jueves, 29 de septiembre de 2016

Movilización


La feria de Albacete, que es algo así como Kamela, que todo dios ignora pero venden pa aburrir, ha convocado otra vez más gente que ñus una charca del Serengueti. Dicen que más de dos millones, o al menos esos son los móviles detectados por los artilugios de la cosa en el ferial durante esos diez días que conmovieron nuestro pequeño mundo. A eso le llamo yo movilización. 
Mientras tanto y por doquier, intelectuales de todos los calibres y canales, alguno incluso a medianoche desde el templete interior del ferial, se siguen devanando la sesera para ofrecer alguna conjetura del porqué, en pleno chuleo, vacile y pendejeo de los políticos elección tras elección, aquí nadie se moviliza, siendo la letal actitud del común la pasividad, presentar el otro carrillo (de cara o culo, oh confusión) y un alegre laisser faire, tan propio de la actual era de la contemplación, sospechosa de una desmovilización programada, para vencernos por aburrimiento y, con los cuatro votantes que queden, poder seguir llamando a esto democracia y hacer de las suyas cierta gente.
Es lo último en opinión pública. Y algo habrá de eso, aunque sea conspiranóico. Pero no el meollo de la cuestión, pues si algo quieren los políticos es que participemos, que para ellos es votar. Pero sobre todo que asistamos a un espectáculo que ya es diario, estemos pendientes de sus números, y opinemos, aplaudiendo o despotricando. Que es lo que hacemos. Y con esa encuesta perenne de cháchara y ruido van modulando el show, pero sin soltarlo. Y listo. 
Es la democracia audimétrica, la del aplaudímetro y las redes, la de la sociedad instantánea y de batiburrillo en la que lo más importante, también para el gobernado, no es votar o cogestionar sus intereses, sino estar ahí, en vivo y en directo a ser posible, y reaccionar y responder a todo, y mostrarlo como forma suprema de relación (lo más valorado) dejando constancia de sí diciendo me gusta (o no). Una expresión elocuente de esta nueva demo chat son esos congresos con votaciones vía internet, el sumun de la democracia directa. 
Y es que a cada vez más gente le satisface más sentirse público permanente conectado, y jugar, que arreglar de verdad lo que en el fondo se sospecha no tiene arreglo. Para lo cual hay que vivir movilizado (será por móviles), participar y no ser antisocial, pero como un fin en sí mismo, de una forma intrascendente, desmovilizada. Lo  típico de la democracia meramente chismosa de wifi-bar que nos invade, más virtual que los dibujos animados.