jueves, 5 de diciembre de 2019

Menos es ná


A mí me habría encantado que todos los participantes en la cumbre del cambio climático (o Clímax), y no solo la nenica, hubieran venido en catamarán y no en clase bisnes, así, en plan regata Virgen del Carmen, todos, ahí, en rogativa a ver si para la calor. 
Pero, bueno, han hecho muy requetebién en acudir a Madrid, que no solo es lo más cercano al nuevo infierno que nos anuncian los actuales Nostradamus (pues de Madrid, al cielo, ¿no?), sino también el paraíso del tripeo, que quisiera yo verlos ante una cazuela de callos, a 12 pavos, no te creas, que en la villa y corte tiran con pólvora del rey –aunque estos llevarán sus dietas, que ahora es la munición del nuevo revolucionario–, y les expliquen que son las vellosidades digestivas del rumiante –de otro, aparte de ellos, quiero decir–. 
Seguro que a más de uno de estos Savonarolas del oraje le produce un doble placer, el de zampárselas, y el de la venganza, pues en esos tejidos es donde se fabrican todos los pedos vacunos que, también, infestan de gases invernadero la estratosfera, a un precio ídem, por cierto. Y si alguno es flatulento, hasta tres placeres, pues los callos se las traen. 
Y es que cualquier ecologista tiene su lado zen que le invita a cortar pescuezos de pollo, o de lo que sea, y estos supongo que lo serán, aunque entre ellos haya más de un intruso que solo haya venido a degustar algo, que es el yin del turismo, como el cogote de merluza, por ejemplo, u otros al fornicio, que es el yan. Y no hay yin sin yan. 
Aunque también cabe que, como fanáticos de un mundo mejor, veganos, animalistas y demás, les interese sobremanera profundizar su conocimiento alternando con esas mujeres rurales que dejan vaciado el campo y lo que sea menester cada viernes, para ir a gastarse al foro la subvención en la zona de tardeo, que a estas horas ya sabrán todos los participantes dónde para. 
Si bien ha sido un fallo de la organización no llevarlos de excursión al Mar Menor estos días para que vean in situ de lo que hablan. Incluso a echar una mano, para que la solidaridad no sea solo una palabra. Eso sí, con unas buenas katiuskas. Pero menos es ná.

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