Casi sin darnos cuenta,
estamos viviendo la última gran crisis quizás con periódicos y algo parecido a
eso llamado información, por decir algo.
De hecho, ninguna gran crisis puede entenderse sin la conexión entre el poder y los medios para gestionar la opinión pública, que en tales fases es curioso cómo se decanta siempre por el menudillo, la víscera y la distracción. En la anterior de finales de los setenta fue el “destape”, en forma de plaga de revistas con glándulas mamarias, montes de Venus y un lenguaje procaz que invitaban a una democracia carnal de fantasía, más que a otra real y hasta posible. Las editaban empresas bienpensantes, adictas al régimen y confesionales, por el “bien de España”, y eran lo más visto en los cuarteles, los mismos en los que El País, por ejemplo, era censurado.
Ahora no hace falta; la historia anda liquidando a sus notarios
fehacientes. Y los medios que quedan son los consentidos, por ser “servicios
públicos” (aunque sean privados, poco importa), o que sirven, y vale quien
sirve, que se decía en el franquismo. Así, a El País, el gobierno le ha
facilitado una morterada de kilos de euros en plena encerrona de Bárcenas,
chantajista y cornetilla tan presunto como no probado, y el tema ha pasado a
otro nivel y a otros medios, en toda una faena de reenfoque y retoque de la
actualidad, lo que se llama un airbrushing, o
difuminado: lo que en el photoshop se hace
con esa herramienta llamada “pincel de historia”. Que no habría hecho falta
porque todo el mundo sabe que Bárcenas no era del PP, ni siquiera había pedido
el ingreso en Nuevas Generaciones, y que era gerente de un bingo y en sus ratos
libres se dedicaba a cosechar lentejas en Cuenca. De ahí el dineral. Y si le
daba algún cheque a alguno, como ayudica, era por llevarle el botijo, que en el
campo, que es un infierno, se agradece más que un iPhone.
Si no, cómo vas a estar al tanto todo el día de los mensajes calientes que saturan las ondas de chorraditas sexodescerebradas, la red de “solteras rusas” y la vida entera de toda esa casquería elegida esta vez para huir de la quema. En los setenta, el destape, y ahora el porno. O, parafraseando la cita latina, primum desvestire, deinde pajilleare. El pajillerismo universal, al poder. Y asistido, pues la evasión ahora es personalizada y va de los 7 a los 90 años. Y hay edades que no. Cómo no pensar pues, que el gobierno tenga algo que ver en que los demás miren… siempre para otro lado.
De hecho, ninguna gran crisis puede entenderse sin la conexión entre el poder y los medios para gestionar la opinión pública, que en tales fases es curioso cómo se decanta siempre por el menudillo, la víscera y la distracción. En la anterior de finales de los setenta fue el “destape”, en forma de plaga de revistas con glándulas mamarias, montes de Venus y un lenguaje procaz que invitaban a una democracia carnal de fantasía, más que a otra real y hasta posible. Las editaban empresas bienpensantes, adictas al régimen y confesionales, por el “bien de España”, y eran lo más visto en los cuarteles, los mismos en los que El País, por ejemplo, era censurado.
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Adivinanza: antes de ser baronesa |
Si no, cómo vas a estar al tanto todo el día de los mensajes calientes que saturan las ondas de chorraditas sexodescerebradas, la red de “solteras rusas” y la vida entera de toda esa casquería elegida esta vez para huir de la quema. En los setenta, el destape, y ahora el porno. O, parafraseando la cita latina, primum desvestire, deinde pajilleare. El pajillerismo universal, al poder. Y asistido, pues la evasión ahora es personalizada y va de los 7 a los 90 años. Y hay edades que no. Cómo no pensar pues, que el gobierno tenga algo que ver en que los demás miren… siempre para otro lado.
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