jueves, 27 de noviembre de 2025

Viajeros


Los viejos no viajamos (o viejemos) porque podemos, por el tiempo libre o por aburrimiento, sino por ponernos al día.

Por eso siempre acabamos viajando al pasado, a aquel sitio que deberíamos haber visitado cuando jóvenes, a aquel que nos despierta la nostalgia, o a aquel otro cultural, que es en sí misma la quintaesencia del pasado. 

Los edificios, los sonidos, los sabores -pero si hasta McDonald’s es pasado-, el ayer es la ruina por definición. Y si algo tiene la edad es la conciencia presencial, casi corpórea de que el presente pasa de un modo que ni existe. Hombre, hay quien jamás se percata de esa implacabilidad. Yo mismo tardé casi siete décadas en darme cuenta. 

Pero estoy seguro de que, aunque sea la sola intuición de esa fuga, es lo que da el pistoletazo de salida hacia ninguna parte en forma de viaje, que todo el mundo sitúa en el futuro, aunque sea inmediato, pero que siempre se convierte en un regreso al ayer. 

Irremisiblemente, pues el porvenir, por norma, pertenece solo a quienes tienen expectativas de vida, que, básicamente, consiste en construir vivencias, viajando o sin viajar, a las que poder volver ‘de nuevo’ en otra fase de la existencia, por reconvertidas de alguna forma en futuro. 

Algo que es impensable en la última (bueno, penúltima) estación. Lo cual hace del viaje, en su concepción Imserso/Agencias, una huida hacia adelante que siempre acaba en el pasado. En un patético día de la marmota, y voluntario, o sin derecho a queja. 

O eso, o eres un masoca irredimible que, cuanto más cerca del hoyo, más lejos de casa. De donde tanta cena y evento, la celebración de la no muerte hoy. O el cobro de la paga el 23 o 24 y su adelanto por los bancos para desbrozar esa carrera hacia la nada a la que todos colaboran. 

Por eso el otro día me quedé aterrorizado al ver en mi correo un aviso de El Corte Inglés que decía: Antonio, te mereces no parar de viajar. Es lo mas parecido a la maldición de la gitana, pleitos tengas y los ganes. 

Y ya me veo por ahí, sin parar, pirata perdido del uno al otro confín, que es mi Visa mi tesoro, mi ley la bolsa de viaje, mi única patria, viajar. Todo un poema. Qué les habré hecho.

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