viernes, 31 de enero de 2020

El iceberg perdido


Enero es ese mes que ha enviudado del frío, cada vez más boreal, errante y primacista, que de vez en cuando se le aparece, solo para dar celos, y de mentirijillas, en su formato femenino, la escarcha, en fugaces (y falsas) ceremonias nupciales que duran lo que el alba en derretirse, en un amor de frigorífico averiado, en un amor apenas olvidado. 
Pero aun así, y como todo es añoranza, lo invocamos sin querer en un azar de pequeños gestos, sus majestades cotidianas, llenando de ropa los armarios y cuerpos, como si fuera un frío niño, incitándolo a salir de su juego al escondite y dar la cara arrecida, para vestirnos de él, o acobijarlo, lo que quiera. 
O mirando los mapas de las nuevas oráculos, las vestales del tiempo, para vislumbrarlo viéndolo venir entre las isobaras. 
O encendemos la lumbre en casas alquiladas al efecto, a veces tan lejanas, en intemperies que siempre creemos más propias y legítimas de su reino, así como si fuera un lobo hermano, para llamarlo a llamaradas, acogerlo y acercarlo a nosotros, tan helados en su ausencia, y al no verlo aparecer nos preocupamos de que se haya vuelto tan errático, fugaz y fortuito que quizás nunca vuelva, como el adolescente que se fue, o el infante raptado. No sé. Alguien que se llevó el invierno, o sea, el ayer, que nunca es primavera. 
Porque enero, ese mes partera al que las estaciones parecen haberle hecho el vacío, está ahí para hacernos ver que todo llega y que la nada también es territorio de la vida, al menos de la nuestra, de la que siempre deja un rastro, quizás de esperanza, una hoja roída, un charco, un petirrojo. 
Se diría pues que enero es el contrato de arras de un compromiso docemesino, el pago y señal, el devengo anticipado del porvenir, aunque tarde lo suyo. 
Así que su tiempo se mide en patas de ratón, y su perfil en cuesta, tan jibosa y rastrera desde que todo depende de los sueldos y ya no del sagato sin horario y con bellotas, por no tener donde ir sino a febrero, la siguiente escala de lo incierto. 
Aunque ahora la prisa exija que se acabe. Pero ya volverá.

jueves, 30 de enero de 2020

Coletilla


La muerte solo puede matarnos. Bruce Cummings
Lo peor son los sepultureros.

viernes, 24 de enero de 2020

Doctrina


Comprendo ahora que todas mis desgracias vienen de no estar racializado (o mejor aún racializada). Si no, yo me hubiera comido el mundo. 
Yo, un enrazado típico, lo que estuve siempre en realidad fue bajo el síndrome de Michael Jackson, pues yo, atezado de calle y Fiesta del Árbol, si bien llegué a ser casi negro en los baños del Palo y el fútbol en las eras, al dejarlo caí en lo moruno, y luego, según me abachilleraba, me agitané. Para cuando me asenté, ya era casi blanco, y ahora estoy prácticamente institucionalizado como tal. 
Lo cual quiere decir que estoy más perdido que un gorrino en un mataero, pues tal proceso de maiquelyacsonización me ha llevado al racismo indisoluble. Y al fascismo. Como la gran mayoría del país, si aplicamos este rasero. El ser un demócrata a la vieja usanza, es lo que tiene. 
Y es que ahora, para ser antirracista tienes que renunciar a tu mayoría, pues es sabido que las mayorías nunca tienen razón, en favor de las minorías, y privilegiarlas para que se note que estás con ellas. No se trata de redemocratizarse, sino de racializarnos. Fíjate, yo que llegué a ser casi negro; ahora podría tener un carguico o al menos una minusvalía. 
No veo pues de qué se alarman al ver subir a diario a Vox entre las clases ‘populares’, tan desracializadas que van de blancas sin saber que son negras, qué tragedia. Como la de no querer doctrina en la escuela (¿para qué está si no?, como la familia). 
Quizá prefiramos la tele (la prensa ya ni adoctrina, todo lo más la radio, medio caliente cueceorejas). Y sin embargo, con quien nadie puede competir es con el grupo de iguales del niño, o sea la internet, el guasap y el instagram, todo pagado por los padres. Eso sí que es doctrina. Y no el maestro. 
Alguien que por experiencia o estudios sabe más (algo intragable), y por el bien de la horizontalidad del pupilaje y la democracia tiene que transmitirlo como un igual (imposible) es un simple actor secundario. El verdadero estupro mental, la peor estupridez, si bien necesita al maestro amigo, es seguir dejando que inventen ellos; o sea, que te adoctrinen, en vez de adoctrinar. Y el resto son murgas.

miércoles, 22 de enero de 2020

Letras pa'l cante: soleás de Cádiz


Soleares del Yo

Fuertes sudores yo paso,
busca y rebusca.
trapitos pa mi frente
son como azúcar.

Entro en tu piel de flor
como aeroplano,
almíbar son tus manos
para mi pecho, recauchutado.

Yo era como aquel naranjo,
agarrado en la ladera,
viviendo con tu alegría
muriendo de mi tristeza.

Quien pudiera echar atrás
las manillas del reloj
y mirar desde el ayer
la pobre desilusión.

Tirana mía, tenme consuelo
que los que sufren martirio
no todos van para el cielo.

lunes, 20 de enero de 2020

Pregunta del día


La pregunta no es ¿de quién son los hijos?, sino ¿de quién son los nietos?