miércoles, 30 de diciembre de 2020

Diciembre

 Antes, cuando llegaba diciembre, matábamos el cerdo. Ahora, más vale que no, porque el cerdo somos nosotros. Y la película debe continuar –ya que diciembre es cuando se acaba la película, o, mejor, el episodio de la serie–, aunque sea sin guión, sobre la marcha, a lo nouvelle vague, o mejor dicho, de nouvelle vague en nouvelle vague, y surfeándolas –como una olaa, tarí, rarí, que cantaba la Jurado–, sin más tabla de salvación que las promesas de los que pueden prometer (¡y vaya si lo hacen!) volver a ese pasado visto como el mejor futuro, cuando diciembre no es ya sino el último mes del primer año del futuro convertido en el peor pasado, que muchos no pueden reconocer como tal, por edad o por ese velo confundidor que es la tecnología. 

Un pasado que solo tendrá pinta de futuro por haber sido facilitado por esos inventos de última generación (ya pasada) que son las máquinas para la solipsis, que es la gran ideología general que se extiende cual lava precursora de lo inerte: así la termomix, el móvil, la tele, la rumba, la bici estática, el satisfyer, el ordenata, las apps, el spinning, la lejía, los mensajeros, los riders, los pijamas como prenda básica, todo aquello que ayuda a trasmutarnos en burbujas dentro del mundo, a cohabitar consigo mismos y a ser devotos de Onán, del teletrabajo, la telerrevolución, el aislamiento, el crowdfunding de la ruina, la videollamada, el sexting, la incomunicación, la mascarilla, la distancia, la nada.

Así es como diciembre ha cerrado el círculo o, mejor, la serie de nuestra fabricación como telesúbditos, o súbditos de la distancia. Y sin catarsis posible, ya que ésta, una vez más será una purificación en falso y nada llameante, esa hoguera donde tendría que arder lo viejo y podrido de cada uno para resucitar en aves fénix, sino una mísera, profana e instrumental vacuna para seguir mordiendo el polvo dándole vueltas cual hámsteres a la rueda de una perdición más que anunciada, aunque vista con los ojos estertóreos de la negación de nuestro propio horror ante el fin de fiesta, pues a la larga no hará más que de profiláctico, póntelo, pónselo, para relacionarnos preservándonos del peligro del vivir, establecido ya como una enfermedad venérea de la que avergonzarnos, al grito creciente admonitorio del poder de ¡arrepentíos!, de lo que sea, cada uno sabrá (estos sumos sacerdotes…). 

Y esa es la buena nueva de diciembre. La mala es que seguiremos fiándolo todo a la esperanza. No hay peor seña de identidad de lo que tenemos encima. 

Mientras tanto, confinamiento ha sido nombrada palabra del año. Por odiosa. Aunque, de tanto practicarla la vamos hasta queriendo, no en vano el roce hace el cariño. Tanto como la distancia el olvido, que es lo que ya hemos empezado a ser para los demás, apenas un emoticono o una foto de estado en el móvil, y luego a luego para sí mismos, y RIP. Feliz año.

lunes, 21 de diciembre de 2020

Inauguration

 Para que digan que el Brexit no es un éxito. Ya tienen hasta su propio virus. ¡Ele!

jueves, 17 de diciembre de 2020

Coincidencias

 Herodes vuelve: la vacunación empezará el 28, día de los inocentes.



Recipientes

La fábrica

 El nuevo rector de la UCLM ha dicho que nadie se va a quedar sin estudiar por motivos económicos. Bien dicho, pues puede haber otros. En cambio para estudiar, suele ser el gran motivo, al considerar, el interfecto o sus padres, que el título será el detonador de una carrera en pos de la movilidad social (ascendente), al seguir, por propio interés, esa mentalidad asentada (y bastante trasnochada) del progreso permanente –pese a demostraciones a contrario, como el guantazo del covid, por mucho que se vea como temporal– y el posibilismo (cada vez más imposible) de una meritocracia que cada día el enchufismo, la deslocalización, el nepotismo, la robótica o la simple muerte del trabajo, se encargan de dejar en evidencia. 

Obviamente hay otros cauces que elegir como alternativas para llegar al vivir, incluso bien, como son el estudiar para saber, en la universidad, o aprender oficios, fuera de ella, pero ni caso. Está mal visto hasta hablar de ello. Sobre todo si has ido a la universidad. Así pues no seguiré por ahí. 

Pero sí diré que así es como la universidad, vista como el último y casi único refugio del aspirante a “llegar”, se ha convertido en esa otra burbuja sin pinchar por ser percibida casi unánimemente (aunque a la fuerza en muchos casos) como una de las vacas sagradas del sistema, llenándose cada vez más de futuros parados, descolocados o precarios currantes que verán difuminado su sueño de llegar a la élite, degradada cada vez más a simple clase media tira que te va, de la que salieron y apenas podrán volver tironeando con ahogos. Y si faltan alumnos, como en ésta, la nº 801 del mundo según los perversos rankings que se elaboran por ahí, pues se les ayuda para inflar las cifras, el único éxito que hoy se pueden permitir sus gestores, y a otra cosa.

