrero de 2017

Representantes

Los catalanes tienen la fama, pero también dicen que cuando Armstrong puso pie en la luna ya había un gallego allí (o sería gallega) cociendo pulpo. O igual era un vendedor de melones de Abengibre, que tampoco se están paraos. 
El caso es que Rajoy le ha dado el sorpasso a Puigdemont (que estaría pelándose) al ofrecerse a Trump con su correduría para latinos, un tratante o representante, un comercial, vamos, que así, a priori, parece labor como más para uno de la Tarraconense, y más después de ver a Saza en La escopeta nacional. Lo que son los tópicos. Por no hablar del famoso seny que se les supone a sus habitantes, vital por otra parte para el corretaje, el trato, la compraventa y el percentil. Bueno, y la experiencia de hacer pancartas en inglés, supuestamente de tanto peso a la hora de obtener el cargo. 
Y no. Está visto que lo que más vende al negociar con quien vaya de amo del mundo por la vida es ofrecérsele de manijero mismamente, para llevar la espuerta, el botijo, o de lacayo para evitarle tener que tratar con la servidumbre. Cosas así. 
Y es que, claro, si él va de América Primero, y tú te pones también en plan Catalunya Primer, lo lógico es que haga como que no te conoce, pase de ti y te quedes sin el 10%, o el 3, o lo que sea que te vayan a dar, y te den por donde amargan las cucurbitáceas.

Bananas. Y hazlo todo grande otra vez.
Y es que aquí es que todos van ya de China First, Rusia First, o Hagamos Grande a Bretaña otra vez, que me pregunto qué diría de eso Freud, con su manía del subconsciente, la impotencia de la vida moderna y la involución mundial constatada en el tamaño del pene. Y además, que para que un catalán triunfe con USA lo primero que tiene que procurar es hacerse pasar por cubano, echarse un chihuaha de bolsillo y después ya, pues dirigir rumbas, aunque solo sea por seguirles el rollo, como Cugat
Pero claro, él tenía a Carmen Miranda la frutera, y Puigdemont, ¿a quién tiene el pobre? A Anna Gabriel, que no es que sea socia exactamente, sino que iban a la misma peluquería unisex, y una cosa lleva a la otra, y… Y además, que este, rumba, ni la catalana, por mestiza y del poble. Que no lo veo yo a él con el gitaneo, vamos. 
En cambio Rajoy, que la única rumba que conoce es la que manda a  Montoro pasarnos a diario para no dejarnos ni un pelo de gato con que traficar, no es que se conforme con el segundo puesto, Spain the second, o el tercero. A él, con que le dejen de utillero le vale, que él ya hará lado, hueco o lo que sea. Bueno, y la comisión. Que luego hay muchos para repartir. 
Y es como debe ser. Porque del orgullo no se vive. Y aún menos del seny. En cambio del coseny y de salirse por la tangente, éxito total. Solo es cuestión de trigonometría. Y jeta.

jueves, 16 de febrero de 2017

Cinematontunas: Mitorejas


La sociología tiene establecido que la culpa histórica de esa constante postmoderna que consiste en que las tías más guais, valientes y atractivas acaben siempre con los chicos malos, la tiene el cine, y más concretamente el primer gran icono de villano bueno, antihéroe de culto, aquel castigador con aura que fue Clark Gable, que puso de moda la camiseta de tirantes. Y hasta hoy. Quién lo iba a decir del orejas de pana, puto juvenil, según las malas lenguas, chulo braguetero de viejas, y picha corta, según llegó a decir la Lombard, su señora, en uno de sus arranques bocachanclas. Y es que la gran pantalla todo lo cambia. O como dice el chascarrillo, parece mentira… lo que la picha estira.

jueves, 9 de febrero de 2017

Pobristas


Hubo un tiempo en que la revolución se quedó sin materia prima, descolocada. Había libertadores, pero no esclavos dispuestos a ser liberados. Algo así como un desfase entre la oferta y la demanda. O, en términos de comunicación, que el medio no era el mensaje, sino más bien un masaje. Pero eso cambió con la crisis, al producir esta al mileurista, el nuevo individuo que, una vez conceptuado sintéticamente como el pobre epistemológico actual, ha podido servir de aglutinante artificial de la nueva clase desposeída, y sustituir instrumentalmente a la ya desaparecida del proletariado, salvando así de la ruina a los políticos, que amenazaban quiebra y les ha faltado tiempo para hacerse pobristas, esa plaga criminal que, cual secta neo dulcinista, se dedica a penalizar, cuando no a criminalizar, de palabra y sobre todo de obra, a quien es capaz de vivir sin tener que recurrir al nuevo vasallaje del clientelismo político. 

Para ello se invocan la igualdad, equidad y justicia del reparto. Aunque en la práctica consista en homogenizar la escasez y necesidad como nueva gran comunión obligada a la que sacrificarse. Es el nuevo gran ideal. Y quien no lo hace y se aparta del gran rebaño de desheredados pasa a infringirlo y a ser sospechoso del “algo habrá hecho”, “por algo será” o “Dios sepa” y a ser mal mirado por los que se quedan (“En cuanto los ideales son declarados superiores a los hombres, empieza la cacería”, Fernando Aramburu) y por quienes, ruinmente, solo pretenden explotar el gran caladero para seguir justificándose como un mal “imprescindible”. Unos, abiertamente; otros, cínicamente, defendiendo la riqueza como fin, pero a base de fabricar pobres. Solo se diferencian en el grado y la presentación. 

Aun así, el asunto, tan viejo como el mundo (el triunfo del cristianismo fue su primera gran hazaña) presenta algunas novedades, tanto de forma como ideológicas. Así, la famosa declaración de la renta como DNI para acceder a la nueva solemnidad de la pobreza energética o la renta universal, de camino a la dependencia general de estos aduaneros del cielo (por lo pobre) aquí en la tierra. En el olvido queda que al pobre solo le ayuda otro pobre. Y no hablo de caridad, ni menos de solidaridad, que es aún más paternalista y vertical. Sino de que los predicadores se ordenan sacerdotes y usurpan el lugar propio de la gente. Y eso aún lo pone peor.