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 Son las cartas que la inspección de trabajo regional va a mandar a otros tantos empresarios, se supone que agrícolas, para advertirles de lo malísimo que es currar en el campo en estas fechas y el cuidado que hay que tener con la calor, y que si le pasa algo a algún bracero de la contrata por eso, que se aten los machos. 

Esplendor

 

Gratia artis

A este paso media España declarará non grata a la otra media, demostrando así que este es un país de pedáneos. 

Sin fondo

 Mientras Sánchez practica el afuerismo –que no es ningún refrán o adagio extranjero sino irse a hacer declaraciones intrépidas al exterior, que es el parque temático de los falsos–, crecen los recelos hacia él en Europa, y no te digo aquí, que ya se le hace hasta vudú, mal hecho, pues ni pringa, ni nada. 

Malditos roedores

 Una rata desata el caos en el Parlamento de Andalucía. Pobre animal. No sabía donde se metía. O sí. Lo mismo buscaba a algún familiar.

Colores

 El domingo se cumplen 85 años de la guerra civil, de la que casi un millón de españoles todavía se acuerdan, y más gente aún de sus efectos, causa esta de que eso se utilice electoralmente, pues está investigado que un buen porcentaje del voto se define por ciertas vivencias de la infancia. 

Sin embargo, su historiografía es cada vez menos fiable, y lo que prima es la demagogia sentimental. Por ejemplo, ese tópico común de la España gris a que dio paso. Una España, entre el blanco y el negro, que no era sino la óptica con la que se (re)presentaba el mundo entonces y que sería utilizada maniqueamente afirmando que aquí aún seguía así mientras el resto del mundo iba ya a colores. Y nada más falso. 

Tan solo el cine había empezado (precisamente durante nuestra guerra) a colorear los sueños. Pero cuando se intensificó la Mundial, se volvió en general al blanco y negro, por ser más dramático, intenso e implicativo. Fritz Lang afirmaba que una sucia calleja no podía filmarse en color porque este la volvía automáticamente maravillosa. Luego, una vez pasadas las posguerras se empezó a vender la vida como una mercancía y el color ya fue obligatorio, lo cual ha dejado, tantos años después, una imagen coloreada de todo lo bonito y vendible, y otra en blanco y negro para lo desechable y a olvidar. El positivo y el negativo de una misma cosa: el pasado. 

Y los que han conocido solo el primero son incapaces de visionar nada que no sea en color, y mucho menos el pasado, que es en denostado blanco y negro, y a veces hasta mudo (todo lo más con letreros, algunas veces ilegibles por ser más largos que un guasap). 

De ahí, de esa desvinculación de las nuevas generaciones con el pasado, iniciativas como la de colorear fotos y documentales de la guerra y la República, ya que, si no, ese pasado no existirá para esa gente, y otra mucha que hace tiempo se pasó al colorín histórico, que piensan, bajo ese prisma, esa auténtica mentalidad cromática, que todo lo que sea en ByN es prehistórico, y no tiene nada que ver con ellos. Y por tanto no puede repetirse. Cuando no debe de haber nada más colorido que el apocalipsis.

Más verano

Caniculazos

 Las nuevas ministras prometen “dejarse la piel en el gobierno”. A ver si es que van a trabajar desde la playa., y sin crema protectora.

Estadísticas

 En España hay más de un millón de jabalíes (¡Obélix, vente p’acaaa!!). Por no hablar de los cerdos, que pasan de cuarenta.(Y eso, ni con Astérix).

Rumore

 El proceso de etiquetado de la Carrà, de puta a Santa Raffaella, dicho sea en hipérbole, es de lo más interesante, si consideramos que (desde que la mentada empezó a actuar por aquí en los 70 hasta que se ha ido) la percepción de las mujeres de estos lares ha recorrido el camino inverso, de santas a putas, al ir imponiéndose la ‘normalización’ de (casi) todo lo que históricamente se relacionaba con las putas y hoy es (en buena hora) un signo de liberación femenina. 