Lo cual les generará –y a su entorno– más frustración y resentimiento, visibles ya en su día en los primeros podemitas, contra lo que se considera (alegremente) casta o élite, la privilegiada generación anterior –causante sin duda de lo suyo–, solo por haber tenido una oportunidad (para fracasar, como es debido), y sin más pensar reafirmarse (junto a otros de otros segmentos y secotres sociales agraviados) como dejados al margen de esa santísima trinidad vital de la vulnerabilidad, que es el conducto Niños-Mujeres-Viejos, tan a proteger por el sistema (aparte de mascotas o tamagochis), a expensas del resto, naturalmente ellos. 

Cosa que da alas a su amorodio, en especial (aunque bajo cuerda, por aquello de qué dirán) al mayor que repela el pernil de la subida de las pensiones o de su sueldo al funcionario, como detentador de una posición cada vez menos legitimada, y a la que aspira el joven, porque ya no hay nada que crear sino heredar lo que se pueda; convencidos de que este país, efectivamente, es para viejos. Al margen de que el sistema pase de niños, engañe a las mujeres o se cargue a los viejos. Eso no cuenta. Pero eso ya, como dijo Don Rudyardo, es otra historia.


miércoles, 16 de diciembre de 2020

SMI

 Unos suben el salario mínimo, los otros acortan los contratos para gastar lo mismo, y los de siempre currando a toda pastilla para rendir en 20 horas lo que en 40 y cobrar igual. Vamos mejorando… la productividad.

jueves, 10 de diciembre de 2020

Pobres gripes

 Nadie se compadece de ella, pero la gran perdedora de la pandemia ha sido la gripe. Bueno, y Juan Carlos I El Emérito, que es como figurará en la Wiki del futuro. Yo propondría El folliscarras –nada, la vena fascistácrata, que se me ha subido¬–, pero, ná, al no estar ya bien visto tirar tanto de escopeta (ni en Botswana), te lo iban a maquear y a blanquear con un cribado semántico y una miaja de fotochop. 

Con eso y un PCR, lo tienes aquí arrepentido de todas sus elefantiasis a comerse el turrón y quizá algo más (blando) –mira, también podrían apodarlo El Almendro–, hecho un treznal. Si bien los fastos que se avecinan, las Navidades con Erte, serán más bien el recuerdo pijo alangostinado y de nécora (esa gilipollez) de aquella especie de torreznoto de cuando se abría la espita del reciente mataero como una cornucopia de colesteroles y crímenes digestivos –la venganza del suido (el suizo es otro, cuidado)– en forma de chicharrones y chusmarros, pues todo se ha perdido, hasta sus andares, que eso es el comer, dicho sea parafraseando a John Ford, cuando dijo aquello de “¿tú has visto andar a Henry Fonda?, pues eso es el cine”. 

¡Qué tiempos aquellos!
Pero lo que es la gripe, ay, esa este año lo tiene más crudo que la oposición, que andan ahí, tarismarís, menos activos aún que el ministro Garzón, el consumista, esa otra gripe en horas bajas, que trabaja menos que el chófer de Forrest Gump. 

Y es que la gripe ha resultado ser el primer hijo, ese que queda arrinconado y semiolvidado entre las pamemas y arrechuchos al guarín que marca el nuevo tempo de los desvelos, y se esconde al no poder competir con él ni en mocos ni en fiebres, ni mucho menos en decesos, en lo que a su lado ha venido a ser un pasatiempo  –aunque los mate callando, también–, y una ruina para las farmacias, que ya tenían que estar pidiendo ayudas por la caída del frenadol. 

Así es que quién nos iba a decir que la íbamos a echar de menos, con los mantecaos, la cesta de cascaruja, los pulgueros y la coñá, que no la cuñá, que ya verás como esa aún se aparece con o sin restricciones. Aunque para allegados, los que Sánchez se está trayendo de Canarias. Pobres gripes.


Navidad, navidad

 Una de dos: o el traslado a la península del centro de acogida canario es tráfico de inmigrantes, o es que el gobierno ha retomado la campañas navideñas de los años 50 de Siente un pobre a su mesa, para completar las reuniones familiares que no lleguen a 10, como allegados.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Ranking

 Confirmado: los niños españoles empeoran en Ciencias y Matemáticas. A cambio, mejoran que te cagas en Cocinicas I y II, y logran ver Masterchef hasta el final. Con dos cojones.

MIRADAS

                                                                                                             valientes

                                                              sombrías

                                                          espejo

                                 chorreantes

 

viernes, 4 de diciembre de 2020

Riego

 Decía una de las parteneres de John Holmes, el legendario actor porno mejor dotado de la historia, que nunca pudo verlo en toda su ‘expresión’, dado que no podría regar “aquello” sin sufrir un infarto cerebral.

martes, 1 de diciembre de 2020

 Y decían de Cospedal: el comité de expertos de Covid será en diferido. Vamos, a toro pasado, o no será. La ficción al poder o el poder de la ficción.