jueves, 13 de septiembre de 2012

La parajoda


Al vivir en un mundo parajódico (en desorientación constante y molesta), y pajaródico o dominado por pájaros de cuenta, cuando por un instante la perplejidad en que nos acuna se disipa y aparece una fugaz lucidez, entre la clarividencia y la ensoñación, eso produce un extraño placer místico, que enseguida es engullido por la siguiente parajoda, y dale. Pensar, por tanto, es calentarse la cabeza. 

Así los que al ver la labranza de Rajoy dando membriadas, y estimando que lleva la besana más torcida que un cohombro, y verse a sí mismos como víctimas de una pinza imprevista, entre la izquierda reaccionaria que pensaban en disolución y la derecha progre, que no creían posible, ya andan llamándole maricojonetigiliputaliano, y deseando una tercera vía, esa tercera persona de la santísima realidad inexistente a la que agarrarse cuando no queda otra. Parajodas típicas de la desesperación. Por algo el genoma del hombre y el bonobo son tan parecidos. Y más si el hombre, sobre todo el de aquí, está enfermo de esa peste congénita occidental del progreso como única evolución válida, que acaba siendo un aliado fiel de ese nuevo fascio cósmico que son los mercados. 
Las apariencias engañan
Lo predijo Benjamín: la fortuna del fascismo proviene desde hace bastante tiempo del hecho de que sus adversarios lo combaten en nombre del progreso como ley histórica. O dicho de otra manera: mientras haya que progresar por fuerza, alguien lo aprovechará para jodernos. Es el parajodismo histórico. Lo que jamás entenderán socialdemócratas viejos o de nuevo cuño. Ni los tercerviistas, los de la fe a espuertas, siempre empeñados en que ahí fuera debe haber un mundo mejor, pero sin salir de la urna. Como si la tercera vía no fuera un invento, el plan B del bipartidismo, o si la parajoda fuera un subgénero exclusivo español. Miren a Francia, o Alemania, luces y guías de nuestros nuevos sueños. 
El Constitucional alemán dando el visto bueno a los rescates a pagar también por los alemanes, tal y como quiere su gobierno. ¿Quién dijo que por ahí sí había división de poderes? Y el Hollande haciendo de ZP y preparándose para ser Rajoy en una Francia sin una sola autonomía. Lo que no impide ser avalado por los que desde la campaña contra el Estatut han logrado imponer la tesis del cáncer autonómico como el principal (y de la cual ahora se arrepienten no poco), y por los otros porque los recortes los hace alguien de izquierdas, como ellos. Díganme si esto no es parajódico, si no es para joderse.

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