Salvando el planeta

 El comunista Garzón se mete en carnes y acusa a los del sector de reacción “visceral”, o sea con la casquería. Siempre ha habido clases.

Verano

Nueva normalidad

 Hacía tiempo que la gente no se mataba con el coche, quizá porque no había donde ir. Que los crímenes de mujeres parecía que habían aflojado, por haber asumido todos un posicionamiento más doméstico. Que los obreros no dejaban su vida en el tajo, porque este se había quedado romo. Que los niños no se ahogaban en los pantanos, porque no había niños ni pantanos. Que los forestales no se quemaban en los incendios, porque los pirómanos estaban en cuarentena. Que los homosexuales no eran pateados hasta morir, pues las jaurías estaban en sus perreras. Que nadie caía en una pelea de bandas, salvo en las de rock; que nadie fallecía por insolación, por haberse agotado los idiotas (cruel espejismo). Que nadie iba a la morgue por un yuyu alcohólico; qué muerte más de garrafón; o que un balconista conseguía morir en su empeño, pues solo los ángeles beodos tienen alas. En fin, que la muerte también es para el verano, y no solo las bicicletas. Aunque igual resulta que lo que queríamos no era morir, sino seguir matando. Nos vamos descubriendo y, por supuesto, mejores. Con lo bien que estábamos de manera pasiva muriendo por covid. 

Gramatica

 Por fin alga ya no es el femenino de algo. Algue bueno tenía que tener la Ley Trans.

Maoístas

El idiotismo es parte de la argamasa del ser humano. Y ni el descreer ni el olvido como antídotos funcionan demasiado. Al contrario. Ejemplo. 

Ahora hace 50 años que acabó la Revolución Cultural, en la que gente, urbanita por lo general y con el cerebro a medio hervir la emprendió contra los señalados por el poder como enemigos (las célebres Cinco Categorías Negras) obligando a los que dejaban vivos a redimirse en el campo, previamente limpiado –a Lin Piao, a ese, el subjefe, también lo limpiaron– de campesinos con tierra. Comparado, lo del Covid ha sido un jueguecito (¿de diseño?). 

"Que se abran cien flores y cien escuelas de pensamiento
compitan". Mao.
En la ilustración, flor abierta.

Pues bien, aún caliente el genocidio, toda una promoción de por aquí recién destetada adoptaba esa loquera como su guía y su luz. Naturalmente, se predicaba en los bares –de La Zona, la única creación de dicha generación–, burladeros prudentemente alejados de la azada, y conociendo la hoz apenas por el dibujito de los panfletos. Todo de lo más normal. 

Lo raro y más preocupante es que algunos procedían de verdad del campo. Porque, o de verdad creían en él como el paraíso y panacea social, lo cual era muy chocante con su marxismo declarado, que siempre calificó al campesino como el elemento más atrasado; o, peor aún, que pensándolo, pero tratando toda la vida de huir de él, como era visible en su tenacidad por escapar de vendimias, ganados, barro y demás lindezas, y su creciente apego al agua caliente, el asfalto y la calefacción (ah, y los escaparates), de pronto volvían al fanatismo del mataero y el arreburra como formas supremas de organización social. Y si se te escapaba una sonrisa o una ironía (por conocimiento de causa) te acusaban de falta de espíritu revolucionario. 

Gracias al cielo, no ganaron, o sí, pues luego correrían a integrarse en el nuevo sistema de pasteleo y pesebre, volviendo a La Zona ya con mando en plaza cambiando el manchao, el vino con vermú, por otras sustancias más de moda. Pero al campo lo dejaron en paz. O sea, en manos de la gran cadena de poderes que lo exprimen, con el campesino (rico o pobre) como esclavo de todos, que no puede liberarse ni haciéndose maoísta. Tan solo largándose.